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The Island 1: Diego Sans se folla a Javier Cruz en la paradisíaca isla de su lujuriosa mente | MEN

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Soñó que llegaba volando a una isla paradisíaca alejada del mundo, aterrizó en la playa, adentrándose en su pequeña pero densa selva. Llegó a un claro en el que tuvo que sortear blancas sábanas suaves como la seda que colgaban de algún lugar que no acertaba a ver y que impedían ver más allá.

Parecían interminables, parecía que no iban a acabar nunca, pero al cruzar una de ellas llegó al claro y se encontró con un chico musculoso, atractivo, con barbita, semidesnudo como él, con unos calzones tan blancos como el de las sábanas. En una situación normal, a no ser que fuese un lugar de encuentros, no lo habría hecho nunca, pero aquel era su sueño y podía hacer lo que le viniera en gana. Sin antes presentarse, Diego Sans se acercó para besar esa boca que tanto le gustaba. Javier Cruz le correspondió y se arrodilló para comerle la verga. No podía ser de otra manera. El rechazo no estaba incluído en el equipaje de una mente que vuela libre.

Si Diego se ponía a recordar sueños húmedos, había hecho de pasivo y activo casi el mismo número de veces. Unas se levantaba mojado cuando todavía le estaban metiendo el cipote por el agujero, otras se corría cuando la imaginación le llevaba a penetrar un agujero mucho más apretado de lo que la realidad podía ofrecerle. Esta vez le apeteció que esa belleza de chaval se pusiera a cuatro patas.

Agarró el culazo por los extremos y sumergió los morros en su apetitosa raja. Olía a limón y madera. Podía sentir el calor que desprendía el agujero en la punta de su lengua. Era tan real… Al momento se lo estaba follando. Normalmente a esas alturas, del gusto ya se hubiera despertado echando lefotes, pero su mente le dejó disfrutar un poco más del sueño jodiendo al chaval a sus anchas en ese idílico paraje.

Lo volteó sobre el suelo. Javier tenía los huevos llenos de arena y su pollaza estaba tiesa. Era muy bonita, casi perfecta, con un sobresaliente cipote. Le metía un pollazo y podía ver cómo apenas se meneaba un poco, pero lo suficiente para ponerle cachondo. Diego estaba a punto de correrse con este nuevo sueño húmedo. Ocurrió cuando Javier se sentó encima de su polla y comenzó a saltar con energía. Diego le agarró la enorme polla con la mano mientras le masturbaba el rabo entre las nalgas. Se despertó confuso, corriéndose, con su polla expulsando semen en los calzones, totalmente realizado por aquella escapada a la isla de su lujuriosa mente.

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