Marc Spice se casca un señor pajote disparando y salpicando hasta el respaldo del sofá | The Male Muse

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Estamos de nuevo en la parte superior del edificio, donde los contadores. Nadie sabe lo que deseo siempre que llegue ese momento del día, en el que me subo con Marc Spice y, a escondidas de su chica, le como toda la polla. Pero ese día es diferente. Cuando estoy a punto de sacársela por la bragueta, me pide que pare, me coge de la mano, bajamos un par de pisos y me mete en su casa.

No sé cómo debo tomar esa invitación, pero intento aprovecharla. El tio quiere ponerse a prueba, saber si puede confiar en mi, jugar al morbo, a sabiendas de que su chica pueda llegar en cualquier momento y pillarnos. A lo mejor es eso lo que quiere. Me empuja haciéndome sentar sobre una silla y él hace lo mismo en el sofá que hay enfrente después de quedarse en pelotas.

La tiene ya tiesa. Quiere que le mire mientras juega con su rabo. Me encanta verle así, en un momento tan íntimo para cualquier hombre, dedicado a darse placer a sí mismo, machacando su largo y potente rabo con la mano, corriendo la piel arriba y abajo, descubriendo su generoso y enorme cipote. Cuando machaca hacia abajo presionando sus pelotas, miro la lanza y no dejo de pensar que ahí cabe otra mano, la mía.

Me fijo bien en lo que le gusta, para después hacérselo igual. Le encanta tocarse el pecho, sobarse entre las piernas, en la parte más tierna entre los muslos. Me sorprende abriéndose de par en par, introduciendo un dedo en su esfínter, poniendo expresión de gusto. Tras esa sorpresa, llega otra que me conozco bien. Planta la yema de un dedo por debajo de la raja del cipote, la pasa por encima y al despegarlo se lleva consigo una hilera de precum que brilla a la luz del sol que entra por la ventana.

Veo esa delicia, su rabo, sus pelotas, su cuerpo desnudo y tengo que acomodarme en la silla porque se me ha puesto bien dura. Tras muchos días conociéndonos a escondidas, chupándole el rabo, me descubre una nueva faceta que me vuelve loco. ¿Y si en lugar de esos dedos fuera mi polla la que le penetrara? Me relamo de solo pensarlo.

Su respiración se agita y cada vez se la machaca más fuerte, más rápido. Sigue dedeándose el ojete, se retuerce en el sofá, gime de gusto y veo salir un par de chorrazos de lefa que golpean con fuerza el reposacabezas del sofá de cuero, justo al lado de su cabeza. El sonido del semen salpicando la superficie me vuelve loco. Miro el cuerpo de Marc. Un rastro de leche ensucia su atlético y peludo torso desde la polla hasta más allá del hombro. Desde ese preciso momento deseo tumbarme, que se pajee sobre mí y sentir toda esa descarga salpicándome.


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