El sonido de las hojas secas crujiendo bajo sus pies en el camino que se interna en el campo donde los chicos van a dar rienda suelta a sus más pervertidos placeres. Axel Rockham es feliz estando en libertad, en un lugar donde puede desnudarse y ofrecer un buen espectáculo a los chicos que quieran mirar y tocar. Se levanta la camiseta de tirantes mostrando su espectacular abdómen, marcadito, mira hacia arriba con esos ojazos de conquistador, sonríe y es consciente de que se la acaba de poner dura a todo el que le esté mirando.
Está muy bueno y lo sabe. En su propio narcisismo, a él también se le pone durita. Se lleva una mano al paquete y se llena la palma con rabo y huevos. Tira un poco hacia afuera de la gomita del frontal de las bermudas que lleva puestas y se mira la cola, se la saca toda larga y morcillona y hace molinillos mirando hacia un lado y hacia otro en el camino, esperando que los mirones disfruten.
Caliente, regresa a casa. Tiene tiempo para estar consigo mismo y recrearse en los estímulos de su propio cuerpo. Tocar el bulto que marca su polla empinada por encima de los pantaloncitos le pone cachondo. Se pone de pie, se baja las bermudas y observa cómo sale disparado su pollón bien largo y gordo. Menea las caderas y mira cómo rebota hacia los lados, metiendo un buen calentón a sus muslos.
Regresa a la silla. Con una mano se hace una gayola y con la otra se toca los huevos, que de ellos anda bien servido. Ya la tiene completamente dura y le gusta tanto que la zarandea dándose de pollazos en la panza y contra la palma de la mano, contemplando su virilidad. Gime de gusto. En una postura más cómoda, deja una pierna colgando por el reposabrazos de la silla, se abre un poquito y cada vez que se la menea siente el golpeteo de los cojones contra la rajita de su culo, bien calientes y pesados.
Se levanta de camino al sofá y antes de tumbarse en él, se la machaca imaginando que tiene unas cuantas caritas ahí abajo pendientes de su enorme rabo. Una vez en el sofá, cierra los ojos, se la agarra a dos manos cubriéndola bien e imprime fuerza como si se estuviera follando un culito muy apretado, subiendo y bajando el culete, dejando pasar su rabo por el hueco entre las manos.
Gira la cabeza hacia un lado, levanta el brazo y se vuelve loquito esnifando el olor de su sobaco. Hace lo mismo con el otro. Olor a macho. Se pone de rodillas viendo en el reposabrazos del sofá a su siguiente víctima. Coloca la polla justo encima y con la palma de la mano la aprieta por la parte superior. Empieza a culear simulando que folla.
Le excita tanto que termina machacándosela ahí. Tras unos gemidos de placer, empieza a salirle la leche a trallazos, dejando la mesilla que hay justo al lado llena de goterones blancos. Los recoge con los dedos y los devuelve a su rabo. Con la polla bien ordeñada, se deja caer sobre el sofá exhalando suspiros de alivio. Se relaja sin dejar de pensar en la guarrada que acaba de hacer.
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