Johnny Moon, Ty Santana y Greyson Lane dominan a pelo al guapísimo Apollo Fates y le meten una triple preñada por el ojete | Pig Bottoms

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Sin duda Ty Santana y Greyson Lane tenían mucha suerte de tener como amigo a Johnny Moon. Hacía poco que el chico se había mudado con su familia a un chalet que costaba una millonada y el ricachón les proporcionaba bebida, fiestas y cosas que jamás habrían podido ni imaginar en sus sueños más húmedos, como eso de tener en el sótano a un tio siempre preparado para poder follar, como si fuera su juguetito.

Apollo Fates estaba allí por propia voluntad. Nadie sabía si era por el influjo de los billetes de Johnny o porque era una putilla redomada a la que le gustaban demasiado las pollas como para perderse la diversión que ese cabrón le ofrecía. Estaba desnudo, encerrado dentro de una jaula que le daba para ponerse apenas a cuatro patas como un perro rabioso.

Hora de dejar salir a la fiera. Johnny abrió la puerta de la jaula, le cogió por el collar grande plateado que llevaba colgado al cuello y lo sacó de allí para enseñarle la pieza a sus nuevos amigos. Los tres empalmaron al instante al ver a ese especímen. Cuerpo atlético y bronceado, cara latina enamoradiza, jodidamente atractivo y guaperas, con su pelo moreno repeinado y engominado, ojazos, con un precioso bigotito sobre sus labios carnosos y apetecibles.

Los chavales tuvieron que acomodarse las pollas bajo el frontal de los pantalones. Apollo fue bautizado por Johnny con el nombre de «Fóllame». Le colgó al cuello un hueso con su nombre y los tres se prepararon para que les comieran las pollas. Apollo fue gateando hasta ellos y se plantó en el semicírculo que le hicieron. Bajó los pantalones cortos a Ty y se llevó a la boca su morcillona verga negra.

Los otros dos se fueron animando solitos. Como ayuda tenían las manos de Apollo, que no paraban de sobar sus paquetes. Enseguida se bajaron las bermudas mostrando sus largos rabos, que fueron creciendo más y más, a lo largo y a lo ancho, a medida que Apollo se los tocaba y los zarandeaba con sus manos o entre sus labios, aunque todos reconocieron para sí mismos que lo que más dura se la ponía era la mirada de ese cabronazo y su cara guapa.

Chupa que te chupa, ya las tenían bien duras. Apollo no paraba de comer rabos, dirigiendo su cabeza hacia un lado, hacia el otro, al frente, siempre con una buena pija entre los labios y otras dos en las manos. Las vistas desde abajo era una puta locura. Apollo tirando millas, cada vez tragando más a fondo con la ayuda de esos tres que le agarraban la cabeza para que lo hiciera, los pelos de su perilla rozando los cojones de esos dementes.

Hasta con la polla entera dentro de la boca, se animaba a sacar la lengua y pegar una buena relamida a las pelotas. Cerdadas como estas hicieron que Ty y Greyson se volvieran loquísimos, imaginando hasta dónde podría llegar la cosa. Johnny ya estaba acostumbrado. Verle mamar rabo, hizo que a Greyson le entraran ganas también. Al rato se lo encontraron de rodillas mamándole el largo pollón negro a Ty.

Práctica no le faltaba. El tio sabía manejarse bien entre las grandes, tirando de boca y mano para satisfacer tantos centímetros, pero sí le faltaban las agallas de Apollo para meterla por el fondo de su garganta. A lo mejor Johnny ya tenía a la vista a su nuevo perrete, todo era proponérselo. De momento se preocupó por dar el siguiente paso, abriendo la raja del culo de Apollo a tope para que sus amigos pudieran trabajar el agujero por donde todos acabarían metiéndola.

Escupitajos certeros, mucha lengua, un dedo, dos dedos, cuatro dedos, de dos y dos de manos distintas. En aquella regla no escrita entre hombres, empezó a meterla el que la tenía más larga. Ty penetró sin condón y con mucho gusto el pandero de ese tio guapo. La metió a buen ritmo, disfrutando del agarre de ese ano que apresaba tan bien su polla, tan bien que se le corría el pellejo del cipote hacia atrás cada vez que se la colaba por el culo.

El siguiente en follárselo a pelo fue el dueño del perrete. Johnny ya lo había probado antes, pero no se cansaban de penetrarlo a fondo, de estampar sus huevos bailones en el pandero. Después de un buen rato ofreciendo servicio de lubricante, chupando rabo para que sus colegas pudieran meterla con más brío, Greyson fue el último en probar culo.

Tanto Ty como Greyson se quedaron mirándose, preguntándose si lo que acababa de decir Johnny, que justo se lo estaba follando en ese momento, era cierto. Acababa de hacer una pregunta retórica a Apollo, acerca de si quería que lo preñara allí mismo. Hubiera dado igual lo que Apollo hubiera respondido, que dio su sí rotundo, porque tras escucharlo de su propia boca, Johnny fue con todo. Greyson y Ty vieron cómo gruñía de gusto, cómo se le arrugaba la frente y luego se le relajaba, su mirada perdida, cara de placer.

La hostia puta, le estaba bombeando toda la leche dentro del culo. Le dejó el ojete cubierto de lefa que aprovechó Ty para continuar la cerdada. Él también lo hizo, mantuvo un tercio del rabo dentro del culo y le brindó su corrida. Su polla, toda larga y negra, salió del agujero brillante, recubierta de esperma, del suyo y del de Johnny.

Greyson aprovechó el lubricante de los otros dos para hacer lo que tenía que hacer. Se lo merecía. Dejó una última carga de leche a ese guaperas. Los tres se quedaron mirando la delicia que salía del culo de Apollo. Johnny le separó las nalgas, que se desplegaron con unas buenas babas de leche en toda la rajeta. Para Ty y Greyson, la llegada de Johnny y sus juegos lo cambiaron todo en el barrio. Descubrieron que dominar era un arte. En lugar de encerrar al perro en la jaula, decidieron sacarlo a pasear. Era hora de buscar nuevos amigos para entrenarlo a fondo.

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