Qué mona la parejita que entró a la tienda para arreglarse los trajes de boda. Brysen y su esposo le enseñaron a Joey Mills los anillos de casados. Se las prometían felices, pero Joey sabía que al final todo se rompía y, si nadie lo remediaba, iba a cometer una barbaridad con esos dos chulazos. Las manos de los tios le encantaban, porque a menudo decían mucho de ellos. La de Brysen era fuerte y grande, con unos dedos anchos. Se imaginó en uno de esos dedos perforando su ano y de qué tamaño tendría la polla.
La de su futuro marido era igual de grande y con dedos largos. Ambos le sonrieron y pudo fijarse en sus caras y sus cuerpos, algo que como buen modista no podía pasar por alto en cuanto alguien pisaba su negocio. Brysen le pareció totalmente delicioso. Sonrisa amplia, atractivo, una pintaca de empotrador flipante. Era de los dos al que le costaría más llevar el traje, porque era más de vestir de sport, con su camisa abierta por el pecho, enseñando a todo el mundo lo bueno que estaba. Pero en cuanto hubiera acabado el traje para él, iba a estar requete guapísimo.
El que ya lo llevaba entallado era su pareja. A ese poco arreglo le hacía falta. Le quedaba genial, de esos tios que se ponga lo que se ponga todo le va a sentar bien. Vestía al estilo italiano, incluso se había dejado un espeso bigote y su profunda e intensa mirada mediterránea hacían suponer a Joey que ese chulazo tenía algo de esa descendencia.
Invitó a Brysen a pasar a los probadores mientras su novio esperaba sentado. Joey ya le advirtió que iba para largo y más cuando Bry no se había puesto un traje en su vida. Puede que necesitara ayuda para la corbata o la cintura del pantalón, así que le ofreció un poco de cava para amenizar la espera. Lo que ambos desconocían era el secreto que Joey ocultaba en las paredes de los probadores.
Haber puesto cámaras le habría metido en serios problemas, pero… si hacía un agujero aquí y otro allá, sólo para disfrutar él, no habría inconveniente alguno. Tenía un traje de novia justo al lado del agujero, listo para parapetarse detrás de él, agachars y disfrutar de las vistas. Ya se le puso toda tocha al primer segundo y es que Brysen estaba de espaldas y se había desnudado entero. Tenía un culazo de la hostia.
Los segundos que tardó en darse la vuelta, a Joey le parecieron eternos, como si el tiempo transcurriera a cámara lenta. El pulso se le fue acelerando cada vez más a medida que el momento llegaba. Lo que vio, terminó de ponerle la polla bien dura y le dejó con la boca abierta. El pubis con unos buenos pelazos y de él caía una polla larga y gruesa, completamente descapullada con un cipotón enorme y que se alzaba un poco hacia adelante al descasar sobre un par de huevazos bien grandes.
Tras el primer impacto visual, se dedicó a degustar la visión de ese pene cilimbreando sobre sus cojones. Ya le estaba sudando hasta la frente del calor que le estaba entrando. Entró al probador para comprobar si todo iba bien. Bry ya se había puesto los pantalones y la camisa él solito, incluso la corbata. Tomarle la medida de la entrepierna iba a ser toda una odisea, sobre todo sabiendo ahora lo que a ese tio le colgaba entre las piernas.
Fue agacharse para empezar a tomar la medida y se imaginó el pollón. Para colmó, Brysen no paraba de sonreirle. Era demasiado agradable con los desconocidos. De los nervios, a Joey se le cayó el dedal y al ir a recogerlo del suelo, sin querer rozó el paquete de Brysen con el culo. Le gustó tanto sentir ese bulto, que siguió rebozando su trasero por encima, a posta.
Tampoco Bry se retiró. Le gustaba el frotamiento y empujó las caderas hacia adelante para sentirlo más fuerte. Al darse la vuelta, Joey descubrió que Brysen se había sacado la polla por la bragueta y que se la estaba dando para que se la comiera. La tenía morcillona, con unas venas profundas recirriendo su pene ahora más grueso y duro. Joey sintió un placer inaudito cuando se la metió en la boca.
Le encantaban las pollas grandes y gordas. Miró hacia arriba buscando la mirada de Brysen, que se dedicó a acariciarle la carita. Sí, Joey tenía una carita de niño bueno, de jovencito irresistible para los hombres. Le gustó sentir el tacto de esa mano fuerte y caliente. Ya podía sentir la erección de Brysen dentro de su boca. Una polla grande y dura.
Se la chupó profundamente, sintiendo el impacto de su barbilla contra sus huevos. Se los comió, duros y consistentes, llenos de pelos. Brysen empezó a tener calor. Se quitó la camisa y dejó al descubierto un cuerpazo musculoso que Joey pudo admirar desde abajo y que incrementó su apetito. A la camisa le siguieron los pantalones y al final tuvo a ese maromo completamente desnudo en el probador, sólo con su cadenita fina de oro al cuello y él de rodillas mamándole toda la polla.
El servicio tenía que ser rápido y más cuando su maridito estaba esperando fuera. Joey había perdido la noción del tiempo. Entonces Brysen le puso una mano en la barbilla, la otra en la cabeza, le hizo levantarse y le besó con deseo. Joey lo supo. Supo al instante que ese tio quería más, supo que no iba a salir del probador sin que se lo follara.
Sus besos sabían muy ricos, era muy caliente y fogoso y esa cara de machote duro y atractivo no facilitaban las cosas. Joey se dejó besar por el cuello, se estremecía al contanto de su cuerpo, con cada una de sus miradas y sonrisas, con cada roce de su barbita. Se desnudó, se dio la vuelta y puso el culo en la misma posición que cuando se lo frotó por encima del paquete.
Escuchó un escupitajo. Eso le dio muchas pistas. Bry se la estaría embadurnando con su propia saliva a falta de condón con lubricante. No ocurrió todo tal y como imaginó. Sin esperarlo, Brysen le cogió de los muslos por detrás, haciendo uso de toda su fuerza y de todos esos musculazos. estaba potente el cabrón. Así en volandas, sostenido por sus fornidos brazos, Brysen lo fue deslizando por su torso hasta meterle toda la polla a pelo por el agujero del culo.
Esa primera posesión fue un puto delirio. Sentía su sexo deslizándose por el interior de su ano, desgarrándoselo lentamente. La fuerza descomunal de ese cabrón penetrándolo por detrás. No se había confundido, era un puto empotrador de los grandes. Bry le dio la vuelta y Joey se quedó suspendido mde nuevo en sus brazos, en volandas.
Esta vez fue él quien le agarró la polla por detrás y se la metió dentro. Se fijó en las expresiones de su cara, lo guapo que era, lo bueno que estaba, en sus músculos en tensión follándoselo. Joey le dio una propina y es que, aunque fuera delgadito, tenía una polla más larga que la suya. Al estar tan juntitos, irremediablemente su minga se dio el gusto de frotarse contra sus abdominales brindándole una dulce pajilla.
Tardaban tanto en salir que al novio de Bry se le hacía larga la espera. Joey sacó la cabeza por la cortina del probador adelantándose al escuchar que les reclamaba. Todo iba bien. Demasiado bien. Le dejó tranquilo, indicándole que se sirviera él mismo otra copa, a ser posible sacando otra botella fría de la nevera que estaba al otro lado de la sala principal. A Brysen la boda era lo que menos le importaba en ese momento. Había perdido ya todo le juicio y se había convertido en un animal cuya meta era follar y follar sin control.
Le daba tan duro que a Joey le volaba la polla entre las piernas adelante y atrás con un amplio vaivén, como el badajo de la campana de una iglesia anunciando… boda. Bry paró un segundo, le abrazó fuerte y lo atrajo hacia su cuerpo regalándole besos por el cuello. Tenía las mejillas rojas, apretaba los dientes y ardía de deseo. Era puro sexo.
Le susurró al oído algo muy arriesgado, sobre todo para él. Salir fuera y hacerlo en el sofá ahora que su chico había ido a por el cava. Tenían que ser cuidadosos, pero la idea de que les pillaran le excitó demasiado como para rechazarla. Salieron fuera, Joey se estiró en su propio sofá con la cabeza en el borde. Brysen dobló las rodillas, empujó el rabo hacia la boca de Joey y se la folló.
Sin sacarle la polla, Bry le cogió de los muslos otra vez y le dejó en volandas hacia abajo con el rabo dentro de la boca mientras él se merendaba la raja de ese culito suave. Tras ese rato tan agradable en el que Bry abusó de su fuerza sobrehumana, Joey se dejó caer en el sofá a cuatro patas y Brysen le dio por culo, con su cuerpo musculoso, bronceado y potente cargado de sudor.
Joey se sentó sobre sus piernas dándole la espalda y le cabalgó la polla. El vicio se fue acumulando en sus pelotas hasta que no aguantó más. Pensó que podía retener un poco más la leche en los huevos y, a consecuencia de esa desafortunada decisión, justo al soltarse el rabo para evitar correrse, Bry le propinó una culeada haciéndole digerir toda su enorme tranca y a Joey le dio donde más le gustaba, por lo que la polla del jovencito modista empezó a desperdigar su leche por todas partes como si fuera una manguera sin manos.
Brysen se la sacó del culo y se dirigió hacia la carita de Joey pajeándose. Se la apretó con fuerza masturbándose a la vez que simulaba que se estaba follando su propia mano, culendo hacia adelante y hacia atrás. Su dulce leche empezó a caer sobre la lengua de Joey, que cuando tuvo suficiente cantidad, la cerró y la expulsó entre sus labios haciendo pucheros, para abrirla y conseguir más. Fue un detalle que Brysen bajara a lamerle los morros. Le ponía cachondísimo que un machote así relamiera su propia corrida y la probara.
De vuelta al probador, se vistieron y slaieron como si nada hubiera ocurrido. Brysen le dijo a su chico que era posible que necesitara unos arreglos, pero que si eso ya volvería él solo. A Joey volvió a latirle el corazón con fuerza. No podía ni imaginarse cómo se comportaría en la cama ese cabronazo cuando le daban rienda suelta.