El camarero Roman Todd y el comensal Jayden Marcos se comen los rabos y se follan sin condones | Next Door Studios & ASG Max

Closing Time

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Noche tras noche, Roman Todd y Jayden Marcos fueron forjando un vínculo personal. La verdad era que Jayden no pretendía nada más que pasarse el rato matando sus penas ahogándolas en un vaso de whisky mientras miraba a un tio buenorro ateniendo detrás de la barra de un bar. Y así transcurrió la primera noche, con Jayden fantaseando, imaginando la de cosas que haría con un tio como ese en la cama, tan guapo, tan apuesto, con esa buena percha y esos ojazos azules que le flipaban.

Un mes después, Roman ya se acercaba a su mesa sonriendo. Pocos días más tarde le servía sin que tuviera que pedirlo, porque ya sabía el tipo de consumición que quería. Un buen día que había poca clientela y no sentía que estuviera molestando, Jayen se acercó a la barra y ambos se dieron cuenta de que había chispa, de que entre los dos había una tensión sexual no resuelta.

Cada noche, Roman daba la vuelta al cartel de cerrado, mirando a través del cristal de la puerta cómo Jayden se alejaba, siempre el último cliente en abandonar y se preguntó cuándo llegaría el día en que ese tio se decidiera a dar le paso y quedarse después del cierre. Y ese día llegó. Sin clientela, a puerta cerrada, sin compañeros de trabajo, los dos solos en la cafetería.

Se sintieron desarmados, como dos chiquillos inexpertos, principiantes en el amor, con sus corazones desbocados latiendo con fuerza y rapidez. Jayen cruzó al otro lado de la barra. Iba a ser un simple beso, pero antes de dárselo, tiró sin querer un vaso al suelo que se rompió en mil añicos. Los dos se agacharon para recogerlo y entonces surgió la magia. Se miraron y se besaron.

El camarero pensó que era una buena forma de empezar su relación. Quería ir poco a poco, no quería cagarla como con otros antes que él. Se levantó y ofreció su mano a Jayden para hacer lo mismo. Jayden fue a cogérsela, pero se lo pensó mejor y le excitó la idea de comérsela a ese chulazo detrás de la barra. Rechazó la oferta y lanzó una contra mucho mejor. Le agarró el paquete y le dijo que se la sacara para chupársela.

A pesar de que Roman sabía que las relaciones que empezaban de esa forma tan pasional nunca podrían salir bien, pensó que sería una buena liberación para su rabo, que estaba ya durísimo bajo los pantalones. Cuando se bajó la cremallera de la bragueta y se la sacó, ya la tenía toda empinada. Jayden se la metió en la boca y empezó a mamar, cada vez metiéndose más trozo de rabo dentro.

Por un momento Roman echó mano al paño de limpieza que había en la barra, porque como ese tio siguiera chupándosela así de bien, iba a necesitarlo para limpiarle los morros. Pero había algo mágico en las mamadas. Al no tener la fuerza que una paja o un culo apretado, al ser unos labios suaves deslizándose por el trabuco, era fácil aguantar el tipo a no ser que el tio fuese un tragón y le imprimiera demasiada fuerza.

Había disfrutado al camarero desde fuera demasiado tiempo que ahora estaba concentrando al máximo al poder disfrutarlo desde dentro. Hizo a Roman darse la vuelta y le bajó los pantalones. Joder, qué hermoso culazo. Se lo tocó con vicio, como si fuera una deidad, a dos manos y luego le separó las nalgas para descubrir esa preciosa raja, ese profundo hueco. Rodeó el ojete con su lengua dándole un buen repaso y la respuesta de Roman fue un gemido de placer.

Por fin iban a hacerlo, después de tanto tiempo. Roman giró el cartel y apagó el neón de abierto. Se desnudaron con ganas. Al desabrocharle la camisa blanca y ver ese torso perfecto y musculado, Jayden soltó un suspiro de amor. Dios, qué bien le sentaba esa cadena gruesa de oro al cuello, rozando sus fornidos pectorales. Estaba ya deseando escuchar su tintineo cuando estuviera encima de él y se la metiera con fuerza por el culo.

Se dirigieron al lugar donde se conocieron, a la mesa de Jayden. Le hizo sentarse en su silla y se agachó para devolverle la mamada. Al contrario que Roman, la polla de Jayden era super gorda y larga para parar un tren. Empezó blandita, pero acabó convertida en una señora butifarra tremenda. Roman sabía reconocer a un tio bien dotado cuando lo tenía delante y lo que ese chulo marcaba en el frontal era tremendo. Menudo pijote tenía el colega.

Le hizo darse la vuelta e inclinarse sobre la mesa para acicalarle el ojete. Se levantó y dejó claras sus intenciones cuando paseó su rabo duro por su nalga, cuando deslizó la polla por la raja. Si Jayden no decía lo contrario, que lo que un amor de barra había unido para siempre, no lo rompiera una sola palabra. Se la fue metiendo sin condón centímetro a centímetro hasta tenerla dentro y empezó a follárselo por detrás.

Hubiera sido un pene más explorando sus fronteras si no fuera por su dueño que estaba buenísimo. Jayden miró hacia atrás y se puso cachondo al ver a ese tiarrón desnudo dándolo todo. Guapo, cachas, alucinante. Qué cara más guapa tenía ese cabrón, para entregarse enterito a él. Cuántas veces había estado a esto de pedirle que le sirviera rabo y ahí estaba ahora, sirviéndoselo en bandeja.

Después de ese primer enganche, se pusieron de pie uno frente al otro y se besaron. Sus mingas rozándose. Roman bajó la mirada al ver el tremendo vergón de Jayden, la volvió a lazar y le sonrió. De vuelta a la silla, Roman volvió a chuparle el rabo para dejáselo bien duro, le dio la espalda y se sentó encima clavándoselo a pelo. Qué gorda y qué grande. La que mejor le había rellanado nunca el ojete, sin duda.

Jayden estaba flipando, con ese chulazo saltando sobre sus piernas, tragando rabo por el culo. Roman se inclinó sobre la mesa y dejó que Jayden le diera por detrás antes de que Jayden se le pusiera tumbado bocarriba en la mesa, abierto de piernas, dispuesto a dejarse mancillar el culito una vez más. La palabra amor era todavía demasiado grande como para pronunciarla, pero algo de cariño se tenían después de tanto tiempo.

El camarero sacó la polla del culo y se corrió desperdiciando su semen entre la nalga de Jayden y el suelo. Casi a la vez, Jayden se cascó una paja dejándose toda la lefa encima, espesita, blanca, mojando los pelos de la base de su polla. Jayden se la soltó y se relajó sobre la mesa. Su enorme rabo daba algún que otro brinco y una hilera de semen empezó a descolgar por él hacia su cadera. Mientras se vestían, con una sonrisa tontorrona en la cara, los dos se dijeron que aquello era sólo sexo. Cuando Roman se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la barra con ese culito redondete meneándose, Jayden pensó en que aquello no era sólo sexo si tenían la necesidad de expresarlo en alto. Reconoció que estaba coladito por el camarero.

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