Charlie Sparks da de comer de su enorme rabo a Dylan Anderson y se deja follar a pelo | Bentley Race
Ni hecho a posta, Charlie Sparks y Dylan Anderson se presentaron en el hotel bien conjuntados y no porque fueran vestidos igual, sino porque ambos se complementaban. Iban como dos mandos de la switch, con camisetas de manga corta rosa y azul neón. Charlie parecía estar super cachondo. La cara roja como un tomate, sonriendo con nerviosismo.
Enseguida se le pasó, el nerviosismo digo, porque cachondo continuó hasta el final. Se puso de rodillas en el sofá y se bajó los pantaloncitos por detrás para hacer que Dylan rabiara de gusto. Imposible resistirse a un culazo redondito, blanco y perfecto de esas dimensiones. Por si tenía poco, Charlie se giró, se puso de rodillas, se bajó los vaqueros y los calzones y le enseñó su hermosa, digna y descomunal pollaza.
Dylan se quedó embobado. La tenía justo enfrente de la cara y no podía creer que un tio pudiera tenerla así de grande, de gorda, de asombrosa. Se miró el antebrazo, la tenía igual de gruesa. La acarició con los labios por encima, sintiendo su calor, su tamaño, sin saber muy bien por dónde empezar a comerse un miembro así de grande.
Al final se la zampó. El grueso cipote ya le llenaba la boca por sí solo. Que la tuviera más grande que él no iba a significar nada. Quería follarse ese culazo a pelo y lo hizo. Primero por detrás, acoplándose a él como lo haría cualquier perro. Después dejándole cabalgar sobre sus piernas, poniéndole en serios problemas al ver cómo el pollón rebotaba sobre su torso una y otra vez, dejándole un poso de precum que se alargaba en una hilera fina y pegajosa cada vez que saltaba, uniendo su cipote y su abdómen. Charlie siguió montándole de espaldas y se corrió sobre las sábanas y sus muslos. Dylan le sacó la polla del culo y se corrióen ese pandero de lujo.