Uriel Simon se folla a pelo a Tomy Darko a puertas abiertas con su largo y grueso trabuco | Latin Leche
It's a Beautiful Day, Let's Fuck Outside
Solía ir a ese claro en el bosque a pajearse cuando hacía un buen día. A Uriel Simon le excitaba la idea de que otros chicos pudieran ver cómo se lo hacía, incluso de que pudieran decidir unirse. Ya no tendría que hacerlo solo nunca más, porque ahora estaba en buena compañía. Tomy Darko, con esos ojitos, esa cara bonita con bigote y perilla, le volvía loquito.
La excitación alcanzaba su cénit cuando él acercaba los labios a los suyos. Antes de fundirse en un beso que le ponía a doscientos por hora, más revolucionado que una moto, sentía el contacto de los pelillos de su bigote acariciándole los morros, el roce de sus narices. Qué dura se la ponía y Tomy sabía bien lo que estaba haciendo, porque segundos después ya estaba frotando el paquete de Uriel por encima de los vaqueros, dibujando la marca de su polla tiesa.
Por primera vez no fue la mano de Uriel la que asió su propio pene largo y firme, sino la de Tomy, que se quedó a su lado bien pegadito meneándosela. Para Tomy y para otros chicos que habían tenido la fortuna de ver la tranca de Uriel de esa forma, esa era la polla más bonita del mundo. Casi perfecta, un cilindraco largo, grueso y con un cipote alucinante que además tenía una raja escupe leches bien marcada y profunda.
Así no era de extrañar que pasara del pajeo a la mamada en cero coma. Sentir el roce de ese cipote grande y suave sobre la lengua y el paladar, era una locura. Le hizo una suculenta chupadita rodeando el glande con la lengua, rociándola con sus babas, llenándose los carrillos, levantando los mofletes con la punta de la pollaca y dejando que se Uriel se excitara aún más al ver cómo su rabo los inflaba.
Se la chupó un ratito más hasta que Uriel le preguntó si quería que se lo follara. La respuesta era obvia. Tomy se levantó, le dio la espalda, se bajó los pantalones por la parte de atrás enseñando a Uriel su precioso culito blanco y con mucha maña Uriel dobló las rodillas, enfiló la polla localizando el agujero por el que tenía que meterla y, completamente desnuda, a pelo, se la introdujo por el culo.
Dios, cómo le gustaba dar por detrás y más si al que le estaba dando tenía un culazo tan bonito como el de Tomy. Redondito, blanco, suave, de apariencia virginal. Porque a un tio siempre le ponía más pensar que era el primero en forzar un agujero. Tomy tuvo que agarrarse a los matorrales que tenía enfrente cuando Uriel empezó a darle duro. El tio tenía una buena minga para ofrecer.
«¿Te gusta?«, le preguntó Uriel. «Me encanta«, respondió Tomy con los ojos en blanco y la mirada perdida del puto gusto. Tomy no sólo tenía un culo y una cara bonita. Desnudo era todo un adonis al que apetecía hacer de todo. Cuando se quitó la remera, Uriel contempló su torso tatuado y perfectamente tonificado. También su picha, que aunque no la estuviera dando uso, ahí estaba, también de un buen tamaño para alegrar la vista.
Pero Tomy tenía también algo que hacía reir a los chicos en los vestuarios del gym cuando él se agachaba desnudo. Se reían pero en realidad lo envidiaban cuando le veían agacharse y entre los muslos le colgaban un buen par de huevazos. Claro que los deseaban, tocarlos, sobarlos, sostener ese liviano peso con la mano. Ahora eran de Uriel, que iba a tener la suerte de disfrutar de ellos encima de la base de su polla, rebotando, acariciando el tronco de su pene mientras lo cabalgaba.
Uriel se preguntó qué vería un tio que en esos momentos andara por allí dando un paseo y se detuviera a mirarlos. Vería un espectáculo digo de matarse a pajas, el culazo de Tomy, enternecedor, acariciable a tope, precioso, tragándose el pollón de Uriel, meneándolo entre sus nalgas, poniéndole las cosas complicadas. Pusieron las ropas como manta sobre el suelo, Tomy se colocó a cuatro patas y Uriel le dio por detrás.
Cerca de allí había una casa abandonada, con un techado bajo de metal donde antes cloqueaban las gallinas. Uriel colocó un brazo sobre el tejado mientras con la otra mano se la pelaba. Tomy estaba agachado, abriendo la boca, sacando la lengua, esperando a que Uriel se sacara la paja de encima. Con la carita guapa de Tomy, fue fácil hacerlo. Le plantó la semilla en toda la lengua y luego Tomy se dedicó a mamársela cuando aún se estaba corriendo.
Se la siguió chupando hasta dejársela morcillona. Tomy se puso en pie, Uriel agarró esa cara bonita entre sus manos, acercó sus labios a él y empezó a relamerle las heridas, recogiendo con la lengua toda la leche que le había dejado en los morros, en la perilla, en el bigote. Eso era vida. Poder compartir con otro tio tus pajas, follar, darle de beber de tu leche y compartirla como buenos colegas.