Santa Viktor Rom y su fiel acompañante Thomas Sex van a la cama de Gastoncito y Luciano, se follan sus culitos sin condones y les lefan las boquitas con unas abundantes dósis de leche
Santa Claus is coming to my bed
Seguro que muchas veces te has ido a acostar pensando que te mereces mucho más de lo que recibes a cambio de todo lo que haces. Con esa idea en la cabeza y cargaditos de ilusiones, Gastoncito y Luciano se fueron a dormir una de las noches más mágicas del año, sin echarse la manta por encima, con sus jersey de punto para la ocasión pero desnuditos de cintura para abajo, elevando una pierna sobre la otra para dejar el culito abierto, deseando que esta vez fuera real y que el Santa Claus de los empotradores Viktor Rom se dejara caer por su casa, a ser posible con la compañía de su fiel Thomas Sex, para follarle el ojete a los dos.
No podían pegar ojo, en especial Gastoncito, que regresó a su yo niño del pasado y se llegó el dedo gordo como un chupete a la boca, esperando que esa noche pudiera cambiarlo por lo que siempre había deseado. Santa Claus de los empotradores sólo acudía a las casas de los más cerdetes. Era imprescindible dejarle el culo a la vista y la luz encendida. Se decía que él y su acompañante se detenían para ojear y elegir a los mejores y que se pasaban toda la noche de nochebuena follando culos por todo el mundo. ¿Serían ellos los elegidos ahora que ya eran mayores de edad y sus cuerpos se habían formado como los de un hombre hecho y derecho?
Gastoncito sintió el aliento de Thomas respirando cerca de su culo. Luciano vio el gesto que hizo Viktor a Thomas con las manos, diciéndole que allí tenían un par de culos impresionantes. Thomas se bajó la bragueta delante de la cara de Gastoncito. Viktor se bajó el pantalón de Santa dejando rebotar su pedazo polla grande y morena. Por fin los dos amigos pudieron dejar de usar sus dedos gordos como chupete, cambiándolos por dos hermosas pollas calientes, duras y grandes.
Chupa que te chupa, hasta los huevos, soltando alguna que otra arcada al sentir los rabos penetrando por sus gargantas, cada uno por su lado, en medio de ellos el osito de peluche se moría de vergüenza o quizá de envidia. Luciano se encargó de empapar a tope de babas el pollón de Viktor, metiéndole un agraciado repasito entre sus labios, gozando de su empalmada y se su gordísimo polloncete. Gastoncito se descubrió a sí mismo como todo un tragón. Tenía tantas ganas de comer pollas que se atragantó en el intento.
Lo siguiente que descubrieron es que Santa Viktor y su fiel acompañante eran expertos en hacer sentir cosas especiales a los chicos a los que elegían. Sus manos calientes separando las nalgas, escupitajos certeros directos a los ojetes, lenguas ávidas con las que les relamían toda la raja y el agujero dejándoselos húmedos y mojados. Los dos ya estaban con el culete en pompa, los huevos y las pichas colgando.
La comida de culo fue magistral. A Santa le gustaba tanto comerlos que llevó a Luciano a un estado de sumisión inaudito. Luego llegó el calor y la dureza de un buen par de pollas resbalando por las rajas de sus culos, intentando penetrarles sin condones esos agujeritos tan apretados. Luciando ya estaba casi completamente abierto a todo y enseguida se tragó la de Viktor, pero a Gastoncito, que tenía el culito bien estrechito, le costó lo suyo.
Esos culitos eran los mejores. Thomas se envició con él y le atracó con la polla. Se subió encima de la cama, le cubrió por completo por detrás y se la metió hasta hacerle rebotar los huevos una y otra vez en el pandero. Sabía que esos agujeros eran los más tragones y placenteros y nunca fallaba en su predicción. La habitación que hasta ese momento había sido la de dos adolescentes, esa noche se convirtió en la de dos hombres.
El sonido del plas plas de las caderas y los huevos contra las nalgas, los gemidos y gritos incontenibles de tanto gusto y los gruñidos de Santa y su aliado, campabas a sus anchas entre las cuatro paredes. Santa ya rebotaba de vicio sobre el culo de Luciano. Thomas tenía los huevos cargadísimos de leche, enormes y no paraban de rebotar también sobre la raja del trasero de Gastoncito.
En apenas unos minutos, ya tenían los agujeros rojos y abiertos, preparados para el intercambio. Gastoncito recibió la de Viktor y Luciano la de Thomas. Se preguntaron si antes de ellos había habido otros esa noche, si después de ellos habría más que gozaran de esas pedazo de pollas ardientes. Esos dos eran unos folladores de culos incansables y no se conformaban con penetrar, arremetían con toda su fuerza y buscaban posturas imposibles.
A Gastoncito jamás le habían abierto el culo como esa noche. Santa giró como un avión sobre su culo y se quedó mirando hacia el lado contrario, encajándole la polla del revés. Gastoncito la sintió como nunca rozándole la próstata y llevándole a un paraíso del que no quería regresar jamás. Y no era precisamente el del Polo Norte, sino un lugar caliente y lleno de amor, lo más parecido a una playa de aguas prístinas y cálidas.
Gastoncito echó una mirada a su amigo Luciano. Ahora estaban los dos bocarriba en la cama y tanto Thomas como Viktor les tenían las piernas cogidas como jamones, juntándoselas y follándoles los ojetes todavía más apretados. Volvieron a intercambiarse. Sólo llevaban ya puestos los gorritos, pero en la cabeza, porque en las pollas no tenían, se las estaban metiendo a fondo y sin condones. No paraban ni un segundo. Sus cuerpos bañados en sudor, soltando gemidos de gusto desgarradores cada vez que les perforaban el ojal.
Eso de que a Santa había que dejarle un vasito de leche no tenía lugar cuando se trataba de Santa empotrador. La leche se la iban a comer ellos. Viktor metió la polla en la boca a Luciano. Thomas hizo lo propio con Gastoncito, que se llevó la primera dósis. Cuando el rabo salió de su boca, la abrió y le salieron babas de leche, pegajosas, que se reistían a despegarse entre sus labios, su paladar y su lengua. Le limpió toda la pija a mamadas, dejando que toda esa lefa le fuera cayendo por la barbilla.
Luciano depositó el semen de Santa Viktor sobre su santa polla, toda blanca y grumosa. De la lengua a la polla, goterones que caían por su barbilla, por el lateral de ese inmenso rabo poderoso y potente. Se quedaron un buen rato gozando de esos rabos todavía erectos y de toda la leche que les habían entregado. Tras ese polvo, Santa Viktor y su fiel acompañante les echaron otros polvos para que lo recordaran todo como si hubiera sido un sueño, aunque ellos sabían que todo había sido real. Con los cojones descargados, se fueron a por otros culos, de otros mundos, que volvieran a sacarles la leche como habían hecho esos dos viciosos.