Mael Hunter cabalga a pelo la larga y dura polla de Mathieu De Lyon en la fiesta de máscaras | Men At Play
Masquerade Ball
Los invitados tenían que ir de traje y corbata. Lo demás ya lo ponia le anfitrión. Cada uno tenía que coger una copa y una máscara que le daría el anonimato para poder hacer cualquier cosa que le apeteciera, siempre que el otro accediera a ello. A Mael Hunter le gustaban las fiestas sofisticadas y solía acudir a ellas para quitarse el estrés del trabajo.
Lo único que le asustaba era la posibilidad de que otro compañero de la oficina asistiera al encuentro algún día y ese momento llegó. Mael lo vio en la distancia y no tenía dudas. Los morritos guapos y sabrosos de Mathieu De Lyon eran inconfundibles. No podían ser de otro hombre. La de veces que Mael se había tenido que acomodar la polla en los calzones bajo la mesa cada vez que imaginaba probarlos, o mejor aún, posándose sobre su verga, succionándole los cojones.
Si estaba allí era porque quería tema y él se lo iba a dar. Se acercó antes de que lo hiciera otro. Rozó su mano, le giró la cara, sus miradas se ecncontraron, se reconocieron, pero antes de que Mathieu pudiera decir nada, con la frente sudando por los putos nervios y el corazón acelerándose, Mael le robó un beso. Una oleada de calma relajó todo su cuerpo. Le había gustado y a Mathieu también, porque se comieron toda la boca con lengua. Mathieu apenas se retiró para advertirle que se estaban dando el lote en público, que alguien podía verles.
Era algo que a Mael le traía sin cuidado. Se agachó, le bajó la cremallera de la bragueta y le sacó la pirula bien larga y dura. Le hizo una mamada y luego se inclinó sobre la mesa donde estaban las bebidas, dándole la espalda. Se bajó los pantalones mostrando su enorme culazo de macho y Mathieu no tardó en hacerlo suyo metiéndole el rabo a pelo.
Le encantó zumbarse ese pedazo de pandero. Mael ya estaba sudando. Se quitó la chaqueta, se llevó a Mathieu a una silla, le hizo sentarse y volvió a darle la espalda, esta vez para sentarse sobre sus piernas y cabalgarle. Mathieu encontró un hueco para mirar por un costado y ver cómo el cimbrel de Mael, grueso y duro, rebotaba cada vez que salataba. Se quedó embelesado mirando el cipote enorme que llevaba la mayor parte del peso. Ya fuera por las ganas o por el poder que le confería la máscara, Mael retiró la polla de Mathieu de su culo y se agachó para chupársela sin parar hasta que su compañero le dejó la boca rebosando leche.