Eran apenas tres horas lo que tardaba en limpiar el edificio, pero el conserje Luciano muchas veces no podía aguantarse a llegar a casa, aparte de que le gustaba pajearse en lugares públicos, siempre con la incertidumbre de si alguien podría verle y porque la idea de cascársela en los baños de chicos a solas, mirando los retretes, imaginando montones de hombres desfilando por ellos, sacándoselo los rabos de las braguetas, era algo que le ponía realmente cachondo.
Fue mirarse en el espejo, tan guapo, con el pantaloncito azul marino ajustado y ese polo blanco que le sentaba tan bien a la tez morenita de su cuerpo y cayó en la tentación. Fue un alivio pasear la mano por su pija larga y caliente mientras con la otra pasaba nervioso las fotos de tios buenos. De repente la puerta del baño se abrió. Por lo visto no estaba solo en el edificio como él pensaba. Axel Rockham se había quedado trabajando hasta tarde y le acaba de pillar en plena acción.
Lejos de hacérselo vergonzante, Axel sonrió al verle y le dejó intimidad. No era el único chico que se la cascaba en los retretes, él también lo hacía. Luciano se vio en la obligación de excusarse, así que fue hasta la oficina de Axel sin saber muy bien qué decir. Axel se fijó en que el chaval todavía estaba empalmado. Se le marcaba un buen bulto apuntando hacia el bolsillo de sus pantalones. Preguntó al conserje si ya había acabado con su «tema» y Luciano tuvo que reconocer que no, además de que se le estaba poniendo todavía más dura al ver a ese macho empotrador que tenía delante todo trajeado y potente.
Para su sorpresa, Axel le echó una mano y él se dejó. La manaza fuerte y grande de Axel le despojó del botón de los pantalones, le abrió la bragueta, bajó sus calzones y le manoseó la polla. Como si fuera una olla a presión, el amor de Luciano aumentó por momentos hasta acabar perdidamente pillado por ese tiarrón. Le comió la boca, le despojó de la camisa chupándole el pezón de los pectorales y se dieron al vicio.
Luciano se tumbó en la mesa con la cabeza colgando hacia atrás al borde. Axel le folló la boca estampándole las pelotas en todas las napias. Luego el chaval se puso cariñoso y le entregó su culito. Fue un placer cogerlo entre sus manos y darle un repaso con la lengua antes de cepillárselo como si no hubiera un mañana. Cuanto más gemía el cabroncete, con más fuerza le propinaba.