Cuando uno se obceca en una idea, es difícil quitársela de encima hasta que no la hace realidad, sobre todo si se refiere a temas sexuales. El cazador quiere a un jugador de fútbol cachas, guaperas y ojazos que se venda por dinero y se anime a comerle toda la polla. No hace más que pensar en el once inicial y los reservas, todos juntos en las duchas paseando sus esculturales, musculosos y deportivos cuerpazos y se le pone morcillona.
Tirar hacia las primeras divisiones sería demasiado arriesgado, así que mejor acudir al campo de entrenamiento de un equipo modesto, donde también había chavalotes que estaban de vicio aunque no salieran tanto en la tele. La ocasión llegó ni que pintada, un jugador sólo entrenando sobre le césped, guapo, alto, rellenando bien la camiseta con sus pectorales y fuertes biceps, melenas, rico rico.
Esta vez no sacaría todas sus bazas a la primera. Primero el dinero y después las preguntas, mil pesos por diez minutos de entrevista no estaba nada mal para empezar. Empezó por cosas sencillas preguntándole por sus colegas, pero cuando comenzó a incomodarse por cuestiones personales, le soltó más pasta para que se soltase de la lengua, para que le enseñara los abdominales y para que se desnudara en el jardín trasero de un chalet.
El guaperas terminó hincando las rodillas en la tierra, soltándose la melena y comiendo la que parecía ser su primera polla. Esos ojitos verdes le camelaban desde abajo y casi le pringa la jeta antes de tiempo. La chupaba suave, relamiendo la polla con la lengua por la parte baja y metiéndosela dentro de la boca cuando llegaba hasta el cipote.
Sí, se lo había llevado al jardín trasero para verlo desnudo, pero desnudo saltando sobre su verga. Ahí lo tenía clavadito sobre su gran rabo, un cuerpazo musculadito y de pelo en pecho. Un futbolista por fin sentando sus posaderas sobre su pollón. Siempre había querido partir en dos el culazo pomposo de un jugador y ahora lo estaba haciendo.
Ahora ya con su sueño cumplido, aquello no podía terminarlo sin aprovechar el encuentro con ese futbolista al máximo. Le avisó de que se corría, le hizo poner la cara frente a su polla y le soltó un reventón de huevos que lo flipas, lefazos a toda hostia, blancos y calentitos decorándole el pelo, la cara guapa, la barba y todo lo que pillaba por delante con su pipa.