Una mesa redonda en un local donde ya no quedaba nadie a altas horas de la noche. Fickas de póker. Cartas. Tres hombres alrededor de ella. Juan McCoy, Mika Ayden y Viktor Rom no estaban apostando dinero, estaban apostando algo mucho más valioso y es que el que perdiera, tenía que poner el culo a los otros dos y, a juzgar por lo calientes que estaban dado que era viernes y tenían el fin de semana por delante, el perdedor iba a sufrir de lo lindo.
Viktor y Juan tenían todas las de ganas, de hecho siempre habían llevado la mano ganadora desde el principio. Mika se puso de pie y comenzó a quitarse los pantalones. Lástima, tenía una pedazo de minga bien larga y gruesa ahí colgando que hubiera dejado satisfechos a esos dos, pero no era el momento. Viktor le dio la vuelta y como buen amante de los culos, enseguida comenzó a disfrutar del suyo metiéndole hasta la corbata por el ano.
La energía y la pasión que ponía Viktor terminaron por contagiarse a Juan, que ya estaba rabo en mano. Se pusieron uno a cada lado del perdedor y le dieron polla a dos bandas, a cada cual mejor. La de Viktor tan jodidamente gruesa y enorme que apenas le cabía en la boca, la de Juan aunque algo menos gordita, no mucho, más larga y con parte de la piel recubriendo el cipote, dispuesto a ser descubierto por sus labios.
Esos dos hombre le amaron hasta la saciedad. Las manos de Mika masturbando sus pollas, bien ocupadas, Juan y Viktor cerdeando, besándole, restregando sus barbas y sus bigotes por esa cara amigable. Se turnaron para darle rabo por delante y por detrás, a pelo. Menos mal que el local ya estaba vacío porque si no, con los gritos y gemidos que profería ese cabrón por su boca cada vez que le reventaban el trasero, habrían tenido espectadores pajeándose delante de ellos, mirando esa follada a tres.