Bastian Dufy y Charlie Bogard cruzan pajas masturbándose sus grandes y hermosas pollazas sobre la hierba | Bel Ami Online
Al ver llegar a su partenaire Charlie Bogard más allá del bosque, pasando con cuidado y casi de puntillas por una pasarela de madera que hacía de puente sobre el arroyo, a Bastian Dufy le vinieraon a la cabeza dos películas que había visto recientemente, la del lago azul y la de Tarzán, solo que aquella podría decirse que erta una versión para adultos, sin hacer uso del taparrabos, pues su compañero venía completamente en pelotas.
Lo primero en lo que se fijó, pues era obvio, fue en su entrepierna. En estado flácido tenía una pija bien larga y lo que la hacía más apetecible si cabe era la frondosa selva de pelazos negros en su base. Al acercarse, los dos tremparon al instante y descubrieron que sus miembros viriles no estaban muy lejos el uno del otro. Tenían buenas lanzas, largas y bien gruesas.
La de Charlie parecía más grande, quizá porque el grosor de su pene aumentaba a medida que se acercaba al cipote y eso hacía que pareciera más pesada, sobre todo por su pedazo de capullo, uno con el que someterse a una buena sesión de leñazos en toda la cara. A pesar de que Bastian gozaba de un buen trabuco, se dejó sorprender por el de su nuevo amigo de aventuras y durante un buen rato no paraba de mirarlo, de pajearlo y observar todas sus bondades.
Cruzaron pajas y, saciado el apetito de tocar el pene de otro tio, jugaron un rato sobre la hierba. Se acariciaron las rajas en los glandes dejando los ojos en blanco, se pusieron a cuatro patas para dejarse ordeñar y para demostrar cómo latían sus casi virginales agujeritos antre la irresistible amenaza de unos dedos que no llegaron a meterse dentro y acabaron uno al lado del otro, cada uno machacándose la suya, vertiendo la leche blanca sobre sus desnudos y marcados abdominales, dejándolos en una situación perfecta para que llegara alguien y relamiera todo ese semen hasta dejarlos limpitos.