Enrique Mudu se folla a pelo al buenorro de Alberto Chimal con su largo y gordo pollón | Latin Leche
Fuckmates
Seguro que un chico guapete como Alberto Chimal, con ese aire de malote y granujilla, comprendería enseguida por dónde iban los tiros cuando Enrique Mudu le propuso quedarse en la habitación pagando el alquiler de alguna otra forma que no fuera con dinero. Vaya que si lo pilló. Pareció gustarle la idea en cuanto posó la mano entera en el paquete de Alberto, que ya la tenía morcillona hasta antes de saber que había venido sin lana, porque los mochileros chulazos le ponían todo cachondo.
Cada vez se gustaban más y aquello ya no había quien lo parara. Se pegaron unos buenos morreos que acompañaron tocándose los paquetes, frotándoselos, sonriendo de gusto por lo que estaban palpando con sus manos. La de Alberto había crecido ya de forma desmedida, tanto que ya hasta le levantaba el forro del bolsillo izquierdo. Al darse cuenta, Enrique dibujó con su mano por encima de los vaqueros la forma de la polla y era relamente impresionante.
Rápidamente se dispuso a desabrocharle el botón, correrle la cremallera y sacarla. Profirió un sonido de sorpresa al verla tan larga y gorda apuntando hacia el frente, se la agarró con la mano y se la metió dentro de la boca. Le había molado tanto el tamaño de ese pollón que fue a por todas, tragando hasta sentirla que entraba por su garganta.
Se la comió enterita y la dejó un buen rato dentro de su boca, aplastando los cojones de Alberto con su barbilla, al que levantó la camiseta de tirantes que llevaba puesta y le agarró los dos pezones mientras se la chupaba a conciencia. Los tenía duritos. Qué buen mamón estaba hecho. Seguro que no se esperaba ver un enorme pijote entre las piernas de un chaval tal delgadito, pues violaba las reglas de la propia naturaleza.
Ahora el que quería descubrir secretos era Alberto, que tumbó al chaval descarriado sobre la cama. Si este se había pegado un buen viaje, a buen recaudo le olería la huevera de los calzones a polla encerrada, el olor que más excitaba a Alberto. Primero le levantó el suéter descubriendo sus tremendos abdominales marcados. Su cuerpazo le gustó tanto que fue decubriéndolo poco a poco.
Algo hizo que no le quitara los pantalones enseguida. Esos pelillos negros bajo su obligo que dibujaban una línea hacia la pelambrera de su polla le excitaban. El camino a la felicidad. Le costaba quitarle los pantalones, así que le metió mano bajo los calzones y le sacó el rabo. Joder, lo tenía morenote y gordísimo. Unos besitos y un par de manoplas después, lo tuvo casi duro en su mano, descapullado.
Le gustaban los chicos que se emplamaban fácilmente, porque los podía tener listos en cualquier momento. No fue consciente de lo gorda que tenía la polla el cabrón hasta que la saboreó con su boca. Una mamada le gustaba a todos los tios, pero para su siguiente movimiento necesitó preguntarle si le gustaría que le comiera el culo y se lo follara, porque era lo que Alberto necesitaba en ese momento.
Cuando Enrique se dio la vuelta, gozó con las vistas. Tenía buen culazo el chaval, redondo y suavecito. El corazón de Alberto comenzó a latir con fuerza y se puso nervioso cuando Enrique se abrió de piernas. El chico estaba receptivo. Alberto metió los morros, sacó la lengua y empezó a explorar la raja buscando el agujero de su ano. Se levantó y le metió la polla sin condón, centímetro a centímetro.
Fue Enrique el que inició el movimiento, meciéndose a cuatro patas lentamente hacia adelante y hacia atras, tragando polla y expulsándola. Tras esa jugada, viendo cómo ese pandero se comía su rabo entero y lo pajeaba, Alberto se arrancó y empezó a follárselo, provocando los gemidos en alto de ese gamberro que intentó esconder su rabia en la almohada.
Alberto le invitó a un reto mayor: sentarse sobre sus piernas y clavarse toda la pija. Enrique se desnudó por completos, quitándose el suéter, la única prenda que lllevaba ya puesta. Los dos en pelotas en la cama. Enrique se puso de pie, hizo una sentadilla y se clavó ese pene bien grande y duro por el orificio del culo. Todavía se estaba acostumbrando a la sensación y al tamaño cuando Alberto empezó a culearle desde abajo sin darle tiempo a reaccionar, atravesándole con su larga lanza.
Enrique le sio la espalda y enla misma postura, saltando sobre su polla, le hizo una buena paja con el culo. No se agarró la polla mientras saltaba, por lo que se le quedó ahí, haciendo aspavientos,, chocando una y otra vez contra la hueva. Alegría para la vista. Después de follar, se pusieron uno al lado del otro tumbados en la cama para hacerse unas pajas.
El primero en correrse fue Alberto, bajo la atenta mirada de Enrique, que no perdía ripio. Lo hizo sobre el muslo y lanzando un chorrete al aire, pegando espasmos de placer cada vez que su polla expulsaba lefa. Para sorpresa de Alberto, cuando todavía se estaba corriendo, Enrique se puso de pie y volvió a calzarse esa polla por el culo, toda corrida.
Se echó hacia atrás con el culo pegado al vientre de Alberto, con la espalda tocando su torso y se cascó un pajote. Se sacó una buena cantidad de leche que manchó la entrepierna de los dos, todavía con la polla de Alberto dentro de su culo. Mientras se levantaba, Alberto se le quedó mirando. Mochilero guapo, cañón, con el semen reluciendo a lo largo de su torso, esos pelitos recorriendo la parte baja de su ombligo, preñados, y su larga pija corrida colgando entre las piernas. Estaba buenísimo. Chicos como ese sabían cómo hacer un buen pago.