Alexandro Cabrera mete su enorme barra de 20 cm por el culo y sin condón al guapísimo Gio Pilos | Tim Tales
Uno siempre había querido probar un puro cubano y el otro adoraba las esculturas griegas con esos tios macizos y guapos pero nunca había estado cerca de uno. Gio Pilos y Alexandro Cabrera estaban a punto de ver sus sueños cumplidos y con creces, porque ni a uno le haría falta acudir a un estanco o pedirlos de importación y el otro no tendría ni que pagar la entrada al museo.
Mientras Alexandro permanecía sentado con las piernas abiertas, no podía dejar de mirar el cuerpo desnudo y perfecto de Gio, musculado y con esa cara guapísima que no dejaba de observarle, deslizando el culo por su polla, tragándoselo todo. Gio por su parte estaba encantado. Quería probar un puro y ahora se estaba metiendo uno bien grande y gordo de veinte centímetros entre pecho y espalda, culito arriba, culito abajo, masajeando entre sus nalgas ese formidable pene hecho para dar placer a hombres como él, como tú.
La leche inundó los cojones de Alexandro desde la primera mirada, desde que Gio se puso de rodillas para comerle la polla y sintió el roce de su mano y sus labios en el miembro. Ahí estaba, un flujo de semen recargando los huevos, mientras Gio le daba a la paja con mano y boca, bajo la atenta mirada de lexandro, que no perdía ripio, deleitándose con esa carita tan guapa con su barbita que le estaba poniendo tan cachondo.
A Alexandro había tios que le ponían más que otros, pero es que lo de Gio era ya de escándalo. No recordaba haberla tenido tan dura, como una puta roca. Para comprobarlo, se dio puñetazos en el rabo cuando Gio le dio la espalda y empezó a cabalgarlo saltando sobre su polla, bombando su cigala con esa bombona que tenía por culazo. Dios, vaya que sí que le gustaba ese escultural griego, no hacía falta ni que lo dijera, porque la dureza de su polla y las ganas que le estaba poniendo reventándole el ojal, ya lo decían todo.
Se lo gozó a pelo y tanto amor dio como resultado que, al sacar la polla del interior de su culo y correrse, lo hiciera a chorrazos y sin control, como si su miembro viril fuera una puta fuente. Una oleada de gusto le inundó, perdió la fuerza en las piernas y su rabo empezó a escupir leche, mojando el cuerpo, la polla y los huevos de Gio, que no quitaba ojo a la deslechada que se estaba pegando ese macho que tenía delante.