El legendario Dolph Lambert se hace un buen pajote bajo el sol australiano | Bel Ami Online
La belleza masculina en persona acompañada de su fiel dálmata. Me gusta su perro pero mucho más él. Dolph Lambert, rubito, ojos verdes, bonita sonrisa, nariz chata, un cuerpazo de escándalo, musculadito y definido, que cuando se pasa las manos por detrás de la cabeza me quedo embobado mirando sus sobacos, la forma redondeada de sus fuertes biceps, cómo se estiran sus pectorales y se le marcan las costillas y el six-pack.
Sabe cuándo provocarme, aunque le gusta jugar con fuego. Espera a que nadie mire o que crea que nadie le mira, para hacerse una bajadita de bañador a orillas de la playa, enseñándome su precioso culo. Lo tiene redondito y está salpicado por cortitos y casi imperceptibles pelillos rubios por toda la superficie de las nalgas, sólo visibles cuando le roza la luz del sol.
Se quita el bañador y se muestra completamente desnudo. Ha llegado tarde para taparse con una mano sus partes nobles, porque le he visto todo el rabo. Si ya es bonito en estado flácido, largo, gordito y encapuchado, no quiero ni imaginar cómo será cuando le crezca. Bueno, sí quiero imaginarlo, más bien quiero verlo. Por mucho que se tape con la mano, está tan bien dotado que no puede ocultarlo todo. Hay chicos que necesitan dos manos para tapar sus vergüenzas.
El solecito, buena compañía, una ducha, el agua tibia recorriendo su cuerpo, chorreando por su polla, ingredientes que termian por ponérsela dura. Ese rabo que antes se balanceaba grácilmente entre sus piernas, rebotando contra sus pelotas, se despega por fin de los cojones y echa a andar solo. Primero le crece el doble, empinándose hacia adelante. Luego se le pone completamente dura, alcanzando el cuádruple de su tamaño original, mucho más gruesa y fortachona. El pellejo no puede contener tanto volúmen de cipote y termina por replegarse, dejando a la luz un cabezón rojizo con una buena raja escupe leches.
Mojadito y recién duchado, Dolph disfruta de su merecida paja. Se la casca debidamente con la diestra. La tiene dura y fuerte como un roble, con el cuerpo esponjoso en mitad de la polla bien marcado. Echa la cabeza hacia atrás a punto de escupir leche, entreabre la boca de gusto. Me acerco para escuchar sus gemidos apagados, para enchufarme su aliento, para ver cómo se saca la magia por las pelotas.
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