El chulazo Brysen jode a Ernie sin condón con su gruesa y varonil pollaza | Sean Cody
Brysen es uno de esos tios de los que uno se engancha cosa mala. Guapo, atractivo, buenorro, cuando no te has terminado de acostumbrar todavía a su cara de machote, a su sonrisa y a la delicia que supone admirar cada músculo y tatuaje de su cuerpo, te muestra de él algo más que te deja más loco todavía, cuando saca a pasear sus ganas de follar y te tiemblan hasta las calandracas porque lo único que deseas es dejarle entrar por el hueco de tu culo y tenerle dentro para siempre.
Ernie lo siente bien en sus carnes. Acaban de estar tonteando un rato en la playa y al llegar al apartamento, un morreo termina convirtiéndose en algo salvaje, con Brysen apoderándose de su culo a manos llenas, deseando poder zurcirlo más pronto que tarde a pollazos. Pero Ernie, a pesar de estar deseando lo mismo, le pide calma y baja a comerle la polla.
Tan guapo el rabo como su cara, larguísimo, enorme, con una buena pelambrera en la base de las bolas que no acostumbra a ver a los de su edad, se la come bien rico mientras le mira a la cara desde abajo. Como respuesta, Brysen le agarra por el cogote y empieza un sensual movimiento de culete hacia adelante y hacia atrás follándole la boca.
Termina dando a ese varón lo que necesita. Le da la espalda y se pone de rodillas en el sofá. Va a tener diversión con su culazo, con una raja llenita de pelos por los que dejar resbalar su gran polla. Antes de metérsela, Brysen se agacha y le lengüetea la entrada del agujero. A Ernie le fallan las piernas de tanto gusto y su ojete no tarda en dilatar para que Brysen lo rellene de rabo como a un pavo.
Mira de reojo hacia atrás y no puede ser más feliz, viendo cómo ese tiarrón que está buenísimo se lo folla a saco y a pelo como un animal, arrastrando toda su enorme verga dentro de él, estampando todos sus poderosos muslazos en sus nalgas. Bocarriba levanta la cabeza y ve cómo la gorda polla de Ryan está completamente dura, venosa y tiesa, rebanándole las entrañas. Se agarra a sus pantorrillas y disfruta de las vistas del cuerpazo en tensión de ese maromo, de los gestos cómplices de su cara, ahora mordiéndose los labios, conteniendo las ganas de meterle una buena descarga de lefa bien adentro.