Tantos días rondando la idea por su cabeza, Adam Tyrant no podía decir que su pareja no le hacía sentir satisfecho en la cama, pero le había propuesto quedar con un tio que le molaba y probar otras cosas y él se había negado. Esa era una de esas noches en las que le picaba la polla y la posibilidad de hacérselo con ese tiarrón le estaba volviendo loco. No podía pegar ojo y por lo muhco que se conocía a sí mismo, no pararía hasta cumplir su deseo.
Sí, cuando apenas era un adolescente, se empeñó en tener a todo un equipo de fútbol a sus pies y acabó de rodillas en las duchas comiéndose una veintena de rabos para él solito con toda su leche. Todo lo que se proponía, lo conseguía y tio que veía que le gustaba, tio que acababa en su cama. La cara de macho empotrador de Lucio Saints, sus ojazos, su cuerpo, el pedazo pollón largo, grande y morenote que tenía entre las piernas. Demasiada poderosa la llamada del instinto masculino como para no escucharla.
Contactó con él para que fuera a casa de madrugada. La pareja de Adam ya se había dormido y no tenía precisamente un sueño ligero, aunque intentaría no hacer ruido. Al abrir la puerta a Lucio, le hizo un gesto poniéndose el dedo frente a la boca, pidiéndole que fuera cauto. Lucio entró y se apoyó en la pared bajándose los pantalones.
Joder, mucho mejor incluso que en las fotos. Adam miró hacia abajo y vio esa larga verga rebotando, morenita, larguísima, gruesa, con una piel suave recubriendo parte del cipote. Se le hizo la boca agua. Se puso de rodillas, la cogió con la mano y tras un lametón al capullo lleno de precum, se la empezó a mamar a bocados. Estaba seguro de que crecería más, así que aprovechó que todavía estaba morcillona para esforzarse y comérsela entera hasta los huevos.
El momento en que los pelos de su bigote rozaron los de la base de su pollón, fue sublime. Se lo llevó al salón, que estaba más lejos del dormitorio y donde podría hacer algo más de ruido. Esa pedazo de polla despertaba sus más bajos instintos, por lo que necesitaba expresar con sonidos lo que sentía al amasarla entre sus labios y llebarse la boca de rabo. El mejor que había catado en su vida.
Estaba acostumbrado a que tios como él con los que quedaba y a los que no conocía de nada, entraran por la puerta y reclamaran su culo a las primeras de cambio. Eso le gustaba, pero también la parte morbosa y romántica cuando se daba. El jugueteo previo, las mamadas, poder comerse un buen pollón y disfrutarlo. Sin embargo las mamadas eran un arma de doble filo en su caso, porque pocos hombres podían resistirse a esos ojazos verdes mirándoles desde abajo y acababan corriéndose en la cara antes de pasar por caja y reventarle el culo.
Con Lucio no tendría nada que temer. Ese tio tenía un aguante increíble y no sólo aguantaba estóicamente las miradas, sino que reclamaba más, agarrando la cabeza y obligándole a tragar hasta las pelotas ahora que su pene estaba en su máximo esplendor. La cara roja, lágrimas en los ojos, sin respiración durante unos segundos y tras comérsela a fondo, recibía como recompensa una hostia en la cara, que le gustaba que le trataran sucio y mal como si fuera un perraco.
Estaba deseando tener dentro ese rabo. Dio su culo a Lucio para que lo preparara. Qué gustazo sentir su lengua húmeda intentando colarse por su estrecho agujero, los pelos de su bigote y su barba raspándole los alrededores, logrando que el ojete se le abriera solito. Lucio se colocó detrás de él, se la enfundó entera sin condón y empezó a follárselo dándole duro.
Cuando se la sacaba y no la tenía dentro, el agujerito de Adam latía de amor pidiendo más. Lucio volvía a metérsela enfilándole el cipote y toda la polla y entonces se calmaba y gemía de gusto. Una cosa era que te la metieran y otra metérsela él solito. Adam le echó un par de cojones al asunto y se cabalgó la pija de Lucio que estaba tumbado en el suelo. Sentirla entera como una estaca dejándole la espalda recta como un señorito fue alucinante.
Se tumbó en el suelo, apoyándose en los hombros y la parte alta d ela espalda, elevanto todo lo demás hacia arriba, dejando el culo a tiro para Lucio para que se lo taladrara desde arriba. Lucio se abrió de piernas dejando el culazo en medio y lo penetró. Luego se lo folló a pelo en el suelo. Le dio caña hasta que no pudo más, sacó la polla y empezó a correrse. Un montón de leche cubriéndole las nalgas, las pelotas.
Del gustazo le temblaron las piernas y a punto estuvo de perder el equilibrio. Tras sacarse el grueso de lefa, volvió a meterle la polla por el agujero y terminó de correrse dentro. Mientras todavía se la estaba metiendo, Adam aprovechó para cogerse el rabo y cascarse una paja. Tremendo placer le dio correrse encima, con toda la leche blanca salpicándole. Sucio y con el culo lleno del esperma de otro hombre, regresó a la cama con su chico.