Nico Coopa y Ryder Owens se meten un flip-fuck sin condones en la habitación del motel | Next Door

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Un buen día, tras llegar agotado del trabajo a casa, sentado en la cama de matrimonio de su habitación, Nico Coopa se paró a pensar en qué momento su vida había cambiado. Ahora era un hombre casado, con obligaciones, sin apenas tiempo para dedicarse a él mismo. Pensó en quién era antes de todo eso. La estrella del equipo de fútbol, pingoneando de fiesta en fiesta y probando todo lo que se le ponía a tiro, tias y tios.

Mmm, tios, pensar en ellos hizo que se le pusiera tocha en los calzones y tuviera que echarse una mano al paquete para aliviarlo. Hacía tanto tiempo que se había comido la última polla en unos baños o que se había follado el culito apretado de un varón, que ya ni se acordaba de cuándo fue. Estaría bien, en esa crisis de identidad por la que estaba pasando, volver a sus años mozos.

Se metió en una app de citas y enseguida su mirada se clavó en un guaperas llamado Ryder Owens. Guapete, repeinado y con buen cuerpo, sería todo un lujo descubrir las sorpresas que escondería. Se hizo pasar por estudiante. Aunque Nico lucía barba que le hacía aparentar ser algo más mayor, su perfil de daddy jovencito luego impresionaba a los chicos. Siempre le había funcionado.

Habitación 1469. La puerta estará abierta. Al leerlo, a Ryder le creció la picha y tuvo que hacer malabares para esconder la erección que se le marcaba en la pernera mientras se dirigía al punto de encuentro. Pronto superaron la timidez inicial colocando una mano en el muslo del otro y subiendo hacia arriba, hasta que descubrieron el placer de tocar el bulto del paquete del contrario a mano llena.

Le siguieron unos besos que dibujaban un atisbo de amor. Eran lentos, con lengua, detenidos, escuchando el uno la respiración del otro, con las frentes unidas. Camisetas abiertas, cuerpos semidesnudos. Empezaban a sentir el calor. Ryder se puso de pie. Comenzó a desabrocharse el botón de los pantalones. Mientras tanto, su polla dura se marcaba en el frontal.

El sonido de la cremallera bajando, el fru fru de los pantalones deslizándose por los muslos de Ryder. Nico se puso de rodillas ante ese tiarrón chulazo para verlo mejor. Lo primero que le enamoró fue esa pelambrera de pelazos negros y frondosa nutriendo su pubis. El tio siguió bajándose los pantalones. La base del rabo, la longitud extrema del rabo, ajustadísimo a la pernera, deseando salir. Cuando por fin se lo sacó todo, Nico se quedó con la boca abierta, cosa que ya era un halago de por sí, dado la cantidad de pollas que había visto en su vida.

Ese rabo era para enamorarse. Largo, colgando y cilimbreando rígido hacia adelante, descapullado, gordito y venoso, con un buen par de cojones colgando entre las piernas. Nico le recogió el capullo con la lengua e introdujo esa fantástica y espectacular pollaza dentro de su boca. Era tan guapa, estaba tan deliciosa, que las ganas hicieron el resto y tras dos caladas de prueba, al tercer cabezazo ya se había metido la pirula entera entre pecho y espalda, esnifando los pelos de la base, notando el calorcito de los huevos en la barbilla.

Ryder estaba encantado. Seguro que eran pocos los que se habían tragado su pene entero dada su longitud. Nico volvió a hacerlo una y otra y otra y otra vez sin parar, metiendo esa polla por su garganta, juntando los pelos de su bigote con los de la base de su pollón. Miró hacia arriba, sonrió a Ryder con los ojos llorosos, las babas colgando de la barbilla. Cuánto había echado de menos eso.

Cuando el chaval se quitó la camiseta y descubrió su cuerpo musculado, atlético y tatuado, alargó una mano hacia arriba para sobarlo. Siempre le habían gustado los chicos así, atractivos, potentes y con unas pollas bien grandes. Nico se puso de pie, a la altura de Ryder, que se lanzó a su cuello dispuesto a hacerle la marca de un chupetón. Nico no se lo dijo, pero ese era uno de sus puntos débiles, el que le hacía entregarse a un hombre si se lo tocaban.

Ryder le bajó los pantalones y echó mano al pollón de Nico. Para su sorpresa descubrió que los dos andaban casi a la par en tamaño, solo que Nico la tenía mucho más dura y empinada, más venosa y gorda y los huevos le colgaban más. Ryder se agachó, se calzó las pelotas en la mano y se empachó con su enorme rabo intentando devolverle la jugada.

Durante un buen rato disfrutaron tocándose los cuerpos, comiéndose las pollas y los huevos. Nico sentía que podía hacer cualquier cosa con ese chico. Le ofreció su culo en la cama. Se lo puso en bandeja. Al cabroncete al verlo se le puso más dura la pija. Un culito redondo, blanco, de machote, con los cojones y la verga colgando entre las piernas abiertas. Eso se la ponía dura a cualquiera.

Ryder se cogió el rabo y lo restregó por las nalgas y la raja, lo paseó entre las piernas de Nico rozando sus cojones. Con una rodilla en la cama y la otra en el suelo, en una de esas y sin previo aviso, a sabiendas de que Nico estaba caliente y el agujero lo tenía ya receptivo del todo, se ayudó con el pulgar para hundir la polla dentro del ojete, se la metió sin condón y empezó a follárselo.

Qué gustazo. Lo había echado tanto de menos que se le había cerrado el culito en banda, así que Ryder se encontró con uno que parecía virgen y lo disfrutó calzando su polla, blandiendo el ojal. Cuando el pene encontraba demasiada fricción en el ano, Ryder bajaba y le metía un repasito con la lengua para volver a la carga dándole por culo.

Le encamó por detrás. Nico no podía estar más feliz con ese chaval haciéndole el amor en la camita. Ryder empezó a tener ideas morbosas que a ojos de Nico le hicieron ganar puntos. No esperaba qwue ese chaval tímido pudiera hacer esas cosas. Ryder le quitó un calcetín y se lo introdujo en la boca para acallar sus gemidos mientras le penetraba.

Después de follar un buen rato, Ryder se dejó caer en la cama, exhausto, sudando, con la nariz roja. Nico aprovechó ese renuncio para cogerle los muslos y abrirle de piernas. Lo hizo esperando que se dejara hacer y acertó. Le comió el ojete, le preparó a cuatro patas en la camita, con ese culito de empotrador tan pomposo y bien formado. Nico se levantó, le plantó la verga en la raja. Ryder miró hacia atrás, implorando que se la metiera. Nico escupió desde arriba acertando en el agujero y le devolvió la penetración a pelo.

Qué cerradísimo tenía el ojete, pero cuanta más resistencia, más ganas tenía Nico de reventarle. No fueron pocas las veces que ese culazo rechazo su rabo, pero Nico estuvo ahí, a pico y pala, hasta que lo consiguió y pudo hacerle el amor. Luego Nico se abrió de piernas una vez más para Ryder, bocarriba, pelándose la polla para que viera cómo se corría por él.

Y entonces, antes de correrse, Ryder sacó la polla del culo y se le adelantó con un buen mingazo, catapultando un chorro de semen hacia su cara. A Nico le moló tanto sentir el lechazo de ese tio por sorpresa salpicando su rostro que se sacó toda la leche de los huevos. Entre espasmos, sudando, agitado, Nico se quedó mirando a Ryder. Guapo, cuerpazo, pollón, buen tirador y un follador de pro, porque una vez acabado el acto, todavía con la picha dura, penetró a Nico de nuevo con la chorra mojada dándole un último empujón.

Nicó miró hacia abajo y pensó en lo que había hecho, sintiéndose felizmente culpable. Él, un hombre con obligaciones, casado, abierto de piernas en la cama de un motel, con el torso y la cara bañados con el semen de un joven empotrador al que acababa de conocer hacía una hora, el culo penetrado por una larga polla chorreante. Le encantó ver a ese chaval vestirse, prometiéndole que se verían de nuevo. Ahora le gustaba más que antes de conocerse a fondo. Nico estaba de nuevo en el juego.

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