Tocarse, besarse, hacerse mamadas, propasarse con el culito de Nick Floyd haciendo gozar su ojete con los dedos y hacerle un buen bukkakero entrenado por Ty Santana, Roman Todd, Tristan Hunter, Tony Genius y Trevor Brooks, probando la leche de todas esas pollas de todos los tamaño y colores, que sólo tenían en común que las cinco no tenían capuchón, había sido tan sólo el comienzo de esa tarde de chicos.
A Nick le encantaba que muchos hombres le rociaran su delgado cuerpecito con su semen. A ellos les gustaba hacerlo. Correrse encima de otro tio no solo era una auténtica gozada, sino que de alguna forma te mantenía en una posición de control sobre el otro que era irresistiblemente atractiva. Nick se fue al baño a por una toalla para limpiarse. Contempló la toalla con pegotes de lefa antes de lanzarla al cubo de la ropa sucia. El olor dulzón del esperma le despertaba su parte más cerda.
Le sorprendió salir y ver que ninguno de los chicos se estaba vistiendo todavía. Estaban todos en pelotas, ahora con las pollas flácidas colgando, hablando, contándose aventuras. Pasaron unos minutos y empezaron a hablar de quién la tenía más larga, de quién era más guapo y cuál estaba más buenorro. Se daban puñetazos en el pecho, se ponían en plan coleguitas apoyándose en el hombro del que tenían al lado. Sus rabos volvieron a crecer y a algunos ya les pesaban entre las piernas, larguísimos y apuntando hacia el frente.
De nuevo sus cuerpos musculosos y calientes se fueron juntando, rozando, manos que tocaban lo que había que tocar. Roman se hizo con Nick. Cogió al chaval en volandas poniéndole las piernas alrededor de su cintura y le comió la boca. Esas manos grandes agarrándole el pandero, esos brazos con fuertes biceps, tan guapo y atractivo, ojazos azules para morirse. El ojete de Nick se abrió al instante.
Los otros estaban a lo suyo, formando parejas, tocándose, pero enseguida volvieron a formar un grupo, le tumbaron bocarriba sobre la cama, le abrieron de piernas, le rodearon y uno a uno fueron pasando por su culo, follándoselo sin condones. Pollas finas, gruesas, largas, negras, blancas, las cinco fueron desfilando por el interior de su ano haciéndole feliz. Le flipaba sentir el amor de tantos hombres por él.
No se conformaron con metérsela de uno en uno. Roman reclamó ese culo para él, se tumbó poniendo a Nick sobre su cuerpo, metiéndole rabo, mientras los otros cuatro se iban turnando para deslizar sus formidables penes por encima del de Roman y terminaban cubriendo ese hueco con dos pollas a la vez. El doble de gusto, el doble de abierto, mirar hacia atrás y enamorarse de los ojazos y la carita de Roman, sintiendo el calor de su torso mientras se lo follaban salvajemente. Ahora fue su culo el que sufrió la ira de cinco rabos corriéndose. El semen impactando sobre sus nalgas, colándose por su ojete abierto, chorreando entre sus muslos.
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