Kell Fuller pone su culo y su polla al servicio de un dildo enorme y de un fleshjack al que termina enchufando una buena descarga de lefa | Bentley Race
Cada visita de Kell Fuller al apartamento era como un día de fiesta y celebración. Se estaba convirtiendo en todo un hombrecito y su ya de por sí guapísima cara, cada vez era más atractiva. Esos ojazos azules que hipnotizaban, sus morritos, su nariz grande, la barbita que se había dejado bien guapa enmarcando su rostro y ese outfit deportivo con gorrita.
Desnudo también había ganado enteros. Se quedó delante de mí, de rodillas en la cama, agarrando un balón de fútbol sala con las manos, que protegía sus partes nobles de la vista, los calzoncillos casi por las rodillas. Tenía un cuerpo atlético y en sus pectorales empezaba a crecer algo de pelo. Puso el balón en el suelo, se sentó encima de él y se abrió de piernas para que pudiera echarle un vistazo de arriba a abajo.
Estaba tremendo. Su rabo me encantaba. Lo tenía flácido todavía, descansando hacia un lado de los huevos, tan largo como siempre y todavía sin haberse quitado el pellejo, que lo tenía recubriendo completamente su pene. Un plátano exquisito. Se puso de rodillas de nuevo y se la empezó a pelar. Había algo distinto en él. Parecía más salvaje, más masculino y visceral. Sentí como si me estuviera follando.
Me enseñó lo que había aprendido en todo este tiempo. Se puso a cuatro patas enseñándome el pandero, su rabo y sus bolas colgando entre los muslos, se llevó una mano al ojete y se la fue metiendo entera por el agujero. Se dio la vuelta y se abrió de piernas. Tenía la polla tan grande y larga como una chistorra. Le di un dildo enorme y un fleshjack y se lo pasó bomba masturbándose y metiéndose la polla de goma por el culo. Al sacársela me dijo que le mirar el ojete. Lo tenía dilatado y abierto como diez centímetros o más y era como un pozo sin fondo.
¿Dónde estaba ese chico tímido que un día entró por la puerta? Ahora tenía a un hombretón que sabía muy bien lo que le gustaba y lo que quería. Todavía abierto de piernas, vio cómo se enchufaba al fleshjack y se volvía loco follándoselo hasta que se le arrugaron las pelotas y empezó a bombearlo de leche, una y otra vez.