Pablo Bravo da cerveza y pija a un chulazo guaperas en Brasil | Bravo Fucker
Cerveja e piroca
Cada vez que Pablo Bravo viaja a Brasil, está deseando visitar a uno de sus mejores colegas, un tio que es amigo para todo, tanto para mantener una buena conversación como para mangarse unas pajas. Sigue el ritual de siempre antes de llegar a su casa, haciendo una parada en el súper del barrio para comprar cervezas y recorriendo esas escaleras estrechas en espiral que le conducen hacia el acogedor pisito.
Sigue tan buenorro como siempre, tan galán como un actor de telenovela, tan macizorro como un futbolista. La camisa que lleva ese día le sienta bastante bien, marcando su musculatura, un torso fuerte capaz de rellenarla entera sin dejar hueco por el que penetre el aire de la poca brisa que entra por la ventana que da al patio. Tenían previsto hacer lo de siempre, esa bienvenida viendo alguna porno y pelándose los rabos, pero Pablo se fija en los nuevos tatus de su colega.
El que tiene en el brazo izquierdo precisa que se quite la camiseta para verlo mejor. También se ha hecho unos piercings en los pezones. Con esa pinta de machote que tiene, cualqueira diría que le mola que un tio se los chupe hábilmente con la lengua y le tire levemente de ellos con los dientes hasta hacerle sentir ese gustillo de un dolor intenso.
Sacan el móvil y empiezan a ver guarradas. Las morcillas empiezan a crecer bajo los pantalones. Entonces su amigo le confiesa un secreto. Ha aprendido a comer pollas. Ha llovido desde que empezaron a cascársela juntos cuando eran unos imberbes sin pelos en los huevos y tímidamente se la cascaban sin enseñársela el uno al otro y lo más lejos que han llegado ha sido a hacerse unas pajas cruzadas. Su colega le acaricia la forma del rabo de arriba a abajo y le mira sonriente. Parece seguro de lo que dice.
Pablo no sabe dónde hostias ha aprendido a mamarla así, pero cuando quiere darse cuenta le tiene cogido por la cabeza y no hace más que culear y taladrar con la polla esa linda boca. No es sólo que sepa chuparla a la perfección, sino que se nota que lo disfruta. «Pues espero que también hayas aprendido a meterte grandes pijas por el culo, porque te voy a poner fino«, le suelta Pablo, poniéndolo de pie de espaldas contra la pared, agachándose en cuclillas y examinando su ojete, separando los cachetes de su culo con los pulgares.
Le mete la lengua, acariciando con ella la entrada del agujero. Siente cómo la piel del culete se le pone de gallina. Meter los morros en el culazo de un futbolista es el sueño con el que todo tio se despertaría mojado por las noches. Por suerte Pablo está consciente y contgiene la descarga de los huevos para dársela más tarde, porque antes necesita empalar esas nalgas robustas mientras ve esa cara de chulazo de su colega, pensando en que el tio tiene un polvazo increíble.
Hecho un ovillo sobre la cama, agarrándose las piernas, separándolas para dejar entrar, gimiendo. Pablo sabe que a partir de ahora los viajes a Brasil se van a hacer más frecuentes. Mientras se lo folla, no deja caer en saco roto la longitud del miembro del chaval y se la chupa. A los dos empiezan a subírseles los cojones a la base de la polla y eso sólo significa una cosa.