Chulazos guapos y pollones, Cole Connor y Lobo Carreira se hacen un flip-fuck sin condones en la camita | Raging Stallion

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No había mañana que Lobo Carreira no se levantara cachondo. El juego de seducción se le daba fenomenal, más todavía con esa cara guapa de chulazo y ese cuerpazo que tenía. Aprovechó que Cole Connor se había levantado ya y estaba justo enfrente de él afeitándose para ponerle caliente dentro de la ducha. Su cuerpo enjabonado era puro deseo, con sus manos deslizando toda esa espuma por encima de sus músculos, el agua cayendo por su larguísima pollaza, algo morcillona, que le colgaba como una diosa entre las piernas, más parecida a una buena banana.

Le hacía gracia que Cole no mirara. Seguía concentrado en no cortarse mientras se pasaba la cuchilla por la cara, así que Lobo apretó su cuerpo contra la mampara marcando toda su soberana polla en el cristal, sin dejar lugar a dudas de que estaba increíblemente bien dotado. Ante eso ya Cole no pudo hacer oídos sordos. Le encantó ver el cuerpazo cachas desnudo de su colega y esa tremenda polla. Dejó caer la toalla blanca que llevaba atada a la cintura y plantó la mano en el cristal, justo donde se marcaba el rabo.

Se acercó a la mampara y miró a Lobo. Qué jodidamente guapo que era y qué bueno estaba. La parte de su boca se llenó de vaho y casi pudo sentirlo en su cara a pesar de estar separados por esa lámina de vidrio. Lobo se dio la vuelta e igual que hizo con el rabo, marcó el culazo en el cristal, con esas dos nalgas musculosas y perfectas. A Cole se le puso durísima y empezó a tantear su rabo con una paja.

Toda dura y empinada, la acercó al cristal y la colocó justo donde se presentaba la raja. La deslizó suavemente hacia arriba y hacia abajo, imaginando cómo sería metérsela. Lobo pasó el brazo por detrás del cristal y le cogió el trabuco masturbándolo con su mano mojada y enjabonada. Tiró de ella para que Cole se metiera dentro de la ducha con él.

Sus cuerpos desnudos rozándose ahora sí piel con piel. Se tenían muchas ganas. La pija de Cole estaba más dura que una piedra. Se dieron un buen morreo acompañado de unas pajas cruzadas. Cole dio la vuelta a Lobo y depositó su rabo en la raja de ese poderoso culo, deslizándola de nuevo en un movimiento follaril, haciéndose una pajita con su pandero. Le abrazó por detrás y empezó a hacer con que se lo zumbaba. Lobo parecía disfrutarlo, así que siguió un ratio más así hasta que le entró hambre de rabo.

Se agachó y le comió la polla a Lobo. Qué sabrosa, limpita y suave que estaba. La forma curvadita hacia abajo ayudó a que pudiera hacerlo. Cole se la tragó hasta los huevos, dejándola pasar a través de su garganta y se quedó un ratito ahí, besando los pelos de la base de su polla, con todo el pijote dentro de la boca. Al sacársela, miró hacia arriba. Menudo tiarrón, guapísimo, con un cuerpazo escultural y esos pelazos en el pecho y los abdominales que le hacían más irresistible todavía.

Atragantarse, sentir esas arcadas y que se te salieran las lágrimas por un tio así, merecía muchísimo la pena. En la cama casi se lo come, lanzándose encima de él, disfrutando de su presencia, sintiendo lo entregado que estaba, tan cachondo, tan mimoso, rodeándole las caderas con las piernas para que le hiciera cositas. Bajó a hacerle una triple comidita. Rabo, huevos, ojete del culo, pasando de uno a otro como si fuera su propio festín, sin dejar nada a salvo de su lengua, de sus labios, de su saliva.

Se arrodilló en el colchón, sentado sobre sus cuartos traseros, frotando el pene de nuevo contra la raja, calentando ese agujerito, abriéndolo. Le metió el glande en el apretadísimo ojete y luego toda la polla desnuda, sin condón. El gemido de Lobo fue brutal. La sensación de algo grande y gordo penetrando su agujero le llevó a posar una mano sobre le pene, para ver si podía dirigir la penetración a su ritmo, pero enseguida cole se la apartó de un manotazo, porque en esa cama mandaba él.

Se abalanzó sobre Lobo y empezó a follárselo duro y con muchas ganas. Cara a cara, los dos sintiéndose, mirándose fijamente. Cole se enamoró de esa carita, de sus ojazos, de sus cejas, de su barbita recorriéndola. Qué rico estaba el cabrón. Cada vez que sus miradas se cruzaban, podía sentir cómo los huevos se le llenaban de leche. Era flipante lo mucho que le gustaba ese tio.

«Joder, qué gorda«, soltó Lobo por su boca al ser pentrado en una segunda tanda de pollazos. Si estaba ahí desnudo, abierto de piernas para él, era porque Cole le molaba. Ese rollito de daddy joven luciendo canas en el pelo y la barba le volvía loquísimo. Cuando la fricción se hacía más fuerte, Lobo le frenaba colocando una mano en la base de su rabo, separándolo de él para sacársela del culo, se escupía en la palma de la mano y embadurnaba el pollón con su saliva para que Cole siguiera disfrutando del placer de su culo a tope.

Darle por culo, con ese tiarrón a cuatro patas, fue una de las mejores experiencias sexuales que había tenido Cole jamás en su vida. Nada le apetecía más que meterla dentro de un tio así de buenorro y tan guapo. Se la metió tan duro y tan a fondo que Lobo terminó por sucumbir y besar las sábanas, con Cole encima de él, en posición de flexiones, penetrándolo sin descanso.

En un descanso, mientras los dos estaban de rodillas frente a frente besándose, Cole tomó la decisión. Le apetecía darle culo a ese cabrón, así que se dio la vuelta y le presentó el gran culazo blanquito y hermoso que tenía. Lobo coló los morros dentro de esa raja y lo disfrutó como un cerdaco antes de ponerse de rodillas detrás de él e insertarle su pijote largo y morenito.

Se la metió enterita y sin condón. Cole gimió bien alto, casi mordiendo las sábanas del puto placer que sentía. Lobo se la mantuvo unos segundos ahí dentro, notando cómo el círculo del ojete le apretaba en rabo latiendo por momentos, hasta que se estabilizó y empezó a follárselo. Cole se acostumbró enseguida a ese pollón y le pidió más, meneando el trasero hacia adelante y hacia atrás auto follándose. Lobo se quedó contemplando el espectáculo, con ese culazo grande con dos buenas bombonas devorando su pito una y otra vez.

Lobo se tumbó en la cama y Cole sobre sus piernas, dándole la espalda, cayendo sobre su cuerpo al sentir cómo la polla le inundaba de nuevo de placer. Lobo plantó los pies en el colchón, dobló las rodillas y le metió una buena culeada desde abajo. El gusto era tremendo. Cole estaba cerca. Sus ojazos grises azulados se abrieron mirando hacia ninguna parte, luego se concentró observando la cara de Lobo, sus pectorales peluditos, su six-pack. El rabo de ese chulazo dentro de él.

La leche empezó a brotar de su polla tras un gemido desgarrador. Elevó el culete para que Lobo le chupara la polla toda corrida. Esos labios preciosos se la chuparon. Cole se puso detrás de Lobo dispuesto a follárselo de nuevo. Lobo se dejó querer y se corrió encima. El semen no duró mucho en su rabo, porque la boca de Cole enseguida acudió a chupársela, a lengüetear toda la lefa que le iba saliendo del cipote, escupiéndola después sobre el rabo para volver a relamerla, para rebañarle hasta el puño con el que todavía blandía su sable. Subió para compartir la diversión con Lobo, besándole con la boca mojadita con su leche.

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