Como buen consejero electoral, Lazzarato estaba en posición de poner a prueba en todos los sentidos a Nico Zetta, que volvía a presentarse a la candidatura del parlamento europeo. La pregunta era: ¿Hasta donde era capaz de llegar por conseguir un puñado de votos? ¿Vendería su cuerpo si hiciera falta con tal de conseguir esa pequeña diferencia que lo separaba de la victoria? Lazzarato fue bajando la mano por el cuerpo de Nico, encontrando la respuesta entre sus piernas. Le palpó la polla erecta por encima de los pantalones y supo que sí, que ese tio estaba dispuesto a todo.
Un presidente guapísimo y con una buena tranca se debía a su pueblo. Hora de ganarse el primero voto, el de su consejero, que sabía perfectamente que sacar la polla de un tio por la bragueta y pajearla les ponía tontorrones. Se besaron con lengua mientras el futuro presi estaba sentado en el sillón de su despacho, dejándose pelar la polla por una mano que conocía perfectamente cómo dominar un atributo masculino.
El consejero fue un paso más allá, sacándose la polla y dándole de comer. Tuvo que reconocerse el buen gusto, pues había ido a dar con la candidatura del más guapo. Ver esa carita sonriéndole, con su barbita, esos ojazos y relamiéndole el pollote, le puso fino. Agarró a Nico por la solapa de la chaqueta, lo levantó y le dio culo. Donde antes estaba sentado el presidente, se puso él de rodillas, mirando hacia el respaldo.
Las manos de Nico en su culo, los dedos se internaron con fuerza por encima del pantalón, rasgándoselo por el pandero, descubriéndolo y dejándolo al desnudo. Una pollaza larga y bien gruesa invadiendo su ojete sin condón y el presi comenzó a follárselo con ganas. La mesa del parlamento europeo fue testigo del cuerpazo de Lazzarato abierto de piernas, trincado, pajeándose mientras su querido presidente se la metía sin parar, dándole tanto gusto que terminó corriéndose encima.