Después de haberle fallado dos veces en el mismo día, Ragel se sintió tan culpable que por eso decidió enseñarle el lugar donde vivía Marco, intentando con eso que quizá Lucca también cayera en la tentación al ver el cuerpazo de ese Tarzán. De esa forma estarían igualados en cuanto al número de infidelidades, si no se tenía en cuenta el desliz con el regente del hotel, claro.
Por supuesto que Lucca también cayó en la tentación. Ocurrió cuando Marco le estaba enseñando la bajada al cenote. Lucca tropezó con una piedra y para no caer al suelo se agarró al cuerpo de Marco. Enseguida se impregnó de su aroma a hombre, de lo duro que tenía el torso, se fijó en esas líneas inguinales bien marcadas que desaparecían por debajo de sus bermudas.
No pudo evitar acercarse a él y besarle el cuello. La mano de Marco se aferró a su nuca, le revolvió el pelo por detrás. Entonces Lucca se le quedó mirando fijamente, con la respiración agitada a un palmo de su cara y se besaron. La anatomía del cuerpo de Marco estaba deliciosa. Lucca empezó a comérselo de arriba a abajo, comenzando por sus pectorales, mamando de sus tetillas duras como si fueran biberones, bajando por su tableta.
Le bajó la goma de las bermudas descubriendo su pubis y la base de su rabo. No llevaba calzones, tal y como imaginaba. En plena selva había prendas de las que un hombre podía desprenderse amablemente. Le sacó la chorra, todavía dormidita aunque algo morcillona y se la tragó de un bocado amamantándola más glotón de lo que esperaba, incluso se la levantó para lamerle los huevos.
Por un momento Lucca juró percibir el olor de su chico impregnado en ese rabo, pero enseguida se le fue la perversa idea de la cabeza, en cuanto Marco remontó y se le fue poniendo dura, dejando que Lucca le comiera toda la pija hasta el fondo. Chupaditas, dedicando buenas atenciones a su cipote, haciéndole una paja de tornillo y tragándosela hasta tener sus pelotas aplastadas contra su barbilla, Lucca se puso fino de rabo.
Un buen síntoma de lo mucho que le gustaba ese pitorro fue el hecho de que sacó la lengua relamiéndole la base mientras aun la tenía dentro de la boca, haciendo hueco para que le llegara hasta el fondo de la garganta. Se la dejó bien dura y empapada en babas para que se la metiera por detrás. Lucca se dio la vuelta. Su cuerpo, comparado con el de Marco, era muy blanquito y su culito también, lo que a Marco le parecía deseable, porque era como penetrar en un lugar prohibido.
Se la encajó sin condón hasta las bolas y empezó a follárselo entre las paredes de piedra de bajada al cenote. Le encantó ver su dura polla penetrando ese ojete apretado, abriéndose paso por la raja del culo, sus pelotas despegándose de sus nalgas como si fueran velcro cada vez que se separaba de ellas para volver a meterle otra propina.
El tio no le dejó mucho espacio para ejercer de empotrador, más bien era Lucca el que se dedicaba a culear hacia atrás devorando esa pija, pero Marco era un hombre con recursos y enseguida encontró la manera de llevar le control, encorvándose, acoplándose sobre la espalda de Lucca, con el culete un poco hacia atrás y hacia arriba. Así se hizo hueco para amarle.
La postura hizo que intimaran todavía más. La respiración de Lucca volvía a estar agitada, ahora exhalaba pequeños y rítmicos gemidos, se estremecía de gusto, se echaba hacia atrás pasando un brazo por el cuello de Marco, deseándole dentro de él. Aquel lugar merecía ser explorado por todos sus rincones. Lucca se habría arrepentido de no haberse llevado a ese maromo escultural hacia la entrada de la selva y haber follado como animales.
Empezó agachándose y metiéndole una nueva mamada, esta mucho más salvaje que la anterior, devorando toda su polla hasta que Marco la vio desaparecer dentro de su boca una y otra vez, notando cómo la lengua de Lucca le relamía las bolas mientras el cabrón se la tragaba entera. Allí, contra un árbol, volvió a darle por culo. Esto de tener turistas por la zona le iba a venir de putísima madre. Como se trajeran a sus amigos para la inminente boda, al final iba a follárselos a todos.
Marco empezó a gemir más de la cuenta, a zumbar con más rapidez. Lucca intuyó que estaba a punto de correrse, así que se preparó poniéndose en cuclillas, abriendo la boca y sacando la lengua mientras Marco se pajeaba con rapidez sobre su cara. Los dedos del puño no dejaban de rozarle la punta de la lengua. Marco exhaló una tanda de sonoros gemidos y a los pocos segundos la leche de su polla hizo acto de presencia, resbalando entre sus dedos, mojando la lengua de Lucca, sus labios. Lucca le besó el cipote lleno de leche, se levantó y besó a Marco en la boca. A Marco nunca le había besado otro hombre con los labios llenos de semen. Le gustó. Estaba aprendiendo tantas cosas de esos turistas que no veía la hora de un nuevo encuentro.