Una de las mejores partes de ser modista es que terminas cruzándote con auténticos chulazos. Ver cómo se visten y desnudan, acercarse a su cuerpo, sentir cómo se te acelera el pulso tomándoles las medidas, sobre todo por la parte de arriba cuando se cruzan las miradas y también cuando toca la parte de la entrepierna y sin querer rozas el bulto del paquete con los nudillos, son cosas que a Dan Tyser le dan la vida.
Ese día le toca visita de uno de sus clientes favoritos, John Brachalli. El tio es guapísimo, tiene una percha impresionante y además es uno de los pocos clientes que le da rabo. Sí, su forma de pagar el trabajo bien hecho es sacarse esa larga y vgorda minga que tiene por la bragueta y dejar que Dan se la chupe sin contemplaciones. Primero blandita y maleable, en un par de caladas se pone durísima dentro de su boca.
El modista no gana para pantalones cuando ese machote está cerca, porque siempre acaba inclinado contra la mesa de trabajo y John se los termina rompiendo por detrás para meterle la polla entera por el ojete del culo y sin condón. Le encanta lo dura y tocha que la tiene, lo profunda que entra alimentando sus entrañas y dándole gusto.
Dan no gime, ruge como un león con esa pedazo de polla dentro de él. Le encanta que John le embista por detrás y saque toda su furia, pero cuando más lo disfruta es cuando él tiene el control, cabalgando sobre sus piernas, con John sentado en la silla y viendo cómo ese culazo grande y redondo se traga su polla una y otra vez hasta sacarle toda la leche que lleva dentro.