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El jovencito Carter Collins se flipa con Ryder Flynn y le pone en bandeja su precioso culito para que se lo folle a pelo | Sean Cody

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Si a algo habría apostado en la vida el jovencito Carter Collins era a que nunca iba a fijarse en un chico que llevara el pelo atado en un moño por detrás. Y si hubiera apostado, habría perdido, igual que cuando de pequeño le entraban arcadas sólo de pensar en las babas de la boca de una persona fluyendo con las suyas. Pero el tiempo pasaba, las cosas cambiaban y él estaba apenas empezando a definir sus criterios sexuales. Sí, se fijo y mucho en Ryder Flynn, sobre todo en los vestuarios.

Fue él el que le abrió las puertas a un mundo que hasta ahora no había ni pensado, el de los daddys jóvenes. Ver el cuerpo de Ryder desnudo en las duchas, de perfil, con ese pelo pecho, su cara atractiva, el pene largo colgando como un plátano. Podría ser el padre de su amigo. Algo le hacía retirar la mirada y pensar en otras cosas, pero por mucho que lo hiciera, el deseo estaba ahí y no iba a descansar nunca.

No fue hasta muchos meses después que la casualidad y el momento llamaron a su puerta. Él y Ryder empezaron a hablar en el gym, se hacían bromas, se metían juntos en la sauna, compartían ducha, todo sin ninguna pretensión más allá de una bonuta amistad, hasta que un día en las duchas, cuando no había nadie más que ellos, Ryder le tocó el culo a Carter, pero no como cuando un futbolista se lo palmea a otro en señal de compañerismo, no, se lo tocó bien tocado, mirando antes hacia un lado y otro para ver si venía alguien y luego entreteniéndose en palparlo bien para acto seguido frotarle su pene por encima de las nalgas.

La respuesta de Carter fueron unos gemiditos de placer, inclinarse hacia los azulejos que tenía delante, agarrarse los cachetes con las dos manos, desplegarlos y dejar que Ryder siguiera rebozándole la polla por encima, que cada vez se le estaba poniendo más dura. Todo lo que acontenció después fue pasional. Ryder pegó su torso a la espalda de Carter, le agarró con una mano del cuello y le comió la oreja susurrándole guarradas. Carter podía sentir ya su pene duro entre los muslos cuando entraron unos chavales en las duchas y tuvieron que parar.

Carter salió primero, un tiempo prudente después, salió Ryder, anudándose la toalla a la cintura, aunque Carter pudo ver, por el volúmen que se dibujaba en el frontal, que ese tio todavía estaba empalmado. Andaba con dificultad, lo que le daba una idea de lo caliente que le había dejado. Ryder le guiñó un ojo y le invitó a su apartamento, donde acabarían lo que habían empezado.

Y allí estaba Carter, desnudando a Ryder, poniéndose de rodillas y mirando hacia arriba, buscando la aprobación de Ryder mientras le mamaba la polla, chupándosela a boca y paja de tornillo, haciendo que la polla ganara firmeza gracias a esos ojazos azules y esa carita guapa. Todavía era jovencito para saber lo mucho que ponía eso a los tios, pero no tardaría en descubrirlo. De momento lo hacía de forma innata.

Lo que sí sabía, porque lo veía cada día en el espejo, es que tenía un cuerpazo, de complexión atlética y que la parte de su cuerpo que más le gustaba era el culete. Dio la espalda a Ryder, se bajó las bermudas por la parte de atrás enseñándole el culo y empujándolo con las manos, para que rebotaran las nalgas y ponerle cachondo. Lo consiguió. Ryder le empujó hacia la cama y Carter cayó encima a cuatro patas. Abrió un poco las piernas y enseguida tuvo a Ryder colando los morros en la raja, comiéndole el agujerito.

Mirando de reojo, vio que Ryder se levantó, luego notó su polla caliente y durísima rozándole la raja del culo. Esta vez no iba a haber más interrupciones y por si acaso, Ryder se apresuró a metérsela sin condón. Carter la recibió con cara de sorpresa, la boca abierta y la frente relajada. No tuvo tiempo de acostumbrarse, ya lo hizo Ryder por él batiéndole duro, propinándole unos pollazos de banderilla.

Abierto de piernas, bocarriba en la cama, Carter se sintió deseado por un hombre mayor que él y eso empezó a cambiar todo lo que pensaba. Durante un buen rato no paró de mirar la cara atractiva de ese daddy, su pecho lobo, la forma en la que lo penetraba y los gestos que hacía. Era como si pudiera meterse en su cabeza o al menos pretenderlo. Era la hostia. Tan diferente a los chicos de su edad. Podía sentir hasta un poco de amor fraternal entre los dos.

Para Ryder aquella follada también fue un chute de energía. Tener a un chavalín guaperas cabalgándole, pajeándole la polla con el culo, sintiendo su rabo tieso golpeando y arrastrándose por los pelillos negros de su torso. Ese chaval tenía un culazo y sabía cómo usarlo para hacer feliz a un hombre. Saltando sobre su polla, Carter se hizo una paja y le soltó todo el lote de semen encima del cuerpo a Ryder, que miró hacia abajo para ver los lefazos pegándose a sus pelos.

La inocencia de los chavales de esa edad sorprendió de nuevo a Carter. Todos eran unos pequeños cerdos en ciernes y sus mentes calenturientas estaban despertando. Carter recogió parte dle semen con los dedos y lo usó para pajearle la polla a Ryder. Se la crujió a dos manos, sin dar tiempo a Ryder a reaccionar. Ryder se encorvó sobre la cama, muerto de gusto y como resultado soltó un lefazo cargado que fue directo a su pectoral. Le encantaban las sorpresas como esa, algo que sólo podían darle chicos jovencitos como ese. Por eso le gustaba tanto llevárselos a la cama.

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