A su edad, a Jake Lotti y a Loick Gauthier todo les olía a sexo. Una de las zonas donde más disfrutaban era en los vestuarios. Allí podían medirse las varas con otros chicos y en los que más se fijaban no era en los de su edad precisamente, sino que trataban de compararse con tios mayores que ellos, flipando con sus pedazo pollas y la cantidad de pelos en su pubis y por todo el cuerpo. Saber que en un par de años o menos calzarían como ellos, les ponía cachondones.
Todavía estaban en esa etapa de bajarse los calzones con timidez, mirando para abajo cuando lo hacían, quedándose desnudos y desprotegidos ante los demás. Rabos fuera, colgando por todas partes, de todas las formas y tamaños. Un festival de pollas que para un chico en plena pubertad podía ser un cóctel explosivo. El jovencito Jake no tenía nada que envidiar a los tiarrones del curso superior. La naturaleza le había dotado con una buena polla bien larga.
El mayor beneficiado era su coleguita Loick, que a menudo dejaba pasar a las duchas a su compi de equipo y se quedaba detrás esnifando la huevera de sus gayumbos. Mmmm, cómo le flipaba ese olor dulzón, a polla y huevos encerrados y sudaditos. Inundaba todos sus sentidos y hacía que hasta se le erizasen los pelillos de la nuca.
Ese día Jake salió antes de la ducha y le pilló en plena faena, con los ojos cerrados, los calzones pegados a sus napias, cascándose una paja. Se quedó mirándole sin interrumpirle. En cierto modo se sentía halagado de que un tio le eligiera para oler su sexo. Se acercó a él, le arrebató sus gayumbos y esta vez fue él el que se los restregó por los morros antes de plantarle una mano en el hombro y sugerirle que se pudiera de rodillas para comerle todo el tronco.
Después de la ducha, la pollota de Jake estaba limpita y el calor se la había inflado hasta dejarla entre morcillona y durita. Loick se la metió en la boca y comenzó a masturbarla entre sus labios. Al contacto, a Jake se le echó para atrás el pellejo del cipote y se le puso tocha. Cuando Loick se puso de pie, los dos se apoyaron contra las taquillas y cruzaron pajas, cogiendo cada uno la pija del otro. Se miraban a los ojos, luego a las pollas. Notar el calor y la fuerza de otra mano que no era la suya habitual para masturbarles el pene, les hizo sentir un gustillo especial.
Se dieron cuenta de que eso que estaban haciendo era tan guarro y tan cerdo que les volvía locos. Todo podía haber quedado en una paja entre amigos, pero el jovencito Jake quería la experiencia completa. Quería ser como los tios mayores, quería follar, conocer de primera mano lo que se experimentaba al meterla dentro de un culito. Por suerte su colega estaba la mar de receptivo y parecía no negarse a nada. Le inclinó contra la mesa de utillaje dándole la espalda y después de comerle el culito, hizo lo que había visto a otros tíos, escupirse en la polla, colarla dentro de la raja y dejar que ella sola buscara el hueco para meterse. Lo único que se le olvidó fue el condón.
Nunca la había metido en un lugar tan apretado. Tuvo que arremeter fuerte por detrás para abrirse paso. Disfrutó de ese momento en que se la empaló entera y se quedó un rato observando la reacción de su amigo, que tenía la boca entreabierta exhalando gemiditos de placer. Pasada esa primera impresion de que su polla estaba más apretada imposible y a punto de correrse dentro, en cuanto el ojete dilató un poco, se dio cuenta de que follar estaba guay y de que a ese ritmo podría aguantar varios minutos.
Se llevó a su compi a los bancos y le dio por culo. Un poco de hedonismo acudió a su ser. Se vio a sí mismo follando, contoneando el cuerpo, siguiendo el compás de su culeada, su larguísima polla entrando por el culo. Sacó la polla y se corrió en el culo de su colega. Todavía tenía un buen colgajo de lefa en el cipote a punto de caer cuando se le doblaron las rodillas del puto gusto y sin querer metió el pene otra vez dentro del agujero del culo de Loick.
Se quedó dentro de él, corriéndose, metiéndole una preñadita. Correrse dentro de un agujero apretado era una sensación distinta a hacerlo entre tus manos. Porque las manos podían abrirse, darte el control, pero al correrse, la polla se inflaba, descargaba y el hecho de sentir que estaba apretada contra un agujero cerrado, sobre el que no tenías el control, provocaba que el placer fuera mayor y las colvulsiones más eléctricas.
A Jake le habían enseñado que era de bien nacido ser agradecido, así que se puso a cuatro patas en el banco. No vio las mejillas sonrojadas de Loick a punto de correrse, pero sí sintió toda su abundante leche chorreándole por la raja del culo, colgándole por las pelotas antes de caer al suelo. Loick le rebozó la polla por encima. Pudo sentir su calor y su dureza. Puede que a la siguiente le dejara su culo para que se lo follara. En qué momento habían pasado de ser niños a adultos lo desconocía, pero ser adulto para probar esas cosas tan cerdas era alucinante.