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John Brachalli se pone las botas mamando y tragándose por el culo sin condón el descomunal pene de Hugo Exxtreme | Tim Tales

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En un día de lluvia, John Brachalli sabe bien a quién ofrecerle su paraguas, aunque luego le encante mojarse sin llevar chubasquero. Fue en una parada en un paso de cebra. El tiarrón venezolano que tenía a su lado marcaba un paquete que apuntaba maneras. John ofreció cobijo a Hugo Exxtreme, este se lo agradeció y acto seguido John le agarró el paquete a mano llena flipando con lo que había tocado. Y así, sin más, ya tenía la tarde ocupada.

El miembro viril de Hugo le dio más trabajo del que pensaba. Era el jodido pollón más grande que había visto en su vida y mira que las había visto grandes. La tranca era descomunal, tan larga como un antebrazo y gorda como ella sola, toda morenita y acabada en un cipotón rosáceo que abría el apetito. En todo momento, desde que se la mamaba hasta que la recibía por el culo, John sintió que se la estaba chupando y se estaba dejando follar por un potro semental.

Y lo sentía así porque la tenía igualita que la de un caballo. Mira que John era tragón hasta decir basta, pero esa se le resistió por sus dimensiones, demasiado gruesa como para dejarla entrar por su garganta, se la metió hasta donde pudo dentro de la boca y el resto lo suplió con una buena paja a dos manos. Sentirla dentro de su culo fue una experiencia inolvidable. La cara de John pasó por todos los estados de ánimo posibles mientras Hugo le rebañaba el ojete y se lo destrozaba.

Suerte que tenía un culazo muy tragón y que las pollas grandes le flipaban. En cuanto el agujero del culo se le hizo al tamaño de ese gigantesco pene venezolano, se lo cabalgó. Ahora era John el que no daba crédito a lo que veían sus ojos. Un culazo blanquito y precioso empalado en su polla, bajando y subiendo, comiéndosela enterita. Al acabar, John se agachó y se metió entre las piernas de Hugo. Le agarró la polla corrida a dos manos y una sonrisa de vicio se le dibujó en la cara al ver ese cilindro enorme apuntando hacia el techo, cada vez más sorprendido con lo que algunos tios llevaban colgando entre las piernas. Y él que pensaba que la suya era grande, que lo era.

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