Greyson Myles cumple su misión devorando el largo y enorme pollón de Ryan Sebastian y regalándole su virginidad | Missionay Boys
Double Wide Part 2
Unos minutos más tarde, Greyson Myles recordaría el momento en que Eddie le soltó la mano cuando Ryan Sebastian se lo llevó dentro de la caravana. Lo recordaría como el momento exacto en que se rompió el vínculo que lo unía a una relación paternal y lo dejaban volar para convertirse en un hombre de provecho. La misión solo tenía un fin. Ese fin era reconvertir a la fe a esos tios perdidos de la mano de Dios y Greyson estaba a punto de pagar ese sacrificio ofreciendo a cambio su virginidad.
Ese hombre se lo llevó dentro y lo sentó sobre una cama deshecha. Todo allí olía a leonera. Ryan se desnudó al otro lado de la caravana, mirando al chico de soslayo de cuando en cuando. Greyson también le devolvía la mirada, solo que al ver cómo Ryan iba perdiendo prendas de ropa, le entraba algo de vergüenza y se le sonrojaba la cara. Ya había visto antes a chicos desnudos en las duchas y, aunque sentía atracción por ellos, la ocultaba a toda costa.
También había sentido sus miradas, como las que ahora le lanzaba Ryan, esas que se sostenían más de tres segundos, miradas de atracción que él prefería creer que no significaban nada. Ryan se dejó los calzones puestos, pero para lo que hizo después, ya se los había podido quitar, porque estaba empalmado y la tenía tan larga que se le salía por encima de la goma de los gayumbos.
Fue la primera polla en erección que el jovencito Greyson veía en su vida, después de la suya. A cada paso que Ryan daba hacia él, le parecía más grande y hermosa. Ryan se sentó en la cama y Greyson se mantenía tenso y nervioso sin saber muy bien qué debía hacer para cumplir su misión. Se suponía que era Eddie el que se iba a encargar de todo el asunto.
No hizo falta mucho tiempo para que Ryan se diera cuenta de que ese chaval era virgen, pero virgen total. Podía habérselo follado a la fuerza, haberlo desnudado, tomar su culo en posesión, preñarlo y largarlo por la puerta, pero había algo en los ojitos y la inocencia de ese chaval que le hicieron sacar su vena paternalista. Decidió seducirlo y enseñarlo, convencido de que era el sino de un hombre mostrar a otro el camino del sexo.
Se bajó la goma de los calzones hasta dejarla debajo de los huevos, se cogió la barra y se la empezó a masturbar sin dejar de mirar al chaval que esta vez ya no desviaba la mirada, sino que la mantenía bien viva observando cómo la mano tatuada de Ryan subía y bajaba por el miembro a un ritmo acompasado. Ryan animó al chaval a agacharse y poner la cara entre sus piernas. Le prometió que su cuerpo era sabio y sabría que hacer.
Y efectivamente, como si de repente todo su ser fuera un libro de sabiduría humana, a pesar de que Greyson jamás había hecho aquello, sus manos se dirigieron a coger la polla y los huevos, su boca se abrió sola, se la metió dentro de la boca y empezó a mamar. Por instinto siguió jalando y cuando escuchó el gemido de placer de la boca de Ryan, sabiendo que le gustaba cómo lo hacía, le puso más empeño.
La polla cada vez más larga, más gorda, más dura, con las venas marcadas. Ryan había iniciado a algunos chavales, pero no recordaba a ninguno que se la chupara de esa forma tan especial. Este hasta se animaba a tragar más de la cuenta. Sonrió, se relajó y se dejó hacer, sorprendido por la capacidad del ser humano para retener en su ADN la información de cómo se debía comer una buena polla.
No sólo fue la polla. ¿Dónde cóño había aprendido ese chaval a comer los huevos de esa forma. Se los metió uno a uno en la boca y, sosteniendo la mirada a Ryan, los succionó antes de devolverlos a su lugar. Menuda putilla tenía entre las piernas. Greyson se desnudó delante de él, pues ahora sabía cómo hacerlo. Se dejó sólo puestos los calcetines negros ejecutivos y la corbata también negra destacando sobre su cuerpo musculado y atlético. Por un momento Ryan se preguntó cómo diantres les alimentaban para estar así de buenorros. Se fijó en el delicioso culete del chaval, en sus pectorales, en cómo se le marcaban los abdominales.
Estaba tan rico que no pudo contenterse. Le cogió por las caderas, lo sentó sobre sus piernas y le atravesó el culo con la polla metiéndosela sin condón. Acababa de desvirgarlo. El simple hecho de pensar en lo que acababa de hacer, le infló las pelotas de semen. Pero no podía perder el control tan fácilmente. Respiró hondo y se dedicó a disfrutar de ese momento, admirando ese rico culito subiendo y bajando, tragándose su rabo entero.
Normalmente los culitos vírgenes había que trabajárselos, pero el de Greyson parecía que había nacido para eso. Su primera polla, bien larga y gruesa y devorando de esa manera. A Greyson le estaba gustando mucho esa vertiente sexual que se abría para él. Hasta ahora sólo había conocido las pajillas en la soledad de su dormitorio y ahora estaba abierto de piernas, saltando sobre el pollón de un desconocido, de un descarriado al que estaba llevando por el buen camino regalándole la virginidad de su culo.
Estaba deseando salir de la caravana y contárselo a Eddie, que seguro estaría orgulloso de él.
Saciado el apetito, habiendo desvirgado ese culete, Ryan necesitaba ver el agujero que le había hecho. Puso al chavalín a cuatro sobre la cama, le separó las nalgas y flipó. Era el culo más bonito que había visto en su vida. Redondito, suave, con un ojete que se asemejaba un poquito a la apariencia de un coño peludo. Ryan se lo trabajó con la lengua, le dio saliva y dedo, escuchando la dulce melodía de los gemiditos de Greyson que se deshacía cada vez que sentía algo rozándole el ojete.
Se levantó, se agarró la polla enorme apuntándola hacia la entrada de ese portentoso culazo, con la otra mano cogió la corbata que todavía estaba anudada al cuello del chaval, tiró de ella obligando a Greyson a mirar hacia arriba y arquear la espalda, le fusiló con toda la barra y gozó de cada segundo que su rabo se hundía dentro de ese hueco.
Le dio por culo con demasiado mimo para como él solía hacerlo con otros, pero sintió que ese chico necesitaba un trato de favor especial. A pesar de ello no escatimó en esfuerzos y se la metió hasta los huevos. Se subíó a la cama y protegió ese trasero a toda costa, penetrándolo, perforándolo con su miembro viril sin descanso, palmeándole la raja con las pelotas cada vez que lo machacaba.
Así le hubiera gustado a Ryan que hubiera sido su primera vez y de esa forma se lo hizo. Esa cara tan bonita, esos ricitos de oro, esos ojazos claros, el cuerpazo de Greyson a cuatro, musculoso, sobre su cama, la visión del culito redondo y precioso. A Ryan se le acumuló el veneno en la cabeza, empujó unas cuántas veces más, sacó la polla y salió a tiempo para correrse encima de sus nalgas.
Contempló el culito blanco y suave con su esperma encima, recogió la lefa con la polla y se la volvió a meter por el culo, agradeciendo a Dios que le hubiera llevado a ese chaval hasta su cama. Greyson se dio la vuelta y se abrió de piernas. Ryan supo qué hacer. Conservando todavía la erección, se folló al chico, que empezó a hacerse una paja. Lo penetró hasta ver cómo se corría encima.