Franklin Acevedo destroza el ojete del chulazo Klein Kerr a pollazos sin condón | Tim Tales
Cuando uno tiene una cita a ciegas y no sabe lo que le espera, tiene derecho a asustarse y dar marcha atrás si ve que el tio que está a punto de follárselo la tiene tan grande que ni de coña te va a caber por el ojete, pero Klein Kerr no iba a ciegas, sabía el tamaño que podía alcanzar la cigala de Franklin Acevedo cuando estaba bien dura.
Ay esos ojazos, mirándole desde abajo de vez en cuando, mientras le chupaba todo el gigantesco miembro. A punto estuvo Franklin de renunciar a la follada durante unos minutos por preñarle la boca. Un tiarrón así de guaperas se lo merecía todo y la leche de sus pelotas formaba parte de ese todo. Aguantó como un jabato la mamada, todo el tiempo que el cabroncete quiso acicalársela con babas.
Una cosa es saber a lo que te expones y otra distinta que no te duela cuando ya te la están metiendo. Frank se llevó a Klein hacia la mesa, le hizo apoyar las manos sobre la mesa y sacar culo arqueando la espalda. Ese chulazo tenía tan buen porte, con esa carita de machote, con barba de tres días, pendiente en la oreja, tan buenorro, que se la metió con ganas destrozándole el agujero.
Le dio la vuelta y lo tumbó sobre la mesa para ver bien sus musculitos y su belleza mientras le daba por culo. Resultó ser un puto tragón que a pesar de gemir de dolor, también lo hacía de gusto, estremeciéndose con su enorme polla dentro, alzando los brazos, dejando a la vista esos sobacos peludos que de haber podido habría esnifado y rechupeteado como un cerdo.
A cuatro patas sobre el sofá, cobijó el culazo entre sus muslos y le metió duro la barrena hasta los huevos, una y otra vez. Le estaba dejando tal hueco con el grosor de su polla que, cuando se la sacaba, el ojete no llegaba a cerrarse del todo. Así las cosas, no le hacía falta mano para reconducir el rabo y volver a colárselo dentro. Estaba tan a gusto ahí dentro que preñó a ese guaperas. Sacó la polla y el agujero seguía sin cerrarse. Un chorrazo de lefa se encaminaba hacia la base de sus pelotas.