Con razón llegó hecho un manojo de nervios Shamu Azizam a ese restaurante tan especial, pues su menú era el mejor de todos. Y no era debido al plato principal, ni a los entremeses, ni la segundo, ni siquiera al postre. La comida que este restaurante servía era la polla y su carta era muy variada, hecha para resarcir los gustos de cualquier comensal.
El camaerero Reese Rideout le dio a elegir entre rabo morcillón que de tan grande y gordo no se sostenía en alto, pene de tamaño medio, rabo gordísimo pero corto o el menú estrella, pija muy larga con un buen par de huevos. Shamu no podía decidirse, le encantaban las pollas, así que pidió al camarero una cata variada. Con un chasquido de dedos, aparecieron tres chavales vestidos con pantalón oscuro, camisa blanca y corbata, entre ellos uno llamado Ashton Summers en el que Shamu se fijó especialmente por ser muy guapete.
De ver los dibujos de los penes en el menú a verlos en realidad, iba un paso gigantesco. Con un chasquido de dedos, los chavales se bajaron los pantalones y se levantaron un poco las camisas. Sus penes quedaron hermosos y colgando, despertando el hambre de Shamu, que estaba deseando mamársela a todos ellos. Esos cabrones las tenían bien largas incluso teniéndolas en reposo.
Confesó al camarero que el menú era incluso mucho mejor de lo que esperaba. Justo el chaval a su lado la tenía jodidamente larga, menudo palo. El de en medio la tenía la mitad de larga pero más gruesa y su chico referido, al que puso ojitos, la tenía no tan larga como el primero pero bien guapa. Viendo por dónde iba, Reese le recordó que sólo podía elegir una.
Al final se quedó con la de su chico preferido y comenzó la cata ayudado por el camarero. Sostuvo el pene de Aston sobre su mano, todavía blando y calentito, se inclinó y acercó los morros esnifando el aroma de su nabo. Al hacerlo, el rabo creció un poco más. A los dos segundos el pene estaba durito, largo y tieso. Siguió esnifándolo y rozando el glande contra su bigote, contra sus labios.
El camarero se encargó de desnudar al chico, que tenía un cuerpazo atlético que quitaba el hipo. Fue ese el momento en el que Shamu se dio cuenta de que su instinto, una vez más, no le había fallado. Ashton se tumbó en la mesa. Shamu, todavía sentado en su silla, sólo tuvo que inclinarse un poco para enderezarla la polla y empezar a comérsela. Estaba riquísima.
El camarero fue a retirarse, pero entonces Shamu le dijo que era demasiado larga y grande para él solo, que le gustaba compartir la comida. Reese no solía hacer esas cosas, pero ya que el comensal se lo pidió y dado que lo que estaba viendo era demasiado irresistible como para negarse, se giró, se aflojó el nudo de la corbata y aprovechó que Shamu se la tenía cogida al chaval por la base para mamársela.
La compartieron echándose miraditas cada vez que se pasaban ese testigo, disfrutándo de cómo se la comían. Cuando Shamu se la estaba zampando, Reese aprovechó para comerle los huevos. Por primera vez Shamu cató también los labios del chico. No estaban dentro del menú, pero fueron todo un regalo. De ahí bajó a lamerle los pezones duritos y el chico empezó a estremecerse de gusto.
El camarero se bajó los pantalones y Shamu enseguida identificó la cuarta polla del menú que le faltaba. Se la comió a los dos, luego él también se bajó los pantalones y acercó su pija a la boca de Ashton para que se la chupara. Justo en ese momento Reese abrió de piernas al chaval y le encajó la polla a pelo, consiguiendo que lanzara un potente gemido.
Estaba tan rico ahí tumbado, con las piernas abiertas, su cuerpo musculoso siendo gozado por dos hombres. Shamu supo apreciar tanta belleza rozándolo de arriba a abajo con la mano. La polla le entraba tan ajustada que Reese no podía follárselo más rápido. Shamu se inclinó para comerle el rabo al chaval, que estaba en su salsa. Ahora que el camarero ya había descorchado la botella, cedió el testigo al comensal.
El chico se dio la vuelta y puso el culo al borde de la mesa. Shamu se puso detrás de él y le dio por detrás. Sumergir su pene desnudo dentro de ese culito fue la mejor experiencia de su vida. Ashton gimió de gusto y Reese acudió a darle rabo para callarle la boca. El chaval tenía un jodido culazo, pero la longitud y fortaleza de su pene no podían caer en saco roto.
Ashton se sentó en la silla y Reese acudió detrás, sentándose sobre sus piernas, clavándose todo su maravilloso pito a pelo. Cuando el camarero empezó a brincar, Shamu se coló entre sus piernas a cuatro patas y le mamó la polla. Después él también se sentó sobre las piernas de Reese clavándose su pija y entre los tres hicieron un inusitado trenecito donde el chaval mandaba y ponía el ritmo culeando desde la retaguardia.
Qué puta maravilla. Tres hombres, tres culazos, dos penetraciones seguidas, esos dos penes durísimos sacrificando agujeros. Shamu quería la experiencia completa, pero no sabía si podría aguantar tanta comida dentro. Empezó por sentarse en las piernas del camarero, saltando sobre su pene. Vio cómo Ashton se le ponía detrás y doblaba las rodillas. Sintió su pene duro y caliente rozándole las nalgas, a punto de meterse.
Un momento de inercia, su culo sostenido en el aire, trincado con un buen pollón dentro y otro bien guapo penetrándole por detrás. Su agujero relleno con dos buenas pollazas, las dos a la vez metiéndose dentro de él. Una vez más el chaval marcó el ritmo azotando desde atrás con toda su fuerza, haciendo resbalar su pene sobre el del camarero.
Ashton salió del culo, se agarró la polla, se la pajeó y se corrió encima del rabo y las pelotas de Reese, dejándolas con virutas blancas y espesas. Los alrededores del agujero del culazo de Shamu también tuvieron su merecido. Reese no paró de meterla, porlo que al final el semen del chico acabó sumergiéndose en las profundidades del ano del comensal.
El camarero salió de ese culazo y se corrió en su ojete. Shamu se puso en pie poco a poco, sintiendo cómo el agujero de su culo se resistía a cerrarse. Besó al camarero, besó al chico, agradeciendo la comida. Los tres desnudos, con los cuerpos algo sudados. Shamu estaba justo en medio de los dos y miró hacia abajo, a esas trancas corridas que todavía estaban durísimas pero que intentaban regresar a su estado normal. Buena comida y buen servicio.