Orgulloso de su culo, aunque un poco nervioso por ser su primera vez, Willy se levanta, se da la vuelta y enseña sus espectaculares y pomposas nalgas, dejando la goma de las bermudas por debajo de ellas y aprovecha para hacerlas rebotar. Duritas pero pomposas, harían las delicias de cualquier empotrador que las tuviera a mano.
Tiene una pinta muy atlética, así que el cámara le pide que enseñe torso. Con una mano se levanta la camiseta y con la otra se baja un poco los pantaloncitos. Los abdominales se le marcan bien en medio de un reloj de arena peludo. No tiene mucho pelo en el cuerpo, pero donde lo tiene es abundante y le sienta muy bien. Esos pelazos que nacen un poco por encima de su ombligo y se pierden en sus calzones. El que puebla sus sobacos es una auténtica locura.
Juega un poco a enseñar la minga y nos deja ver hasta donde él quiere, la base y el nacimiento de sus pelotas. Prefiere mostrarla cuando esté completamente dura y espera hasta ese momento. Entonces se hace una sacada de polla auténtica, de las de bajarse los pantalones y hacer que el pollón duro rebote y se quede cilimbreando al viento antes de quedarse quieto, duro y tieso apuntando como una estaca.
Cuando dijo que no la tenía demasiado larga pero sí bastante gorda, no mentía. Ambidiestro en lo referente a las pajas, al chaval le gusta masturbarse a lo grande, apretando con fuerza su mango, sintiéndola bien apretadita dentro de su puño. Al sentarse en el sofá para seguir cascándosela, nos regala unas vistas de toma pan y moja. Es guapo, está bueno, se le ve la rajita del culete con una profunda hendidura para meter los morros y unas buenas vergas y cuando eleva un brazo y lo pasa por detrás de su cabeza dejando a la vista su sobaco el mundo tiembla. Está para comérselo y esnifar hasta perderse en los sentidos.
Parece que nos va a regalar una paja costumbrista, pero entonces se levanta, se pone de rodillas en el sofá dando la espalda, pasando el rabo y los huevos entre sus piernas y jugando con el agujeraco de su culito, primero unas caricias con la yema y luego el dedo entero entrando por le hueco. Gime de gusto y, cuanto más gustito le da, más acicala su precioso ojete.
Coloca la espalda en el suelo y las piernas en el sofá en una postura que, si consigue lanzar lejos, podrá cazar algo de su propia leche. Anuncia la corrida, se estira del escroto sintiendo que llega algo grande y el cabrón se empapa el torso enterito con su lefa con unas buenas salpicaduras que le llegan hasta el pecho.