Tim Kruger bombea el delicioso ojete de Alberth Pineda y le deja una buena pasta de semen en la cara y las gafas | Tim Tales
Cómo latía el agujerazo del culo de Alberth Pineda, en carne viva, bien rojito, dejando a la vista un pozo sin fondo por el que Tim Kruger estaba deseando meter su cacharra. Apretó los muslos con las manos presionando hacia abajo, obligándole a permanecer con el culo bien abierto y se puso las botas bombeando con su enorme pollaza de veinticinco centímetros ese hueco sin fin que tan bien se la atrapaba.
El chavalín venezolano era pura dinamita y Tim le tenía bien calado. Con las gafas puestas se convertía en todo un recipiente para las pollas más ansiosas como la suya, para hombres que estaban deseando follárselo con la intención de empañar esas lentes su esperma calentito. Sin ellas, sacaba a pasear su larga y kilométrica pirula de veinte centímetros, que a pesar de ser algo más corta que la de Tim, era tan estilizada que parecía más larga, y se dedicaba a ir follando culitos.
Ese día no. Ese día tocaban gafas. Tim no abría su ojete a ningún chico a no ser que fuera para jugar un ratito con la lengua. Después de dejar que el chaval se atragantara con su enorme rabo, abriendo la boca y posando los labios encima de la barra hasta hartarse, le abrió de piernas y se lo folló sin condón. Difícil olvidar la primera toma de contacto. Alberth bocarriba en la cama, mirándole con esa carita condescendiente, detrás de esas gafas, gimiendo al sentir algo grande, gordo y duro invadiendo su espacio, su boca entreabierta, la polla y los huevos descansando entre sus piernas abiertas.
Tras dos penetraciones bien metidas hasta los huevos, Tim sintió el flujo de semen intentando escapar de sus pelotas. El agujero de ese culito era una divinidad. Se acostumbró a su textura, a su fuerza de agarre y fue capaz de cumplir en la cama bombeándolo como él quería, a pollazo limpio, haciendo disfrutar a toda su larga verga del roce de ese ano bestial. Le encamó y se corrió en su linda carita, por todos esos hombres que amaban ver a otros soltando su leche sobre un tio con las gafas puestas. Vio a Alberth abrir la boca, la leche como miel, formando hileras pegajosas entre sus labios, intentando despegarse de ellos, mientras admiraba la polla enorme y corrida que tenía frente a sus ojos.