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Allen King se deja follar sin condón por Donato Reyes, el colega de papá | Men At Play

Dad's Colleague

LATIN LECHE

Papá no estaba en casa, así que Allen King se dispuso a terminar los deberes en la sala de estar. Como todos los chicos de la academia, llevaba su uniforme trajeado y ese día estaba especialmente guapo. Se aflojó la corbata y se puso manos a la obra cuando llamaron a la puerta. Supuso que no era papá porque papá tenía llaves. Al abrir se encontró con Donato Reyes, un colega del trabajo de su padre que había ido a entregar unos papeles.

Así de primeras, a Allen se le aceleró el pulso y una alegría que conocía bien se instauró en todo su cuerpo. Donato le había hecho tilín. No sabía bien si era la porte de ese chulazo, su nariz recta, larga y estilizada que le hacía suponer que tendría un buen trabuco entre las piernas o puede que fueran esos labios gruesos que ya podía casi sentir haciéndole el vacío mientras le metía la lengua por el ojete.

Le invitó a sentarse y esperar. La idea de dejarse follar por el colega de su papá le ponía cachondísimo. Le bastó ponerle una manita en el muslo para dejar claras sus intenciones. Donato miró la mano que cada vez subía más cerca de su entrepierna. Se echó hacia atrás intentando marcar distancias, pero ya era demasiado tarde. Allen se giró en el sofá, pasó un brazo por detrás del cuello de Donato y acercó su cara a la de él robándole un beso.

El beso se convirtió en morreo, la mano de Allen la estaba amasando su paquete con ganas. Donato se levantó, se bajó la cremallera de la bragueta y se sacó el rabo y los huevos. Allen se lo devoró a bocados sacando jugo antes de tumbarse en el sofá, bajarse los pantalones y enseñar a Donato lo que tenía entre las piernas. Donato se quedó impresionado con lo bien dotado que estaba ese chaval y lo buenorro que estaba. Unas piernazas fuertes y varoniles y un pollón bien largo y bonito que apetecía mucho.

No entraba en sus planes ir follándose a los hijos de sus compañeros de trabajo, pero si eran tan viciosos como ese y se lo ponían tan a huevo, no le quedaba otro remedio que sucumbir al placer. No sólo supo apreciar el tamaño de la polla del chico, sino que cuando se dio la vuelta y le mostró ese portentoso culazo redondo y blanquito, se volvió loquísimo.

La forma en la que gemía el cabrón al sentir la lengua rozando su agujero y lo mismo cuando no paraba de recibir pollazos por detrás. Donato acabó semidesnudo en el sofá de la casa de su colega, con la camisa desabrochada y sin pantalones, follándose a pelo a su chico que no paraba de cabalgar sobre su rabo deseando tenerlo todo bien adentro.

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