No había mejor forma de vender un producto a la audiencia que enseñarles su uso en vivo y en directo. Cuando Little Brako se estaba poniendo los calzones de cuerpo, al ver ese potente culazo grande, redondito y peludo, a Lucio Saints se le puso bien tocha por debajo de los pantalones. En un arrebato de amor, se levantó del sofá y restregó su paquete contra ese trasero de lujo.
Lejos de asustarse, a Brako le gustó tanto sentir el calor y la erección de ese tio en su pandero que le dejó seguir. Que los espectadores se dieran cuenta de que además de ser de cuero, con esos gayumbos se podía sentir como si fura una segunda piel. Otra ventaja de los calzones era que tenían cremallera para ser abierto por delante y por detrás, por lo que se convertían en el complemento para salir de fiesta y estar preparado ante cualquier eventualidad, sobre todo si eras versátil y te iba tanto lo de dar como lo de recibir a partes iguales.
Al darse la vuelta, Brako ya iba empalmadísimo. Lucio le descorrió la cremallera por delante y, con algo de esfuerzo, pues a ese mamón le había crecido tanto que la tenía bien apretada, se la sacó por la bragueta, se arrodilló y empezó a chupársela. No se esperaba que la tuviera tan larga y dura. Le cogió por los huevazos y le comió la pipa mirando a cámara mientras a Brako se le endurecían hasta los pezones de sus musculosos pectorales.
Satisfecho con la boca sabiéndole a rabo del bueno, Lucio se puso en pie, se desabrochó el botón de los pantalones, se bajó la cremallera y dejó que Brako esnifara el aroma de la huevera de sus calzones. El cabrón se había puesto bien perraco al ver la larga y gorda longaniza rellenando todo el frontal y el lateral de los gayumbos hasta la cadera. Lucio tiró hacia abajo de la goma y el pollón enorme, morenito y gozoso salió rebotando sobre la cara de Brako, que enseguida lo recogió con su boca para llenársela de rabo.
A pesar de lo grande que era, el apetito era tal que se la comió hasta los huevos. Al notar la estrechez de su polla penetrando la garganta profunda, Lucio no pudo evitar contener una media sonrisa de gusto y vicio. Le agarró de los pelos y le hizo mirarle con esa cara guapísima mientras se la chupaba y se la jalaba entera. Le abrazó la cabeza por detrás, se encorvó y le metió una buena folladita a esa atractiva cara de machote con bigote y barba.
Le encantó tenerle dominado por completo, como un perro comiendo de su mano. Lo supo al dirigirse hacia el sofá, sentarse y menearse el rabo para que acudiera a comérselo. Brako tenía esa mirada de vicio y de sumisión en la cara. Acudió entre las piernas de Lucio a cuatro patas y parecía el ser más feliz del mundo con su rabo dentro de la boca, como si no hubiera otra comida más deliciosa sobre la faz de la tierra.
Lucio dio buen uso al segundo beneficio de los gayumbos de cuero. Descorrió la segunda cremallera y en cuanto Brako se puso a cuatro sobre el sofá y se inclinó, tenía un culazo tan buenorro que quedaron a la vista la enorme raja y parte de sus nalgas. Coló los morros y luego le quitó los calzones descubriendo un pandero que estaba hecho para él, grandote, pomposo, bien peludo.
Le relamió, le escupió, le palmeó y le dedeó el ojete para preparárselo. Lo tenía super apretadito. Menudo caramelo tenía enfrente. Un tio guapo, aractivo, con barbita, machote, musculoso y con ese culazo perfecto para vengarse. Metérsela sin condón y bombearle por detrás mirando cómo esas cachas musculososas y redonditas se mecían como flanes a cada uno de sus caderazos, hizo que la polla se le pusiera más dura todavía.
Por cómo bufaba y gemía Brako, por esos gestos que hacía con la cabeza zarandeándola, como si acabaran de meterle una buena hostia y estuviera recuperando la cordura, supo que le estaba gustando. Si se estaba acostumbrando auqnue fuera un poquito, Lucio le complicó aún más las cosas zumbándoselo a toda hostia, metiendo y sacando por completo todo su gigantesco pollón de ese agujero que se lo tragaba sin contemplaciones.
Le dolía pero le molaba. Se echó las manos al culo ayudándose, desplegando sus nalgas para tragar mejor. Miró a la cámara. Quería que quien lo estuviera viendo, sintiera lo que él estaba sintiendo en ese mismo momento. Seguro que al otro lado muchos empatizaron con él y descargaron la leche al ver su cara disfrutando de ese macho pollón.
Dando la espalda a Lucio, se sentó sobre sus piernas clavándose a pelo sobre su enorme polla. La sumergió entre sus nalgas y le metió una buena paja, se echó hacia atrás, pasando un brazo por detrás de la cabeza de Lucio para que viera su cuerpo rebotando sobre su polla, para que se recreara admirando la erección de esa pija que se había comido antes y también para que esnifara el aroma de su axila.
Menudo bailecito se marcó el colega. Llevaba ya un ritmo culeando el rabo que hacía que a Lucio le rebosara la leche por las pelotas. La postura hacá que Lucio pudiera mirar bien cada zona de su cuerpo. Su carita guapa que no podía dejar de mirar, su torso de pelo en pecho, su rabo siempre duro rebotando cada vez que culeaba. Ahora tocaba lo mismo pero frente a frente, el más difícil todavía, sintiendo el calor de su cuerpo sobre el suyo, el roce de su pene y sus pelotas rebozándose por encima de su vientre.
Poder estar cara a cara, mirándose fijamente, los dos gimiendo, sintiendo la atracción, fue una locura. Qué cosa más bonita. Lucio lo tumbó bocarriba y le dijo que se abriera bien de piernas. Estaba buenísimo. Le metió un dedo por el culo y con la otra mano le cogió la polla y empezó a masturbarle. A un dedo le siquieron tres y cuando ya tuvo el agujero bien abierto, le metió otra vez la polla.
Le reventó el culo hasta no aguantar más. Sacó el rabo y le metió una lefada bien cargada, plantando el primer pepinazo directo en su ojete que salió rebotando hacia afuera con el semen resbalando por la raja del culo. Otro lechazo salió disparado hacia su muslo. Todavía corriéndose y temblando, Lucio se la metió por el ojete viendo cómo la lefa dejaba un poso alrededor de su pene. Brako volvió a sentarse de espaldas sobre las piernas de Lucio ensartándose en su polla todavía dura y se la cascó dejándose la vida sobre los pelos de la pierna. Sin duda esos calzones iban a ser todo un éxito.