Sir Peter bombea el culazo de John Thomas con su dildo y su enorme falo en un show en vivo y en directo | Raging Stallion
Sir Peter Live Show #1
Ese iba a ser el gran día en el que John Thomas iba a poder saborear entre sus labios y tener dentro de su culo la codiciada y enorme polla de la sensación europea del momento, Sir Peter. En apenas unas horas las puertas abrirían al gran publico, pero de momento, a puerta cerrada, el sonido de los altavoces reverberaba por toda la estancia ante la ausencia de espectadores y John se disponía a ensayar para la el espectáculo, bajo la iluminación roja y con algunos clips de Sir Peter en la pantalla, tanto follando como siendo follado.
No habría ensayo previo entre los dos. El espectáculo que iba a presenciar la gente iba a ser totalmente genuíno y en directo. Por suerte para John, hacía poco que el dildo de Sir Peter había salido a la venta y desde la directiva le habían proporcionado uno par que fuera calentando. Ya lo tenía preparado en el sofá de cuero, con un bote de lubricante.
Tamaño real. Una sonrisa tonta acudió a su cara al tocarlo. Era jodidamente enorme y pesaba un quintal. Con una mano lo agarró por los huevos y se azotó la otra con el dildo. Buah, cómo pegaba, la hostia. Lo alzó por encima de su cabeza para comprobar qué sentiría al tener esa polla super masiva a punto de entrar por su boca y entendió que tendría que darlo todo cuando apenas logró tragarse el cipote.
Lo que ocurriera por ese hueco no tenía tanta importancia. Lo que realmente le preocupaba era el agujero del culo. Aunque luego sabía que al final todo cabía por todas partes, el tamaño de ese pollón podría destrozarle el ano perfectamente. La saliva no bastaba para aquello. Plantó el dildo en el sofá y usó el bote de lubricante como nunca lo había usado, echando encima una cantidad ingente.
Ahora sí se puso a prueba, imaginando que se sentaba sobre las piernas de ese macho y digería su enorme pollón por el tracto. Y entró, apretadita pero de lujo. Probó en otra posición, abierto de piernas. Se estaba poniendo tan cachondo por la llegada de Sir Peter, por saber que la polla era apenas un troz de su delicioso cuerpo masculino, que acabó llevándose ese pene de goma a la boca y por primera vez consiguió acapararlo or completo, tragando, sintiendo el roce de los huevos de silicona en su nariz.
Se había acabado el tiempo. El público ya estaba entrando y con él, sobre el escenario, Sir Peter ya había hecho acto de presencia. Al otro lado de la pantalla estaba buenísimo pero en real era todavía mejor, un jodido caramelo. Esos hombros redondeados, fuertes, brazos grandes con unos biceps que parecían poder con todo el peso del mundo. Un torso deslumbrante, peludito, con pectorales de infarto, decorados por unas tetillas que ya tenía duritas y que eran todo un reclamo para pulgares aventureros.
De todas las cosas que podía haber hecho John, hizo la primera que se le pasó por la cabeza. Mientras Sir Peter venía hacia él mirándole y desabrochándose llos pantalones, John se abrió de piernas y enseñó a Sir Peter su culo con la réplica de su pene completamente dentro hasta las bolas. Recibió una sonrisa a cambio, agarró el dildo y se auto folló a sí mismo mientras Sir Peter se tomaba su tiempo quitándose los pantalones para quedarse solo con las botas y los calzones puestos, unos calzones que no podían ocultar lo que tenían dentro y es que el cilindro ya se le estaba escapando por donde se la sacaba para mear.
Y entonces John comprendió por qué Sir Peter había conquistado a Europa y la mundo entero. Lo supo en cuanto se le abalanzó encima, le cogió por la mandíbula y acercó su cara a la suya, abrió la boca, sacó la lenga y le metió un morreo. Joder, qué rico besaba. A John se le abrieron todos los huecos del cuerpo, hasta aquellos que no sabía que podían abrirse.
Con cariño, Sir Peter cogió la mano de John que sostenía el dildo y la condujo hacia su miembro de verdad, caliente y vivo. Sir Peter se encargó de coger el testigo de silicona y jugó un rato con el culito de John, sacando y metiendo su verga de mentira. Los pedazo de cerdacos que había entre el público invitaban a que las cosas fueran más cerdas todavía sobre el escenario. Algunos ya se estaban animando y tocando y gran parte d ela culpa fue que a Sir Peter se le había salido ya el pollón por el lateral de los gayumbos. Pollón por llamarlo de alguna manera, porque esa pedazo polla gigantesca no tenía calificativo que pudiera definirla a la perfección.
Siempre debido a su público y viendó cómo le miraban la entrepierna, Sir Peter se dio cuenta y se quedó de rodillas frente a ellos, masturbándose, dejando que se la miraran, que se llevaran esa imagen a sus casas donde seguramente, durante semanas, se hicieran pajas en su honor. Grabadla hijos de puta, lleváosla como recuerdo. De espaldas, impulsó el dildo hacia el interior del culo de John con la nuca, le agarró de las piernas y las cruzó sobre su pecho, impidiendo que pudiera sacarse el rabo de goma.
La gente quería a Sir Peter en la cama, en un callejón, en todas partes. John les regaló al Sir Peter de las duchas. Cogió una botella de agua y la vertió sobre su cara y su cuerpo. Sir Peter abrió la boca dejando que el agua rebosara por ella. Sus morritos y su barba mojados, los pelos de su torso. Podían fantasear, imaginar que ese líquido fuera lo que ellos desearan. Podían ser todos ellos meándole encima o corriéndose sobre su cara. Jodidos pervertidos.
Con un par de deditos de cada mano, Sir Peter llamó a John para que acudiera a él. Agarró sus muslos con fuerza y le trabajó el agujero del culo. Luego se puso de pie frente a él. John estaba como en otro mundo. No habían conocido sus ojos polla igual. Ni siquiera el dildo, que era realmente bueno, era capaz de rendir pleitesía al tamaño de esa pedazo de verga descomunal. Ni siquiera haber practidado con él le había preparado para ese momento.
Abrió la boca como nunca antes lo había hecho y trago y tragó y tragó. Caliente, durísima, extremadamente gorda. Aún así se sorprendió porque entraba mucho mejor sin necesidad de nada. Los tropezones de las venas del rabo resbalando por sus labios. Sir Peter se agarró los huevos y empujó a fondo, le pasó una pierna por la espalda obligándole a hacer lo que sabía que podía hacer, porque le había visto hacerlo entre bambalinas.
Sir Peter estaba a punto de regalar al público presente una imagen que no olvidarían y con la que definitivamente no les quedaría más remedio que acomodar sus pollas bajo los pantalones o sacársela y unirse a la fiesta. Empujó a John contra el respaldo del sofá con el miembro enorme todavía dentro de su boca, lo dejó sentado y tragando mientras él se subía al sofá y le follaba la garganta, regalando las vistas de su maravilloso culazo musculado y sudado, arreando a plena potencia.
John puso la espalda en el sofá, dejó caer la cabeza y Sir Peter siguió follándole la boca, metiéndole un gag the fag, agarrando su cabeza con las dos manos. Parecía una puta taladradora y los grititos de los espectadores no se hicieron de rogar al ver la cara roja de John digiriendo esa sabrosa polla casi hasta los huevos. Jalearon cuando Sir Peter puso a John delante de él, cuando le separó las piernas y se lo enganchó sin condón.
Ahí estaba por fin, ese macho abrazado a su cuerpo, dándole por detrás. Podía sentir el calor de su torso, el roce de los pelos de su pecho rozándola la espalda, las caricias de sus manos grandes y fuertes, el aliento de su boca en la oreja, gimiendo de placer. La audiencia a cambio obtenía una pequeña dósis de ese amor en ciernes y la imagen del culazo de Sir Peter arremetiendo con fuerza bajo las luces rojas del escenario.
Eso era lo que querían los guarretes. Culo y polla. Y Sir Peter se lo iba a dar una vez más. Se llevó a John hacia el sofá, le dejó a cuatro patas mirando hacia el respaldo, se subió encima y le poseyó nuevamente, dejando que el público no se perdiera ni un ápice de ese momento, que vieran cómo le penetraba a pelo con su enorme pollón, que disfrutaran con las vistas de su culo empujando, de sus pelotas y de su rabo cilíndrico y voluminoso horadando un buen hueco.
Por si alguien no se había dado cuenta, el escenario simulaba un taller mecánico, con neumáticos alrededor, mesa de trabajo y bastante sucio, como ellos. Sir Peter se fue hacia una esquina del escenario, cogió su bolsa de herramientas, metió la mano y sacó un destornillador grande con una buena empuñadura. Para que todos lo vieran, lo enseñó a los asistentes y embadurnó el mango con lubricante.
No hacía falta estudiar probabilidad para saber qué era lo siguiente que John iba a tener dentro del culo. Con vítores y aplausos, Sir Peter dirigió la herramienta hacia le ojete de John y se la metió entera por el mango, dejando sólo la parte metálica por fuera. Lo que ocurrió tras ese momento fue mágico. Los asistentes no paraban de comentar esa inesperada jugada por parte de Sir Peter y como si él hubiera interpretado esa interacción por adelantado, se sentó en el suelo y dejó que John se sentara sobre sus piernas clavándose su polla dentro del culo y saltando.
Fue extraño. Les estaban mirando, por supuesto que seguían haciéndolo, pero para los dos fue a la vez como estar en un acto íntimo, frente a frente. John estaba enamorado de esa cara, de ese cuerpazo de roble, de ese torno peludo y sudadísimo, caliente, deseable. Juntaron las cabezas, las frentes, se miraron, se dedicaron a follar como si estuvieran a solas, besándose, comiéndose con las miradas.
Sir Peter cogió a John, le tumbó en el suelo, le abrió de piernas y le bombeó dichoso con el culo sin dejar de meterle rabo. Se estaban poniendo calientes. Sir Peter salió de su agujero, cogió la botella y vertió lo que quedaba de agua por encima de la cara, el cuerpo y el culo de John, apagando un poco las llamas de ese fuego que él había encendido. Ese público había pagado una entrada y tenían que darle más.
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