Para Hairy Wolf, uno de los principales problemas de tener una pareja sexualmente tan activa como Dani Robles, era que casi siempre se salía con la suya y acababan haciéndolo en cualquier lugar y en cualquier momento. El tio era un máquina y no paraba de pedirle rabo. Parecía insaciable. A Wolf eso le encantaba, porque hacía le sexo más salvaje, pero otras veces, cuando los dos iban de pinza en blanco dispuestos a no llegar tarde a una reunión, sus téncicas de seducción le desesperaban.
Y ahí estaba otra vez, chantajeándole con no ir a la reunió si antes no le daba rabo. No quedaba otra que ceder. Dio un paso al frente, se colocó de pie al lado de la cama donde Dani estaba sentado perdiendo el tiempo con el móvil y se dejó bajar la cremallera de la bragueta. Una mirada suya bastó para enderezarle la polla, así que cuando Dani le metió la mano por el agujero de la bragueta y se la sacó, la tenía ya empalmada.
Joder, hay que ver lo rápido que se le olvidaban a un hombre los problemas cuando unos labios le estaban acariciando el pene y Wolf era com el resto de hombres, tan fácil de convencer. Se lazó sobre la cama, le sacó el rabo a Dani y entre los dos se marcaron un sesenta y nueve comiéndose las pollas. Luego lo empotró contra la pared de la habitación, metiéndosela a pelo, inflándole ese pedazo de culo de la forma que mejor sabía, dándole duro.
Estaba claro que no iban a llegar puntuales a la cita, así que de perdidos al río. Acabaron follando en la ducha. Sus trajes mojados. Wolf se puso las botas sumergiendo los morros entre las nalgas de Dani, disfrutando tanto como un hetero lo haría entre dos buenas tetas. Además de culo, se le antojó rabo. Se la mamó tan a fondo y con tanta fuerza que Dani terminó corriéndose en su guapa y atractiva cara de machote, haciendo desfilar su mansalva de chorrazos bien cargados sobre su cabeza, dejándole la frente y las cejas cubiertas de esperma.
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