Aunque aquel tiarrón le sacara media cabeza y un buen tanto por ciento de envergadura, Klein Kerr confiaba en sus posibilidades. No era ya sólo que se mirara al espejo y se gustara tanto de cara como de cuerpo, sino que era de los que torcía cuellos al pasear por las calles y piropos recibía unos cuantos y no precisamente de los suaves.
El cabrón siempre tiraba alto y esta vez reconocía que a lo mejor se estaba pasando de listo al llevar de invitado a su piso a Andy Onassis, un macho que tenía una pintaza de empotrador que lo flipas. Arriesgó sin saber si le iban los rabos o las almejas, pero acertó de pleno cuando con el calor los dos se quedaros semidesnudos, con los vaqueros puestos y surgió la química.
Klein hizo una de sus magistrales sacadas de rabo que tan buenos resultados le daban siempre. No había tio al que le gustaran las pollas que no sucumbiera a ese momentazo en que su larguísimo y gordo rabo salía rebotando de los pantalones semi erecto. Casi ni dejó terminar la misma acción a Andy, pero es que cuando le vio intentando bajarse los vaqueros e intuyó la cacho pollaza que tenía dentro, le metió mano por dentro y le ayudó a sacarla.
Era puto gordísima la cabrona. Mira que Klein tenía buenas manos, grandes y varoniles, de las que cualquiera desea lamer como si sus dedos fueran pollas, pero ni apretando conseguía calzarla entera entre sus dedos. Klein ya se veía de rodillas con la mandíbula desencajada por ese mostrenco de polla entrando por su boca, pero Andy se le adelantó sentándose desnudo en el sofá que había cerca y pidiéndole rabo.
Se acercó dando unos pasitos hasta que el tio le cogió la minga y se puso las botas cerdeando sobre todo con su precioso cipote encapuchado, metiendo la lengüita y rodeando el glande por dentro. Unos minutos después ya sí tuvo que afrontar el gran momento, chupar el gigantesco rabo de Andy que le obligó a abrir la boca más de la cuenta, más de lo que recordaba que hubiera tenido que hacer nunca.
Ese tiarrón estaba a punto de sentarse sobre su polla. Klein la tenía sobradamente larga y gruesa como para dar placer a cualquier culazo por grande que fuera, pero Andy, con esa envergadura tan grande le imponía cierto respeto. Vio cómo su enorme polla erecta desaparecía sin condón entre sus nalgas y le perforó culeando desde abajo.
La versatilidad de ambos le dio cierto respiro, porque cuando se puso de pie, arqueó la espalda y se dejó penetrar por su gruesa polla, pensó que no lo contaba. Entre gritos y gemidos, bien follado a pelo, Klein miraba hacia atrás y flipaba con el tamaño de ese tio, tan grandote como esos vigilantes de los garitos que te pueden machacar en dos segundos, dándole por detrás sin compasión.
Por suerte, a Andy le encantaba abrirse de piernas y más a un tio tan guaperas. Klein tuvo que empujar con su miembro más de la cuenta para rellenar de rabo ese culazo tragón, pero reconoció que debía estar haciéndolo de putísima madre cuando ese macho se cascó una paja y se dejó una buena cantidad de leche en la barriga.