Jayden Marcos y Carter Collins se besan, cruzan pajas y se marcan un flip-fuck sin condones | Next Door
Como todos los chicos que llegaban a casa de permiso del servicio militar, Jayden Marcos llegaba más caliente que el palo de una escoba. Sí, por las noches en las literas ocurrían cosas en el cuartel, pero era algo esporádico y él necesitaba desfogar con urgencia, meter su pedazo de polla en el coñito de su novia, sentir la suavidad de cuerpo de ella en sus manos mientras se la trincaba y le daba amor.
Pero estar tanto tiempo fuera tenía estas cosas. Ella había conocido a otro tio y al llegar se encontró con una carta de despedida en el buzón. Buscó consuelo en su colega Carter Collins con el que machacó botones de mandos de consola, descargando adrenalina. Puede que fuera por el calentón que llevaba del viaje pensando que al llegar mojaría el churro, pero de repente miró a su amigo y se enamoró de su carita guapa, de sus increíbles ojazos azules. Jayden sabía que era gay y no quería hacerle daño, pero de verdad que en un momento como ese lo necesitaba.
Carter aceptó las normas. Aceptó no enamorarse, aceptó que aquello sería cosa de una sola vez y para ayudar a un amigo. Pero ay el primer beso entre los dos, eso fue magia. Carter sintió mariposas revoloteando dentro de su estómago y sintió cómo el ojete se le expandía al notar las manos fuertes y cálidas de Jayden sobre su cuello. ¿Cómo podía ser sólo amistad si se estaban mirando ahora fijamente, si se estaban deseando, si Jayden ya le estaba buscando metiédole mano por debajo de la camiseta? ¿Cómo podía ser amistad si ya se estaba enamorando?
Primero iba a ser solo un beso, luego llegaron a un acuerdo para hacerse unas pajas entre colegas. Camisetas fuera, pantalones fuera. Ninguno de los dos llevaba calzones y sus pichas saltaron hacia sus vientres toda largas y duras. La de Carter era larga, gorda y de color rosáceo, blanquita. La de Jayden era más morenota, muchísimo más gruesa y voluminosa que la suya.
Se pajearon cada uno la suya, aunque era inevitable que al rato intercambiaran los cimbreles de mano. Ni punto de comparación sentir la mano de otro tio, con otra fuerza, con otro ritmo, acariciando tu rabo erecto. El placer era doble. Carter se preguntó si ya que estaban en esa situación y que Jayden iba a por todas, si no podría tentarle pidiéndole que le chupara la polla.
Alzó los brazos por detrás de la cabeza y le dejó hueco para que se inclinara hcia un lado en el sofá y se la chupara. Para haber comido coñitos toda su vida, no se le daba nada mal chupar pijas. Lo hacía como si estuviera mamando de la tetilla de un biberón, succionando con fuerza. Apredía rápido. De repente se lo encontró con la polla dentro de la boca, sacando la lengua y relamiendo el pene. Menudo cabrón.
Carter se la devolvió con creces. Dios, qué polla más gorda. Tuvo que bajarse del sofá y ponerse de rodillas entre sus piernas para hacerle un buen trabajo. Y tras esto, Jayden recibió su premio. Carter le dio la espalda y abrió su culo. Jayden no sabía por dónde empezar. Se maravilló por lo redondito, blanco y suave que era y por esa rajita rosácea en el medio. Su novia jamás le había dejado entrar por la puerta de atrás y ahora tenía frente a sus narices una totalmente abierta para que él entrara.
Acercó la cara y se alimentó del calor que desprendía ese agujerito en apariencia tan estrecho. Sacó la lengua y lo relamió con la puntita, notando cómo se abría yse cerraba solo. Hurgó hasta tenerlo mojadito y abierto y solo entonces se puso de pie, dirigió el misil que tenía entre las piernas hacia ese culazo y lo penetró sin condón mientras a Carter se le sonrojaban las mejillas y le salía un gemido del alma al sentir toda esa pollaza clavándose dentro de su ano.
Entró enterita. Jayden intentó clavársela como si Carter fuera una chavala, pero enseguida se dio cuenta de que ese no era el camino. Es más, si miraba hacia abajo le entraba más vértigo que si fuera una de ellas, porque por alguna extraña razón, la forma de ese culito masculino y apetecible le atraía más. Así a simple vista parecía casi imposible que una polla tan grande penetrara un lugar tan estrecho y sin embargo ahí estaban, enganchados a tope.
Se tiró un buen rato dándole por culo, inclinándose sobre su espalda, protegiéndolo, cacheándole con los huevos. Carter aprovechó cualquier descanso de Jayden para no darle tregua, meneando el trasero de atrás a adelante, pimplando polla. Se preguntó si Jayden estaría dispuesto a dar un paso más. Como si le hubiera leído la mente, Jayden se fue al sofá, se abrió de piernas y pidió a Carter que le comiera el ojal.
Carter supuso que era una de esas cosas que le gustaba hacer a los hetero para saber qué se sentía cuando te daban placer por el culo, pero Jayden iba totalmente en serio. Joder cómo se lo pasaba el cabrón. Lo estaba disfrutando tanto que agarró la cabeza de Carter con la mano y lo trajo hacia su culo para que le metiera la lengua hasta el fondo.
Y apuestos, Carter apostó todo al ganador. Se tumbó en el sofá y sedujo a Jayden poniendo en vertical su larga polla, animándole a que se la clavara. Jayden hizo una sentadilla sobre sus piernas y se la metió por el culo, se echó hacia atrás y empezó a saltar. Carter no podía apartar la vista del culo de su amigo tragando polla, de su enorme miembro y sus pelotas acariciándole el estómago.
Sin sacarla del interior de su culo, Jayden giró noventa grados como las hélices de un helicóptero y se quedó cabalgando a su colega de lado, disfrutando del placer que le daba ese miembro grande y duro fustigando el interior de las paredes de su ano. Probada esa nueva faceta, Jayden abrió de piernas a Carter y se lo folló de nuevo.
Rabo en mano, Carter no dejó de meneársela durante la follada. Sus ojitos azules se quedaron bizcos, mirada perdida, coincidiendo con un buen disparo de leche que salió volando de su polla, directo al pecho.
Cuarenta días con sus cuarenta noches. Al ver a su colega correrse de esa manera, Jayden supo que eso era lo que necesitaba, descargar la leche que llevaba cuarenta días acumlada en sus huevos calientes. Sacó la polla, se pajeó encima de su colega y se corrió encima de su rabo y sus bolas visitiéndoselos de blanco. Qué rico sentaba soltar lastre. Ya había cumplido. Nada le obligaba a ello, pero al ver los ojitos azules de su amigo, los dos sonriendo del placer de una buena corrida, se inclinó y le besó. Que después no le pidiera que aquello no fuera algo más que amistad.