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Especial porno gay vintage: Lo que se llevaba en el porno hace 40 años con «Champs» | Falcon Studios

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Cuando no éramos más que un proyecto en los cojones de nuestro padre, hace cuatro décadas a los tios también les gustaba comer buenos rabos y follar. Hoy, día en que la constitución cumple cuarenta años, nos debemos al porno vintage, a la época del pre-condom y descubrimos cómo era el porno a finales de los años setenta gracias a la peli «Champs» de Falcon Studios, una de las productoras más veteranas.

Cortes de pelo que a día de hoy nos echarían para atrás, caras cubiertas por bigotes de la época, pelo y barba desaliñados y poco estéticos. Era la moda entonces. La mayoría de actores no destacaban precisamente por ser guapos, aunque había algunos que rompían la pana y destacaban sobre los demás de forma sobresaliente como por ejemplo Al Parker, un tiarrón que si hoy día apareciese en una escena con la misma imagen con la que salía en la segunda escena de la peli, nadie podría decir que viene del pasado.

El mismo look con pelo desordenado y barba descuidada, pero el atractivo de su cara estaba fuera de toda lógica. Su compi de escena Craig Ryan dio buena cuenta de él llevándoselo a un lugar inhóspito en el coche donde pudieran disfrutar de sus rabos y de sus cuerpos en plena naturaleza. Y Al de rabo iba más que sobrado. Un pollón gordísimo, extremadamente largo, muy venoso para los más expertos mamones y con unas buenas pelotas cargadas de leche.

 

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Durante muchos años como bien sabéis, se ha llevado tener el cuerpo depilado, pero por fortuna los tios peludos se han vuelto a poner de moda. El poder de los machotes de pelo en pecho ha regresado con toda su fuerza y a muchos de los pipiolos que empiezan a flirtear con el sexo les encanta comer rabos hasta las trancas, dejando que los pelánganos fuertes, robustos y negros de una base de polla peluda se les metan por las narices, lamer unos sobacos masculinos o deslizar sus morros por un torso velludo.

Como veis, la cosa no ha cambiado mucho. Se llevaba el cruising, lo de ir en coche y darse el lote donde nadie pudiera juzgar la sexualidad de cada uno y el tragar pollas forzando la máquina, metiéndose buenos pepinacos hasta el gaznate. Dick Fisk y Sky Dawson demostraron con la apertura de la peli que los bigotes en los tios proporcionaban una fuente de placer infinita cuando se trataba de comer culos. Unos culos con entradas muy peludas que otorgaban ese mismo placer a unas desprotegidas pollas.

Si ahora os mola la triple comilona, eso de poner a un tio con el culo en pompa y comerle todo lo que tienes a tu alcance, rabo, huevos y agujero, con un repaso de lengua, que sepas que a los veteranos de guerra también les gustaba hacerlo a todas horas.

 

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Escapadas a la naturaleza, mamadas en el coche. Te preguntarás el por qué de estas localizaciones como apartadas del mundanal ruido. Pues porque en aquella época decir que te gustaba chupar pollas no estaba bien visto y la única forma que había de cumplir tus fantasías con otro chico sin que nadie se enterase, era hacerlo en lugares íntimos o alejados donde nadie pudiera descubrirte.

El copiloto chupándole la verga al conductor, como Vince Clark y Bill Adams, dándose de cabezazos contra el volante si este la tenía considerablemente grande (la polla me refiero, no la cabeza, que también). Ahora puede parecer morboso, pero entonces era casi una necesidad, sobre todo si estabas casado o con novia y hacías escapadas furtivas para probar el sexo contrario que también era lo que te molaba. No, no era tan fácil decir lo que te gustaba.

 

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Como mucho, si no tenías coche como Tony y Will Seagers a lo mejor que podías aspirar para enrollarte con tu compi del instituto era a que tu madre saliese a la compra mientras tu padre estaba trabajando, llegar a casa y zamaparte una polla en lugar de la merienda, siempre alerta y vestidos por si se abría la puerta y había que levantarse los vaqueros rápidamente. Porque lo último que querías es que tu madre te pillara comiendo un rabo.

 

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Por si tenías la sensación de que con el paso del tiempo y la llegada de nuevos actores la media del tamaño de los rabos en los chicos desde entonces hasta ahora se había incrementado, no tienes más que ver el tamaño de estos miembros para conocer la respuesta. Siempre ha habido y habrá pollas más grandes y más pequeñas, pero de lo que no cabe duda es que en el porno vintage había suculentas trompetas y eso que iban acompañadas de un espeso bosque.

El onanismo, el cinco contra uno, la masturbación, una gayola, pelarse el rabo, la paja. Hay modas que no pasan y los hombres seguimos buscando el placer rápido de la misma forma que hace años y que hace siglos. Transmitida de generación en generación en las aulas, en los vestuarios, entre los amigos, la técnica de envolver tu polla con la mano y deslizar su piel hacia arriba y hacia abajo hasta que te invade esa sensación de gusto inconmensurable acompañada de la leche que empieza a salpicarte y embadurnar tus dedos con un líquido calentito, está a la orden del día.

Aunque lo común es antes de irse a dormir, la mañanera o en la soledad de tu habitación, a veces la necesidad de cascártela puede surgir en cualquier parte. Tom Hartung puso el brindis final a la peli con un solo de chófer en una paradita de camino a casa explorando su cuerpo y su sexo. No olvidemos que una paja no es sólo el hecho de calmarse el picor de rabo, sino una forma de conocerse a uno mismo y descubrir lo que le gusta.

 

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Campeones melenas, bigotudos, peludos, de pollas largas, anchas y venosas, nalgones velludos y con tremendos bosques en la base del rabo. La estética ha cambiado en parte pero no lo básico. Seguimos siendo esos putos cerdacos a los que les gusta comerse una polla hasta colársela por la garganta, nos dedeamos el ojete, nos gusta sentir el raspado de unos morros con barba abriendo nuestro agujero del placer y nos pajeamos como monos.

Pero… un momento. ¿Y la leche? ¿Qué pasa con la leche? Pues espesita y grumosa gustaba y seguirá gustando siempre igual. Que otro tio te la suelte sobre el cuerpo, sacar la lengua y lamer ese último lingotazo blanco, cerrar los ojos y sentir cómo chorrea y se desliza por tu cara. El sudor y la recompensa de los cojones de un hombre es siempre un placer bien recibido. Cosas que no cambian.

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