Agradecía que después de un duro día de trabajo, llegara su compañero de piso y se preocupara por su entrevista del día siguiente. Sir Peter prestó a Sean Weiss un traje azul claro que combinaría a la perfección con la tez de su cara y el color rojizo de su pelo. Los dos ya se habían visto desnudos muchas veces. Es lo que tiene compartir piso, por eso Sir Peter se quedó en el salón mientras se vestía.
Con lo que no contaba Sir Peter era con que ese momento tan especial iba a suponer un antes y un después en su relación de amistad. Algo hizo click en su cabeza que, mientras le veía desnudarse para ponerse el traje, le hizo sentir atracción sexual por él. Sean estaba buenísimo. Su cara era preciosa y el color pelirrojo de su pelo y su barba le daban un toque de virilidad que a Sir Peter conseguía dibujarle en el rostro una sonrisa de felicidad absoluta.
Su cuerpazo era tremendo. Ya le jodió haberse perdido la sesión de ducha previa, con el agua cayendo sobre ese torso atlético, resbalando por sus pectorales peludos. Cada vez le atraía más y ya vestido por completo, con el traje combinando con sus espectaculares ojazos azules, terminó de dar el paso que le quedaba. Se acercó a su cara mirándole fijamente, tentando a la suerte, fue correspondido y se dieron el lote.
Joder, al sentir el roce de sus labios, a Sir Peter se le pusieron los ojos en blanco del gusto y no pudo evitar tener una erección instantánea que su compañero notó enseguida. Como para no notarla y es que Sir Peter tenía una cacharra gigantesca. Sean se arrodilló y esperó a que Sir Peter se la sacara por la bragueta para mamársela. Era asombrosamente enorme, además de jodidamente gorda. Sean se preguntó cómo podía siquiera caberle el cipote por la boca. Debía ser el hambre que despertaba en él la visión de esa verga.
Tendrían que ir buscando otro traje para la entrevista, porque ese estaba a punto de ser presa de lavandería. Sir Peter zorreó con él, rebozando su polla por la solapa de la chaqueta junto a su cuello. Sean podía notar el calor que desprendía esa gigantesca pollaza, cómo le rozaba la oreja, los pelos de la barba. A Sir Peter se le daba muye bien jugar a eso de calentar al personal.
La corbatita sirvió para abrirle el culo. Joder qué culito, super apretado, con el ojete rosáceo cerrado a cal y canto. Sir Peter dejó la corbata llena de babas y la empleó como un paño húmedo pasándolo por el ojete del chaval hasta dejárselo bien mojado. Después de eso, se levantó y le enchufó toda la polla sin condón por el agujero. Qué gozada. Se la estaba metiéndole blandiéndole la raja como si la estuviera metiendo dentro de una nube de algodón bien rica. Cuando no pudo aguantar más, se puso de pie y se le corrió encima, dejando unos visibles mecos, posos de lefa bien lustrosos encima de la chaqueta, como lamparones.