Andrew Delta es blanco de un gang bang y de las múltiples preñadas de Adam Snow, Devin Franco, Dylan Hayes, Eddie Patrick, Jordan Starr, Milo Miles, Sean Xavier y Teddy Graham | Cum Dump Sluts

Andrew Delta Cumdump #1

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Tan nerviosos como un esposo primerizo que ha esperado hasta le matrimonio, que lo va a hacer por primera vez y le tiembla el pulso a la hora de retirar las braguitas de su chica, así estaban Adam Snow, Devin Franco, Dylan Hayes, Eddie Patrick, Jordan Starr, Milo Miles, Sean XavierTeddy Graham alrededor de Andrew Delta, todos deseando hacer cositas bien cerdas con él desde que Jordan se encargó de ser el primero en bajarle los calzoncillos y dejarle a cuatro patas sobre el sofá.

Se habían puesto todos de acuerdo en el color de la ceremonia de iniciación al gang bang. Andrew iba con unos gayumbos ajustados de color gris que le hacían de pijama, llegándole hasta los tobillos, tan fino que se le marcaba el paquete y el redondito culazo que enamoraba. El resto de chicos llevaban pantalones de chándal grises, de esos que no podían esconder una buena erección por el camino.

Las manos de Jordan y también su tieso, largo y descomunal rabo, eran las manos del resto de chavales, que casi podían sentir el tacto de ese culito redondo, suave y blanco que ahora su alter ego acariciaba con pleitesía. Ellos no podían hacer de momento otra cosa que tocarse, tocarse a fondo, metiendo las manos por debajo de los pantalones y tocándose las pirulas que estaban empezando a ponerse juguetonas.

Y eso que todavía, por el lugar en el que estaban frente a Andrew, no habían visto lo que Jordan estaba viendo en ese momento, esas piernas entreabiertas, sus huevetes colgando entre ellas y un agujerito rosáceo que le ponía cachondo. Lo rozó con la yema de sus dedos sintiendo el calor que desprendía y paseó el rabo por encima de sus nalgas jugando a un juego extremo que le llenó las pelotas.

Tuvo el honor de ser el primero en metérsela. La barra dura y venosa atrapada en esa pared cilíndrica que estaba muy pero que muy apretada. No retrocedió ni un sólo centímetro hasta tenerla casi toda dentro, hasta que los pelitos de sus huevos rozaron sus nalgas. Andrew miró hacia atrás, observando la cara y el torso del hombre que se estaba metiendo dentro de él.

Se lo folló a fuego lento, disfrutándole. Si quería dar indicaciones al resto de chicos del buen rato que iban a pasar ahí dentro, lo había conseguido. Estaban ya todos con las pollas fuera, bien largas y duras, echándose los brazos por encima de los hombros como una buena pandilla de colegas que hacen cosas juntos, en equipo, alguno que otro tocando cosas que no debiera, que no le pertenecían.

Tener ante él a otros siete chulazos de cuerpos musculosos y atléticos, tan bien dotados, otras siete pollas que iban a meterse dentro de su agujero, ver a todos excitados, pajeándosela, le ponía cachondo. Jordan empujó fuerte y le crujió a pollazos, haciendo que el plas plas del golpeteo de sus caderas contras las nalgas irrumpieran en toda la estancia, en la que apenas había susurros y gemidos apagados.

La primera preñada se quedó bien dentro de su ano. Culpa de ello era lo larga que Jordan la tenía. Se quedó un ratito más follándoselo hasta que la sacó toda reluciente, sonriendo y retirándose para que pasara el siguiente. Devin, el más veterano de todos, tomó el relevo. Andrew se acarició el muslo al verlo llegar, observando su polla lubricada y magnífica.

Los ojos en blanco al sentirla toda dentro. Con esa nueva penetración, la leche que antes le había dejado Jordan salió hacia afuera, dejádole un reguero de lefa blanco resbalando por el muslo. Dos estocadas más tarde, Devin también se corrió dentro. Andrew se le quedó mirando. Le apasionaba ver los gestos de la cara de los tios cuando soltaban la descarga. Le dio dos golpecitos en el pecho en señal de agradecimiento por rellenarle el culo con su leche.

Por el agujero de su culo ya brotaba un manantial y eso que aún quedaban seis. Adam fue el siguiente en la lista. El tio con barbita la tenía mucho más gorda que los otros dos cabrones, así que la notó como si fuera nueva, ensanchándole más el agujero. Hizo algo que los otros no habían hecho y le encantó, abalanzarse sobre su espalda, abrazarle por detrás, mirarle con esos ojos seductores mientras se la metía a pelo.

Adam no sólo era buen amante y follador, sino un minero de pro. Se fijó en que cada vez que la sacaba, brotaba lefa del ojete y lo utulizó a su favor, metiendo la puntita, sacando oro y volviendo a meterla. Dejó que saliera casi toda la leche de los dos tios anteriores antes de meterla y empezar a follárselo. Como el resto, se dejó llevar y le dio por culo sin compasión antes de correrse dentro.

Conservó los ojos abiertos pero con la mirada perdida al soltar la leche en su interior y se dejó vencer por el gusto apoyando la frente en la espalda de Andrew, que no sabía si consolarle o darle las gracias. Sacó su gordísima e hinchada polla del culo lentamente y al retirarla por completo, otro chorro de lefa salió brotando de él. Otro más para sumar a la lista.

Turno para Sean Xavier, el negrazo del grupo y el que más larga la tenía de todos sin duda. Risitas nerviosas al ver su anaconda y cómo se acercaba a Andrew, que miró a los chavales y a Xavier, pensando si todo eso podría caber dentro de su culo. Vaya que si cabía. Ahora fue Andrew el que hundió su frente en el respaldo del sofá al notar todo ese trabuco negro en su esfínter.

Por si los demás no eran suficientemente conscientes del tamaño de ese pollón, Andrew se encargó de decir en alto lo enorme que era. Xavier, además de bien dotado, estaba muy bueno. Andrew le dejó pasar con todo y se enamoró de esas facciones que le resultaban la mar de atractivas y de esos musculazos en tensión al darle por culo.

En una de esas miraditas, le dio el sí quiero. Los dos asintieron rápidamente con las cabezas y una vez obtenido el permiso para hacerlo, Sean Xavier le metió una decena de pollazos a toda hostia y se desvencijó por completo dejando caer la frente en la espalda de Andrew al igual que hizo el anterior maromo, soltando toda la descarga de sus huevos dentro.

Sacó la polla reluciente y larguísima y de nuevo las risitas no tardaron en llegar. Andrew puso cara de no saber cómo había entrado todo eso, pero lo había hecho y no le iba a dar más vueltas, porque Eddie ya estaba a punto de meter su vara larga dentro de él. Madre mía, qué pedazo de pito kilométrico y duro. Parecía que habían pillado la técnica del minero y ahora todos la hacían, metiendo un trozo de rabo, sacando el semen de dentro y volviendo a meterla hasta que se aseguraban un camino limpio pero resbaladizo.

La follada con Eddie fue más una auto follada, porque se quedó quieto y animó a Andrew a rebotar sobre su polla. Fue como clavarse un pedazo de mástil descomunal, culeando hacia atrás y hacia adelante, metiéndose él mismo el rabo. Al final no fue la anaconda negra la que le llevó al límite. La forma firme del pollón de Eddie y su forma de encular cascándole esos huevazos grandes y colgantes que tenía, fue la que más le hizo apretar los dientes y hundir la cabeza en el sofá. Cuando parecía que todo iba a ser un camino de rosas, llegó Eddie y le puso contra las cuerdas. El tio no paró de fusilarle a pollazo limpio hasta que le dejó la quinta preñada. Otro que caía con la frente en su espalda.

El agujero del culo de Andrew ya estaba tan abierto como el ojo de Sauron. Dylan, el benjamín del grupo, ahora tenía que lidiar con un ojete super abierto y con un terreno resbaladizo. Todavía en edad de crecer, no la tenía tan grande como la de sus hermanos, pero no por eso le metió una follada menos interesante. Algo dentro de Andrew le hacía tener un cariño especial por ese chico más jovencito que él.

Sería menos experto que el resto, pero al final todos querían lo mismo. Andre le facilitó la tarea dejándole el culo en pompa hacia atrás, para que lo deseara, para que se pusiera las botas bombeándolo. Sabía que a esa edad uno era feliz viendo un culazo así de irresistible, así que se lo puso en bandeja. Tal y como había previsto, el chavalito no tardó en correrse ante tremenda visión que iba más allá de sus deseos.

Antes de meterla, Milo se inclinó y observó el percal. Ese culazo abierto estaba super apetecible con todas esas corridas dentro y un charco de semen en el asiento del sofá. Agarró a Andrew por la cadera para que se pusiera firme a cuatro y, tras escupirse en el rabo por si toda esa lefa no era suficiente lubricante, enderezó su polla morcillona y le atravesó el ojete.

Todos la tenían tan diferente y le daban tanto placer que Andrew podía haberse pasado horas probando nuevos hombres que quisieran metérsela. A esas alturas, el machaque de las caderas contra el culo mojado ya se dejaba notar. El soniquete ya no era de piel contra piel, era de un chapoteo incesante que alegraba los oídos a todos los chicos.

Si algún tio se hubiera llevado el premio a la mejor forma de cubrir, sin duda ese premio iba a ser para Milo. Su forma de encajar la polla y de follar no tenía parangón. Arremetía con polla y huevos y sus manos se encargaban de mantener a Andrew preso de su ira, atrapándole por las caderas o los hombros. Su cuerpo excitado, temblando, abrazado a él, su aliento de gusto recorriendo su oreja y su cuello y luego su risa tras soltar la corrida.

Ya sólo quedaba uno por cerdear su culazo. Teddy era el más guapo del grupo, el chico con ojos claros que se llevaba a todos de calle. Le encantó ver cómo se agachaba, pasaba la mano entre sus piernas y recogía algo de semen que se había quedado en el asiento del sofá, lo conducía hasta su polla y se la lubricaba. Estos chicos no desperdiciaban nada.

«Joder, ¿acaso eres bailarín?«, le preguntó Andrew mirando hacia atrás, sorprendido por la forma que tenía de contonearse y meterla, tan diferente al resto, tan diferente a como lo haría cualquier hombre normal en la cama. Era un movimiento bien rico, sacando el culete y empoderándolo hacia el frente metiéndole toda la fusta. Después de siete tios dándole rabo, Andrew ya se fijaba en cada detalle que les hacía diferentes a los demás.

Con Teddy desvió la mirada, incapaz de enfrentarse a sus ojazos claros, quizá porque de todos el grupito, era el que más le gustaba. Gritó más que ninguno corriéndose y se dejó rodear el cuello con su brazos musculoso y caliente mientras lo hacía. Se retiró no sin antes acariciarle el trasero y pasar la mano entre sus piernas rozándole los huevos.

Andrew se quedó así como estaba, a cuatro patas en el sofá, el culo bien abierto. Relajó el esfínter y de él floreció la última semilla, un chorrete blanco que cayó de entre sus piernas al suelo. Se fijó en los chicos. Si bien un par ya tenían la minga flácida, la mayoría habían vuelto a trempar y por la energía con la que se pajeaban de nuevo, Andrew supuso que estabann preparados para una segunda ronda.

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