Se podría decir que a Allen King no le gustaba ver el fútbol por la tele, pero que lo hacía para estar en compañía de sus amigos, en especial por estar cerca de uno de ellos en concreto, de Malik Delgaty, al que cada vez que veía se le revolucionaba todo el cuerpo. Él no quería llamarlo amor, pero si se ponía a rebuscar en el diccionario de sus anteriores conquistas, eso se le parecía mucho.
Era un conjunto de cosas las que le excitaban. Su cara atractiva, su percha, que cualquier cosa que se pusiera le sentaba genial gracias a ese cuerpazo corpulento y cachas. Allen dio las gracias al que había diseñado las camisetas de béisbol con mangas de otro color, porque ver unos biceps bien ceñidos a ellas no estaba pagado ni con todo el oro del mundo.
Minuto a minuto el suelo del salón donde estaban viendo el partido se fue llenando de restos de comida, de latas arrugadas, los chicos se pusieron cómodos, algunos quitándose las zapas. Estaban como en casa. A ambos extremos del sofá, dos colegas concentrados en la pantalla y Allen encontró el momento para lanzarse. No sin miedo a ser rechazado, posó una mano sobre el muslo de Malik y se lo acarició por la parte interior.
Dios, estaba tan cerca de posar la mano en su paquete que estaba temblando de las ganas de hacerlo. Con lo bien que se le marcaba y lo voluminoso que era. La respuesta de Malik no tardó en llegar. Al momento se relajó y se llevó las manos a la cabeza a la vez que se echaba un poco hacia atrás en el sofá para alejarse del foco de los dos amigos que tenían a los lados. Allen introdujo la mano por sus pantalones descubriendo que no llevaba calzones y empezó a tocarle la polla por debajo.
Cada vez más dura, más larga, más grande. Menuda barra de carne. Allen estaba empinando también tocando esa pollaza. Iba a ser difícil mamársela sin que esos dos se dieran cuenta, así que puso como excusa que se iba a preparar unos snacks a la cocina. Malik le siguió, levantándose con serios problemas entre las piernas, nada que un poco de habilidad masculina no pudiera resolver para que otros no vieran que iba empalmado. Culete hacia afuera y hacer como que se agachaba. De esa forma sorteó al último de sus amigos y se encontró con Allen en la cocina.
Qué caliente le había puesto ese cabrón. Le abrazó por detrás restregándole todo el pollón por el culo, comiéndole la oreja. Los dos gimieron al unísono de auténtico placer. Malik le sacaba casi una cabeza y eso le ponía cachondo, chavales menos corpulentos que él, manejables, viciosos. Allen se agachó enseguida, parapetado por la encimera de la cocina, le bajó los pantalones del equipo, descubrió su grandísima verga y se la empezó a cocinar metiéndole una buena mamada.
Antes de chupársela como un condenado, le levantó la camiseta hasta los pectorales. Chupar, mirar hacia arriba y ver ese cuerpazo cincelado y musculoso era una orgía de sensaciones que le despertaba todos los sentidos. Polla en barra y huevos. Se lo comió todo. Menudo pito largo y gordo. Más de una vez se la sacó de la boca jadeando como un perro sediento después de colársela por la garganta.
Que puto vicio de polla, que cada vez estaba más tiesa y más dura. Se la tenía completamente chupada y llena de babas. Malik le cogió de los pelos y le obligó a tragar a fondo. Allen le succionó los huevazos, dejando que esa pirula caliente y enorme se paseara por encima de su carita guapa y sonriente, deslizándose por su nariz, por su frente, por sus mejillas, sintiendo la erección de Malik en todo su esplendor.
Los chicos reclamaron sus palomitas desde el salón. Allen se las sirvió por detrás del sofá. Ninguno de los dos estaba preparado para volver a sentarse junto a ellos. Se les notaba demasiado y ya iba a ser imposible esconderlo. Al ver a Allen inclinado hacia el respaldo del sofá, con el culito en pompa, a Malik le entraron los siete males.
Le bajó los pantalones, se sacó el arma y se la coló por el agujero del culo sin condón, atravesándole el ano con todo su miembro a pelo. Las vistas de ese culazo blanco y redondito se la ponían bien dura. Allen sintió la fuerza de esa polla enorme perforándole por dentro. Dolía, vaya que sí, pero daba mucho gustito y estaba deseando que no parara. Eso sí, tener que contener los gemidos para que los dos colegas no le escucharan, estaba siendo lo más difícil.
Cuando Malik metió el turno y comenzó a destrozarle el culo a pollazos, ya no pudo contenerse más, dejó de reprimir los gemidos, el bol de palomitas empezó a rebotar en sus manos echándolas todas encima del sofá y aquellos dos se dieron cuenta de que estaban follando delante de sus narices. A ver, no eran tontos, suponían que entre esos dos algo iba a pasar, pero no de esa manera. Les sugirieron que se fueran a otro lugar a follar tranquilamente.
Así lo hicieron. Cruzaron el pasillo hasta llegar a la habitación. Allen delante, meneando su culete. Malik detrás, con los mofletes sonrojados, deseando pillar de nuevo. Los dos con las pollas bien duras. En cuanto Allen cruzó la puerta de la habitación, se tumbó en la cama bocarriba abriéndose de piernas y se entregó a Malik, que le cogió con fuerza de los muslos atrayéndolo hacia el borde del colchón, dobló un poco las rodillas, dirigió su misil y le enchufó toda la polla dentro.
Empezaron suave y con mucho tacto, si se puede considerar suave que te metan una barra enorme y bien dura por el culo, pero al menos Malik se estaba comportando como un caballero, dando tiempo a Allen a que se acostumbrara al tamaño de su descomunal rabo y a las vistas de su cuerpazo bien cachas. La cosa cambió a los pocos segundos, cuando Malik subió una pierna a la cama y empezó a empujar con una fuerza desmedida, perforando el ojete de Allen sin compasión, haciéndole un buen agujero en el culo con el sello de calidad de su polla.
Para Malik ese culo era el paraíso. Poder posar sus manos en las nalgas y tenerlo en su poder, le hacía sentir hombre. Le puso a cuatro y le reventó por detrás. La polla, los huevos, iba con todo. Tenía a Allen completamente dominado, le estaba pisando la cabeza con el pie para que no la levantara, ahí, retozando sobre las sábanas, arañándolas, intentando escabullirse en vano, gimiendo como una putilla, como un ratón que no tenía escapatoria. Toma rabo!
Allen tragó lo que no estaba escrito y aún así el cabrón no se saciaba con nada. Pilló a Malik con el pie cambiado cuando le sugirió sentarse sobre su cara y follarle la boquita. Madre mía que pedazo de vistas tuvo Allen encima de él cuando ese culazo de futbolista tan grande y redondo, tan musculoso y masculino, con unas buenas bolas entre las piernas y ese fornido pollón fueron bajando hasta su cara y lo tuvo todo a tiro para cerdar de lo lindo. Eso sí que era bufé libre y lo demás eran tonterías.
Malik se tumbó en la cama y enderezó su pirula. Allen se sentó encima, dejando caer el peso de su cuerpo, insertándose ese enorme pollón a pelo y se lo cabalgó. Malik no se quedó quieto, participó trincándoselo desde abajo. La postura le llamaba a voces. Poder correrse encima de ese cuerpazo y rociarlo con su leche sería todo un placer. Con orgullo, se pajeó el rabo y dejó caer su semilla sobre el six-pack de ese campeón.
Anduvo atento y alerta. En cuanto Malik pronunció las palabras mágicas, se retiró el pene del culo y se apresuró a acercar la carita a él, boca abierta y lengua por fuera, a la que fue a parar una buena dósis de leche caliente. Allen le chupó todo el pito corrido. La lefa colgaba de sus labios. Lanzó una mirada cargada de vicio a Malik mientras le chupaba el pollón, mientras los lefotes le colgaban de los morros. Al fondo sonó el pitido del final del partido. Los chicos vinieron a la habitación para celebrar la victoria de su equipo. Malik recomponiéndose, con su cipote todavía rezumando semen, Allen con la polla bien dura todavía y los otros dos desnudándose para continuar la fiesta.