Geordie Jackson empotra el culazo de Benjamin Gomez a pelo | Lucas Entertainment

Enduring Daddy's Discipline

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De camino a la piscina, el señor Geordie Jackson siempre le daba una palmadita en el culo cuando se cruzaba con él. Benjamin Gomez, su jardinero, lo interpretaba como una señal de camaradería entre hombres, como los compañeros de un equipo de fútbol. Entre los dos habían hecho buenas migas y a menudo lo invitaba a pasar dentro de la casa para ver un partido o jugar al póker.

Uno de esos días, el señor Jackson le dio una palmadita, como siempre. Al mirar, Benjamin vio que el señor estaba totalmente en pelotas, contoneando su varonil culazo y al chico se le escapó un «joder» por la boca. Geordie se dio la vuelta. Menuda tranca le colgaba entre las piernas, larga y gorda, una buena morcilla venosa, con la piel recubriendo por completo un cipote que se aventuraba impresionante.

Benji debería haber mantenido la boca cerrada y las manos quietas. Le fue imposible contener su respiración agitada de deseo, mordisquearse el labio inferior y llevarse la mano al paquete. El señor Jackson, que ya tenía planes para esa mañana, se acercó al chaval, contoneando su enorme polla, le dio otro cachete en el culo, se acercó a su oreja y le susurró preguntándole si quería que le metiera la polla.

No era la primera vez que Benji se fijaba en hombres que podrían estar casados y que le sacaban casi dos decenas de edad. Los veía interesantes, con las ideas claras, en su cénit de sexualidad, irradiando deseo. Cuando pasaron al salón, Geordie ya la tenía completamente empalmada, gigantesca. Se tumbó en el sofá, Benjamin le inclinó la verga y se sentó encima de ella a pelo, masturbándole el rabo a base de sentadillas.

No sabe cómo terminó a cuatro patas, dominado por ese cabrón que no paraba de meterle pollazos por el culo, rabioso, agarrándole la cara, gruñendo. Pero con lo que más disfruto Benji fue con Geordie encima, mirando su cara y su cuerpazo, sintiendo su firme y dura polla atravesándole el agujero, machacándole las bolas con el abdómen cada vez que le metía toda la lanza.

Con la misma rabia, le sacó la polla del culo y se la agarró a lo bestia, gimiendo mientras unos buenos goterones de calcio se aglomeraban en torno al abundante pellejo que todavía le recubría el capullo. La leche goteaba por encima de su cuerpo a medida que se acercaba a la cara del chaval, que pudo ver de cerca el cipotón mojado y bañado en semen.

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