Vinni Star y Alam Herrera enchufan rabo sin condón a Alberto Chimal en un claro del bosque de Cancún | Latin Leche

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Daba gusto comenzar la mañana con la presencia de un chulazo. Nada más desperezarse, Alberto Chimal salió al porche de la casita que se habían alquilado el y Vinni Star en pleno bosque en Cancún para pasar unas vacaciones y se encontró con su guía Alam Herrera llevándoles el desayuno, comunicándoles que esa mañana les llevaría a conocer los cenotes de la zona.

Lo cierto es que Vinny prefirió quedarse lavando la ropa. Ya les alcanzaría. Mientras tanto Alam llevó a Alberto a los cenotes y le contó historias. Historias, Alberto no sabía si reales o inventadas viendo el rumbo que estaba tomando todo, de cómo los chicos adolescentes solían meterse desnudos en los cenotes disfrutando de la naturaleza en todo su esplendor.

Se desnudaron a la entrada. Allí se quedaron camisetas, pantalones, calzoncillos y zapas, besando la tierra. El agua estaba a penas un metro de distancia, algo fría, lo que hizo que a Alberto le respondieran los huevos y el pene, los primeros subiéndosele apretaditos entre los muslos y el segundo encogiéndose durito. Alam estaba más acostumbrado y Alberto le vio entrar en el agua con el badajo meciéndose entre sus piernas, lo que hizo que su rabo cobrara vida.

Al salir del agua después de un buen rato, las entrepierna de ambos parecían gemelas. Las longanizas de sus rabos duritas y apretadas del frío, sobresaliendo de una buena mata de pelazos negros. Alberto se agachó para recoger sus cosas cuando Alam le paró. Todavía no era hora de vestirse. Conectar con la naturaleza era el siguiente paso. Se lo llevó a un pequeño claro en el bosque rodeado de árboles y se pusieron uno frente al otro, observando la desnudez de sus cuerpos masculinos, sintiendo la brisa y el sonido de las copas de los árboles meciéndose a su alrededor.

Vinny ya había acabado de lavar la ropa y se unió a ellos. Algo no iba bien. Se suponía que debían concentrarse, hacer meditación, pero el que sus rabos fueran creciendo, volviéndose más grandes y largos, sólo significaba que lo que querían era sexo. Alberto era como un caramelito a la puerta de un colegio. Esa carita atractiva de malote, con barba descuidada, esos pelitos que adornaban justo la mitad de su pecho. Entre los dos le hicieron un sandwich y le colmaron a besos.

El contacto de los cuerpos calientes y el deseo. Alberto miró hacia abajo. A Alam le estaba comenzando a crecer el rabo de forma desmedida y a Vinny, que todavía llevaba los vaqueros puestos, en el frontal de la bragueta se le estaba formando un bulto descomunal. Le desabrochó los vaqueros y se los bajó. Ahí estaba, tan grande y larga que le colgaba como una buena pitón.

Eso les animó a dar otro paso hacia adelante y tocar cositas ajenas, manos sobando penes que no les pertenecían. Las pijas les crecieron varias veces su tamaño y Alberto se agachó para comérselas. Aunque la de su chico seguía siendo la ganadora, la de Alam estaba empezando a igualar fuerzas y tamaño a medida que crecía dentro de su boca.

Pasaba de una a otra con la boca ocn una facilidad pasmosa, más todavía cuando las dejó mojadas con su saliva. La textura de butifarra de su chico, con el pollón grande, largo, gordo y venoso, encapuchadito, rivalizaba con la dureza y empinamiento de la de Alam, descapullada, con un cipote grandioso que a Alberto le encantó meterse dentro de la boca y colar por su garganta, sintiendo todos los pelazos de la base de la polla de Alam poniéndole el bigote y la barba en todos los morros.

Alberto se tumbó y dejó que esos dos le comieran la minga. Chuparse los rabos en plena naturaleza era todo un placer. Sin apenas conocerse de nada, Vinny y Alam formaron equipo para trabajárselo. Alberto se colocó tumbado de lado, Vinny se puso detrás de él haciéndole la cama, enchufándole el pito sin condón por el agujero del culo y Alam se encargó de mantener sus piernas abiertas y de darle de comer rabo.

Mientras comía polla, miró a su chico para ver si sentía envidia. Todo lo contrario, a la vez que se lo estaba follando, no paraba de mirar cómo comía rabo, todo excitado. Puede que ese fuera el comienzo de una nueva etapa en su vida sexual, una en la que dejaran entrar a un tercero cada vez que se fueran a la cama. Cambiaron las posiciones y esta vez fue Alam quien le penetró por detrás.

Follaron como salvajes junto a los árboles y acabaron a pajas. Los tres tumbados, dándole brío a los rabos, pajeándose a gran velocidad. Alberto se puso cachondo. Como para no estarlo, justo en medio, mirando a un lado y a otro, viendo esas dos grandes pollas bien meneadas a punto de lanzar leche. Vinny fue el primero el soltarla. Un chorrazo largo salió disparado al viento, haciendo piruetas, con tan buena suerte que parte de la lefa se quedó pegada a la barba de Alberto.

Alam resultó ser un buen cerdaco, de los que lo dejan todo limpio. Se inclinó y le comió la polla corrida relamiéndose los labios con toda la leche en los morros. Hizo lo mismo cuando Alberto se disparó al hombro. Joder, qué gustazo, estar corriéndose y sentir una lengua húmeda y caliente sobre el cipote, comiéndose tu leche.

Cachondos, desnudos, con virutas de leche sobre sus cuerpos sucios. Alberto les dejó y se adentró en el bosque. Una buena corrida siempre le dejaba como nuevo. Respiró hondo, cerró los ojos y se impregnó del olor, el sabor y el contacto presente bajo sus pies de todo ese bosque. Desnudo, con la lefa encima, sucio pero revitalizado.

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