Mente sana in corpore sano. Los chicos se habían montado una buena fiesta en patio del chalet. Sol, piscinita, unas cervezas y en lugar de barbacoa, comida sana para mantener esos cuerpazos que lucían, jóvenes y musculados, carne de gym. El que más y el que menos se había quedado ya en pelotas, menos Bobby Kanne, Ethan O’Pry y otro colega que estaban repartiendo la fruta a la mesa. No era de recibo pasear la minga por donde se come, aunque alguno se pasó esa norma por alto.
Dentro del ambiente entre tios que habían creado, verse todos desnudos les puso un pelín cachondos. La cosa fue creciendo en intensidad a medida que se involucraban en los juegos. El primero fue el del reto. Todos tenían que agarrar la botella de sidra y verter el preciado líquido por sus rabos, menos uno, que tenía que estar de rodillas para limpiárselas a base de unas chupaditas bien ricas.
Sí, hubo muchas risas, pero el calentón en esas cabecitas estaba ya servido. Sólo faltaba el postre y llegaron los plátanos. Otro reto, esta vez individual. A ver quién conseguía meterse más trozo de plátano por la boca sin morderlo ni romperlo, meterlo y sacarlo chupado. Cómo miraban con atención al que se lo estaba tragando, imaginando que ese plátano era una buena polla.
Uno de los que se puso más cachondo con el jueguecito fue Ethan, que se llevó al que más le gustaba, Bobby, a un lugar aparte mientras los demás seguían divirtiéndose sin ellos. Le molaba mucho y lo mejor es que el gusto era mutuo. Sus rabos hablaron por ellos. Los dos estaban empalmados. Se dieron el lote mientras sus penes se rozaban por ahí abajo, bien duros y grandes.
La de Bobby estaba más erecta, el macho dominante. A Ethan le pesaba más y sin querer o queriendo, al acercarse a besar a Bobby le rozó los huevos con la punta del rabo. Se agachó y le hizo una mamada. Le encantó relamer de arriba a abajo ese pollote fino y largo y sintió que estaba en el cielo cuando Bobby se la devolvió en el sofá y después le comió el ojete del culo. Ver a ese chulazo sacar la lengua saboreando sus bajos, con el bigotito y la barba rodeando sus labios y esa cara tan jodidamente guapa, le hizo sentir en el paraíso.
Bobby se tumbó con él en el sofá, se hizo un hueco detrás de él y lo penetró sin condón. El tio sabía cómo hacerlo, cucharita y un brazo por delante de Ethan, agarrando su pene y masturbándoselo a la vez que se lo follaba. El artista le dio por culo y Ethan adoró el momento en que se inclinó sobre su espalda, pasó las manos por debajo de su cuerpo y empezó a rozarle los pezones. A Ethan se le erizaron todos los pelos del cuerpo y se le puso la carne de gallina.
Si el objetivo de Bobby era abrirle el culito para entrar mejor, lo había conseguido. La mano de Bobby no paraba quieta. Follándoselo bocarriba y abierto de piernas en el sofá, agarró la pija de Ethan y no paró de pajeársela hasta que se corrió, llenándose el puño de leche ajena. Para acabar, sacó su polla del culo de Ethan y le regó la entrada del ojete con su esperma.