Se vende chalet lujoso con infinidad de habitaciones, rodeado de patio con césped y posibilidad de obras de piscina, en barrio residencial muy tranquilo alejado de la ciudad. Alexander Muller no puede creelo cuando con sus manos planta el cartel de casa en venta, pues sabe que es un caramelito que enseguida se lo van a quitar de las manos y el diez por cierto de las ganancias van a ser suyas.
Un chico trajeado, con apariencia de alrededor de los treinta o menos, bastante guapo, es el primer (y lo sabe) último posible comprador. Imposible resistirse a caer en la tentación de compra con ese precio. «Es una casa muy bonita, perfecta para montarme una fiesta, pero para mí solo se me queda un poco grande. Si al menos te tuviera a ti paseándote por aquí todos los días«, le dijo Gabriel Phoenix. Es de bien nacido ser agradecido. Alex se ruboriza por el piropo que acaba de lanzarle. Gabriel le coge de la solapa de la chaqueta y lo acerca a su boca. Empiezan a morrearse.
El cabrón va agachándose, rozándose por todo su cuerpo. Aprovecha a medida que se pone en cuclillas para bajarle la cremallera de los pantalones y sacarle la verga. Ahora le parece mucho más guapo y atractivo todavía, con esa mirada de ojos claros matadora que le echa desde abajo, suplicante, como un cachorrito pidiendo su ración de comida. El tio chupa como un animal dispuesto a sacarle toda la leche.
Alex empieza a encabronarse. Le coge por detrás del cogote y le folla la boca. «Ayúdame a probar el sofá«, le apremia Gabriel mientras se pone a cuatro patas ofreciendo su culo y mira hacia atrás con esa cara de guaperas cabrón. Alex saca un condón del bolsillo. Lo lleva siempre poque debe estar preparado para un oficio donde se trata con desconocidos. Rápidamente se lo ajusta al pollón y le mete traca. No hay nada que le guste más que cerrar una venta dando por el culo.
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