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Daniel se folla el apretadísimo culazo de Danny Fantasy y le suelta unos buenos trallazos de lefa | Sean Cody

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La relación entre entrenador y deportista que tenían Daniel y Danny Fantasy no era al uso. El primero adoraba a ese chaval, en el que veía un potencial desmesurado, al que trataba casi como a un hijo, quizá porque se veía reflejado en él cuando tenía su edad y sentía la necesidad de sacarle todo el partido. El segundo apreciaba todos y cada uno de los consejos que salían por su boca. Era mirarle a la cara y decir sí a todo.

Los entrenamientos iban más allá de la cancha. Continuaban en los vestuarios, donde Daniel exploraba el cuerpo del jovencito, buscando la forma de hacerle más fuerte. Veía potencial en sus hombros, ya fuertes de por sí, en su culo. Le metió la mano por la raja cuando Danny tenía todavía los pantalones puestos. Danny se los bajó. Llevaba unos calzones abiertos por detrás. Daniel se agachó para ver lo bonito que era. Redondito, como le gustaban.

Danny se desnudó por completo y esperó las indicaciones de su entrenador. Daniel se quitó la camiseta y entonces el chaval lo vio. Como para no darse cuenta. Ahí, empujando hacia adelante y hacia arriba, formando una tienda de campaña en los pantalones grises de algodón, el pollón de Daniel apuntaba maneras. Daniel se los bajó. No llevaba calzoncillos. Por primera vez el alumno pudo ver la polla de su maestro de una forma en la que jamás la había visto.

Le encantó la forma, larga y bonita. Le fliparon los huevazos que le colgaban entre los muslos. El entrenador colocó una mano detrás de su cabeza, con la otra se agarró el rabo y dio un paso hacia adelante. Cuanto más cerca tenía el pene de la boca, más se le abría. Era la naturaleza llamando a la puerta. Daniel se subió al banco, puso la carita de Danny mirando hacia arriba y le penetró la boca forzando su garganta.

Danny miró hacia arriba con el rabo casi impidiéndole respirar. Miró la cara del entrenador. Estaba serio, concentrado en lo que le estaba haciendo, flexionando las rodillas, forzando para metérsela cada vez un poquito más. De vez en cuando la sacaba para que Danny se la chupara y la dejara ensalivada, la paseaba por encima de sus morros, por sus napias, por su frente y parecía divertirse con ello.

Le hizo ponerse de pie mirando hacia la pared, junto a las taquillas, con las piernas separadas. Sintió su polla dura, caliente y grande acariciando una zona que le hacía el ser más feliz del mundo, entre sus nalgas. Qué sensibilidad alcanzaba en ese lugar. Extrema. Daniel acopló la punta del rabo en el ojete del chaval, empujó con las caderas y comenzó a hundir el rabo sin condón, descubriendo lo apretado que tenía el agujero.

Le metió una buena folladita y luego le dio la vuelta para descubrir que al chavalito se le había puesto bien dura. Agarró una de sus piernas, la alzó, dejó de nuevo su culo al descubierto y se la calzó de lado. En esa postura, los dos de pie, podía respirar su aliento, escuchar sus gemidos, ver sus ojazos claros, sus mejillas sonrojadas por el cerdeo, ese torso musculadito.

Por su parte Danny estaba empezando a profesar amor eterno a su maestro. Esas canas le ponían cachondo, los ojos de Daniel, la forma en la que lo miraba con tanto deseo, su sonrisa embriagadora. Siguieron follando en el banco. Danny jamás había estado tan abierto de piernas como en ese momento. Daniel empujaba sus muslos hacia arriba con las manos mientras hundía su enorme polla dentro de su mullidito ojete cargado de vicio.

La polla bien profunda, los huevos calientes rozándole el culo. A Danny le salió la leche a chorro y se corrió encima. La lefa decoró sus abdominales sudados y le resbaló por el costado. Daniel salió de su interior, se puso de pie y empezó a pajeársela apuntando hacia su cuerpo. Un reguero de lava blanca empezó a brotar de su pene, de repente un chorrazo largo, más lava, como si se estuviera tomando su tiempo y después un estallido de placer, un lefazo tremendo que salió disparado jodiéndole toda la cara.

Danny miró hacia abajo. El entrenador le había dejado el cuerpo lleno de leche. Su six-pack estaba lleno de calcio. No había visto correrse a un hombre así en su vida, como si la corrida fuera lo último que estuviera haciendo en su puta vida, soltando tanta lefa. Danny seguía abierto de piernas, incapaz de cerrar el ojete del culo, cuando Daniel se inclinó hacia él y le besó. Sintió su aliento, el roce de sus labios y de su bigote canoso. Cuánto placer.

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